En la marcha por el 8 de marzo, participaron mujeres que no se habían movilizado ni en 2015, en ocasión de la primera convocatoria bajo la consigna #NiUnaMenos. Un gran porcentaje de esas asistentes tenía menos de 30 años, lo que tal vez permita pensar el hecho de que más de la mitad se haya enterado del llamado a manifestar por redes sociales, en lugar de los medios tradicionales como la televisión, la radio, los diarios. La mayoría dijo que concurrió para apoyar la consigna contra la violencia machista, pero el 13 por ciento explicó que o fue víctima o conoce a alguien que lo fue, de modo que estar allí era un modo de mostrar la solidaridad. Los resultados son parte de las cifras preliminares del estudio de opinión pública realizado el miércoles, durante la manifestación, por el equipo del Centro de Opinión Pública y Estudios Sociales (Copes), de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. “Quisimos medir qué pasa con mujeres que no militan orgánicamente pero que se manifestaron y estaban ahí”, explicó a este diario el sociólogo Carlos De Angelis, que comandó el estudio durante el cual 25 personas entrevistaron a 462 manifestantes.
“Una cosa interesante que detectamos es que la marcha se va ampliando en cantidad de gente, levemente: el 20 por ciento de las mujeres que encuestamos no habían ido a manifestaciones anteriores” contra la violencia machista, detalló De Angelis. El 54,1 por ciento de las asistentes se enteraron de la convocatoria mediante redes sociales, el 13,2 por amigos, conocidos o familiares, el 5,8 por compañeros de militancia, el 1,1 por la escuela o la facultad. Sólo el 18,6 por ciento conoció lo que se estaba organizando a través de medios tradicionales: 10,6 por ciento mediante la televisión; 4,5 por la radio; 3,5 por los diarios.
De las entrevistadas, el 89 por ciento dijo que no milita de manera orgánica y sostenida en espacios del movimiento de mujeres, y sólo el 11 por ciento dijo que sí. “Ese resultado tiene que ver con el diseño de la encuesta, lo que quisimos fue buscar gente que no estuviera encuadrada dentro de colectivos militantes por los derechos de las mujeres. Se puede discutir pero es así lo que elegimos”, dijo De Angelis. El sociólogo observó con cierta curiosidad que, por lo que respondieron las entrevistadas, la marcha “sigue habiendo grupos de solas y muy poquitas parejas, no es un lugar al que uno va con la pareja. O con amigos o sola”. Las cifras, en ese sentido, son contundentes: el 43,9 por ciento fue con amigos; el 22,3 sola, el 14,9 en familia, el 8,2 con compañeros de militancia y un mismo porcentaje, con los compañeros de trabajo. En pareja, solamente el 2,4 por ciento.
El 76 por ciento dijo que concurrió en apoyo a la consigna de la convocatoria. “Pero además de eso es interesante ver los porcentajes chicos: el 7 por ciento dijo que fue por haber sido víctima. Eso es fuerte. El 6 por ciento, porque conoce a personas que fueron víctimas. Esos porcentajes son muchas mujeres. Hay muchos casos en los que la motivación es haber sido víctimas”, observó De Angelis.
En el último año, el 12 por ciento de las encuestadas dijo haber padecido agresiones físicas; el 38, haber sufrido “maltrato físico/ hostigamiento”; el 17, “abuso/ intimidación sexual”. El 73 por ciento contó que recibió “comentarios inapropiados/ humillantes en la vía pública”, señaló el sociólogo, que en ese resultado observó un cambio: “hay una fuerte visualización ahora de que eso no está bien. Lo que está bien y no está bien va cambiando, y ahora esto de la calle se ve”. Quizá en ese sentido pueda leerse, también, que el 20 por ciento haya dicho que padeció “discriminación/ acoso en el trabajo”.
De quienes dijeron que vivieron una situación que ameritaba denuncia, el 78 por ciento no la radicó. El 34,6 por ciento, aunque inicialmente consideró que era pertinente denunciar, dijo que no fue una situación grave; el 23,3 no denunció por “descreimiento de la efectividad de la denuncia”; el 11,9, por miedo a las posibles repercusiones. El 6,9 por ciento no quería concurrir a la comisaría; el 6,3, por no saber a dónde o a quién acudir; el 3,8, por vergüenza; otro 3,8, por presiones del agresor. “Es curioso cómo lo que inicialmente se considera grave luego se relativiza, creo que eso da cuenta de la naturalización de la situación. Y en segundo lugar, es alta la desconfianza en las instituciones”, observó De Angelis.