RuPaul Charles no necesita presentación: es la drag queen más famosa del mundo. De su aparición en 1989 en el videoclip de Love Shack a cantante del hit Supermodel (You Better Work). De artista del guetto a tener su propio Talk Show en VH1. El estallido final ocurrió al entrar, con su reality RuPaul´s Drag Race, en millones de hogares de personas que no tienen un vínculo cercano con la comunidad LGBTIQ. El mérito de popularizar la cultura drag desde 2009 no se lo quita nadie, pero temporada tras temporada RuPaul fue ganando reclamos y abucheos en el colectivo por acciones y dichos que la ubican como poco aliado de la diversidad. A algunos respondió, a otros no, y más allá de algunos pequeños cambios en sus programas, su esencia de magnética drag mala no cambió demasiado. El 2020 trajo la primera serie de ficción protagonizada por RuPaul: AJ and the Queen. Dirigida por Michael Patrick King, la historia retrata un momento doloroso en la vida de Robert. Marica de día, drag de noche bajo el personaje Ruby Red

El conflicto predecible comienza cuando Robert, feliz de poder construir su propio boliche gay después de trabajar para otrxs durante décadas, es estafado por su guapo novio. En quiebra y con el corazón roto, el protagonista debe volver a empezar desde abajo. En los primeros segundos del primer episodio ya se oye la música que nos quiere hacer llorar. Una cámara lenta muestra a la drag bailando en un show mientras una lluvia de billetes cae del techo y roza uno por uno su peluca color fuego. Es la presentación de un RuPaul que desconocemos: empático, generoso, sin prejuicios, y tan bonachón como aburrido. 

Sin intentar interpretar un personaje, la intención de esta estrella pop, que este año cumple 60 años, es revelar su supuesto verdadero yo: su costado humano. 

Al contrario de las reglas tajantes de su reality, en AJ and the Queen Robert festeja toda clase de cuerpos, de identidades de género y hasta le deja una exagerada propina a una moza de pueblo. En la serie de ficción, mal actuada de principio a fin, el protagonista expone, entre lágrimas, lo difícil que es la vida amorosa y laboral para una drag mayor. Cuando en su reality nunca aceptó a drags entradas en años, y la juventud es un requisito básico para pertenecer, y ni hablar para alzar la corona. Pero hay más: Robert se hace cargo de AJ (Izzy G.), un niño indomesticable y pobre, abandonado por una madre puta y drogadicta, alimentándolo y dándole una educación queer express. La demagogia no necesita ponerse un vestido lleno de brillos para que la veamos acaparar el primer plano. RuPaul parece querer limpiar sus faltas del pasado con una falta mucho más grande: traicionarse a sí mismo con un producto que más que transgredir pretende evangelizar.

Si querés llorar, llorá

Al final del primer episodio, Robert descubre que AJ no es un niño. Es una niña que oculta su pelo largo en un gorro de lana. "¿Por qué te vistes de niño?". Una charla que termina con Robert explicándole que, con él, puede ser lo que quiera. 

"Toda mi vida luché para que no me encansillaran, y ahora intento encasillarte a vos", le dice buscando conmover al público. ¿Cuál es el público de esta serie? Es curiosa esa frase viniendo de la voz de Rupaul. Una de las grandes críticas que carga la creadora del reality RuPaul´s Drag Race es haber obligado a chicas trans a decir en el casting que eran varones cis, haciéndoles ocultar su identidad de género. AJ, finalmente, le dice a Robert que él no desea ser un niño. No quiere ser una niña porque teme le obliguen a hacer cosas que no quiere. Es ahí donde Robert se draguea como Ruby Red para hacer una performance que le demuestre a AJ que puede ser una mujer poderosa y de pensamientos independientes. Hace unos años, RuPaul estuvo envuelto en otro escándalo por prohibirle a una participante, Manila Luzon en All Stars 4, usar un impactante vestido que tenía una toallita gigante con una mancha roja simulando sangre. Una expresión artística para naturalizar cómo hay cuerpos que menstrúan todos los meses. "Es de mal gusto", le respondió RuPaul refiriéndose al vestido.

 Pero entre tanto pinkwashing a RuPaul se le escapó su verdadero yo: aquel que hizo que lxs participantes del reality saludaran a las tropas de marines para celebrar su devoción por las Fuerzas Armadas de USA. La reina drag jamás quiso esconder que es de derecha. Y en AJ and the Queen parece que tampoco: en plena era Trump, el malo de la serie es latino. Más allá de lo que pase por la cabeza de RuPaul, lo triste es verlo más preocupado por lavar toda sombra política o ideológica de su imagen que por hacer una buena serie. Una serie lúdica, intensa, brillante y poderosa. Como supo ser su reality RuPaul´s Drag Race. Aún con esas zonas nefastas que hacen que a algunxs les cueste tragarlo, por mucho glitter que le agreguen.