En Realicó el silencio reina y tiene forma de melancolía. En el extremo norte de la provincia de La Pampa, en este pueblo que es un punto chiquito en el centro de un país inmenso, los pañuelos blancos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo están pintados en el piso de la estación de trenes que ya no funciona. Así como están ubicados, dibujan el mapa de Argentina. Al costado derecho tienen la frase “No nos han vencido” y más abajo la silueta de Emilce Magdalena Trucco, una de las desaparecidas de este lugar durante la última dictadura militar. La obra es de la escultora Angélica Gondean, que junto a su compañero Quique Marzari, sale cada 24 de marzo a recuperar la memoria de un pueblo que no parece tener muchas ganas de recordar.
Emilce está pintada en la estación y también hay pañuelos en la calle, borroneados por el paso de los autos, a la altura de la puerta de la que fue su casa, en la Avenida Mullally 1645, donde hoy funciona un kiosco. Hace poco más de 40 años atrás un grupo de oficiales rompió la tranquilidad de este hogar. Emilce ya no vivía allí, pero era perseguida por su militancia. Se metieron en la casa donde vivía su papá a buscarla, pero no la encontraron. En septiembre de 1977, tiempo después de aquella intromisión bruta, fue secuestrada. Estuvo desaparecida hasta 2011, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó sus restos.
En Realicó hay días en los que el silencio es también angustia.
En este mismo pueblo, Emilce Magdalena Trucco jugó al fútbol en su adolescencia. Una imagen recuperada por el historiador Carlos Rodrigo y Elisa Martinó en su libro “Apuntes para escribir la historia de Realicó - Volumen I” la muestra como parte de un equipo de mujeres que representó a la escuela Nacional de Comercio. Emilce aparece abajo, a la derecha, en cuclillas y con un sweater. No tiene guantes, pero quienes compartieron aquella jornada recuerdan que fue la arquera.
La cita fue en el club Ferro Carril Oeste. En el mismo sitio donde actualmente hay un quincho y una pileta, había un espacio de pasto que daba al alambrado que separa al club de la calle. A la cancha salieron Silvia Rodríguez, Gladys Corral, Laura Trucco y Graciela Ondarcuhú (en la imagen, paradas), Liliana Ayala, Nora Pasquale, Emilce Trucco (en cuclillas). El niño que hizo de “mascota” del equipo es Ricardo Rodrigo, el hijo menor de Carlos, y el DT fue Luis Ibáñez, sobrino de Carlos y compañero de estudios de las jugadoras en el mismo colegio.
La imagen aparece también en la casa de Graciela Ondarcuhú, que hoy trabaja como empleada administrativa en un centro de salud y toma clases de danza. Mientras convida una picada improvisada que incluye salamín, cerveza, papitas y aceitunas, busca aquella imagen para recuperar algunos recuerdos. “Fue un partido para juntar plata para el viaje de estudios, lo hicimos como un juego -dice-. Emilce era más grande que yo. Era una chica muy fina, muy femenina. Estaba lejos de tirarse al suelo”, dice y se ríe, restándole importancia al asunto. Detrás de la foto aparece la fecha: aquel partido fue el 5 de septiembre de 1971, seis años antes de que Emilce se transformara en una víctima del horror con apenas 23 años.
Emilce Magdalena Trucco nació en Realicó el 18 de abril de 1954. Era la hija menor de Miguel Rodolfo Trucco y de Queromilda Vassallo, que venían de familias tradicionales de Realicó y de Intendente Alvear, respectivamente, y que antes habían tenido dos varones.
La familia se asentó en este pueblo fundado el 2 de marzo de 1907. Realicó es un nombre ranquel que significa plato de agua. Con ocho mil habitantes, es un sitio que supo tener una vida relativamente activa con el tren, que circuló desde el año de su fundación hasta la década del ‘80. Aquí, el Caldén es un árbol que es casi plaga: crece en el suelo árido de esta provincia y aguanta las sequías.
Realicó está a 179 kilómetros de Santa Rosa, la capital de La Pampa, y a 95 de General Pico, las dos grandes ciudades que lo rodean. La estación, que se conserva impecable, tiene cerca al molino harinero que supo generar trabajo para los lugareños y que hoy cuenta con una planta de 35 empleados. En esta zona, Emilce Trucco tiene un barrio con su nombre, aunque no haya ningún cartel que lo indique. Se trata de un suburbio de casas que forman parte de un programa de viviendas. Son contados con los dedos de una mano los vecinos y vecinas que saben que el barrio lleva su nombre.
La escuela de Comercio se inauguró el 22 de agosto de 1960 con 25 alumnos. Cuando Emilce egresó de ahí se mudó a Mar del Plata para continuar sus estudios: eligió Psicología.
En el libro “El Informe 14. La Represión ilegal en La Pampa (1975-1983)”, de Norberto Asquini y Juan Carlos Pumilla, aparece la historia de su militancia. Emilce era integrante de la Juventud Peronista y Montoneros. El texto recuerda que a fines de 1975, cuando las fuerzas militares se hicieron cargo de la represión en el país, los militantes de Mar del Plata fueron cercados. Una lista de posibles integrantes de Montoneros fue publicada en los medios y entre los 59 nombrados estaba Emilce Trucco. Antes de ser detenida, estuvo oculta en un campo cercano a Realicó. En los meses previos a su captura, personal al mando del mayor Juan José Amarante realizó varios operativos en la casa de su padre y en otros puntos de esa localidad.
El 8 de diciembre de 1977, el mismo día que en la Ciudad de Buenos Aires fueron secuestradas en la Iglesia de la Santa Cruz las monjas francesas Leonie Reneé Duquet y Alice Domon, junto a Azucena Villaflor de De Vincenti, la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, y otras ocho personas, mataron a Emilce Trucco. En Berisso, cerca de La Plata, fueron encontrados acribillados cinco cuerpos. Desde el Equipo de Antropología Forense determinaron que se trató de un enfrentamiento fraguado en el que asesinaron a Florencia Cecilia Arzeno, Miguel Angel Siddi, Orlando Víctor Galván, Arturo Masciantonio y Emilce Trucco.
La práctica impune era común: muchos secuestrados eran llevados a centros clandestinos donde eran interrogados y torturados. Estaban cautivos y después se los trasladaba hasta un descampado donde eran fusilados. Puertas afuera, los militares simulaban un enfrentamiento. Así lo daban a conocer a la prensa.
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En Realicó se conocen todos. Los nombres y los apodos aquí se dicen con el artículo adelante. A La Emilce le decían “La Lunga”. Era alta, delgada y rubia. Quienes la recuerdan coinciden en que era “una chica fina, de rasgos y gestos delicados”.
Carlos Rodrigo, que se define como “historiador de oído” porque es autodidacta (en su época aquí sólo había escuela primaria) dice que hasta que ingresó a la Municipalidad en 1973, Realicó no tenía historia. Rodrigo, que tiene 81 años, llegó a ser intendente y de joven trabajó como periodista. Fue a cubrir aquel partido entre mujeres para el diario Primera Hora de General Pico junto con un fotógrafo que era corresponsal de La Reforma, otro periódico de la misma ciudad.
“A Emilce yo la conocía desde chiquita. De hecho era vecina de Elisa, mi esposa, y cuando nos casamos nos trajo de regalo una fuente. Era muy buena chica. Aquel día fue la arquera. Y le tiraban pelotazos. Pero ella, siempre elegante, era femenina hasta para agacharse a buscar la pelota adentro del arco”, cuenta.
Rodrigo es peronista y recuerda que en aquella época no había organizaciones políticas en Realicó: con el peronismo proscripto, un puñado de militantes se reunían en el sótano del Hotel Victoria, hoy desaparecido. Dice que los hermanos de la madre de Emilce también eran peronistas.
Y vuelve al partido, que según su memoria fue contra un equipo de Rancul, una localidad que está a 40 kilómetros de aquí: “Jugaron cinco contra cinco y las chicas del Comercial perdieron por seis o siete goles. La vi agacharse a Emilce muchas veces a buscar la pelota al fondo de la red”.
Gladys Fredes, una amiga de Emilce, dice que en aquel partido atajó con medias cancán porque “quería tapar la blancura de sus piernas”. Recuerda que las medias se le rompieron todas, que le quedaron llenas de agujeros. Y le vienen a la cabeza los momentos por fuera de aquel juego de chicas: cuenta que se juntaban a dormir la siesta, que iban a bailar a La Farola, un boliche que quedaba frente al Banco Nación, en un sótano. Y que la mamá de Emilce había fallecido cuando ella era chica.
“Jugamos con un equipo de Rancul, fue un partido que nos hicieron como diez goles”, dice Silvia Rodríguez mientras mira la imagen. Y hace fuerza para ordenar y reconstruir los recuerdos: “Me acuerdo las goleadas que nos han hecho. Pero no jugábamos ni para la escuela ni para un club. Yo soy más chica que Emilce, pero me sumé a los partidos que ellos organizaban para juntar fondos para el viaje de estudios”.
Para Silvia no fue un solo partido sino que “habrán sido tres o cuatro”. “Jugábamos todas las de la foto -dice-. Nos entrenaban el Luis Ibáñez y el Cacho Mauri. A la mañana íbamos a la escuela y a la tarde nos hacían entrenar. Yo chocha porque a mí me gustaban todos los deportes”.
Mauri es el padre de dos varones futbolistas y en la actualidad tiene un desarmadero en Realicó. Coincide en que aquellos partidos se organizaron para juntar dinero para el viaje de egresados que finalmente se concretó: dice que fue idea suya y de Luis Ibáñez, y que esos duelos entre mujeres atrajeron mucho público. Por ende, pudieron juntar el dinero suficiente. Cuenta que armaron dos equipos: Luis dirigía al de Emilce y él al otro. No recuerda un registro fotográfico de sus dirigidas.
Laura Trucco es prima hermana de Emilce y nunca había pateado una pelota hasta aquel partido. “Fue un acto de transgresión”, dice. No se acuerda en qué puesto jugaba cada una, pero sí que su profesor de inglés estaba allí y se rió en una jugada que la vio cabecear: “Yo era la que iba a la bandera, estudiaba inglés, era correcta. Tendría 15 o 16 años en aquel momento. En el colegio jugábamos al cesto, nos faltaba calle”.
En la actualidad, Laura es arquitecta. Egresó de la secundaria en 1975. Después se mudó a Córdoba y volvió a Realicó en 1984. Cuenta los detalles que recuerda de aquel partido, pero prefiere no hablar de Emilce.
En Realicó hay historias que todavía duelen.
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Entre las calles anchas del pueblo la memoria toma, por momentos, forma de fantasma. La historia de Emilce Trucco -la sola mención de su nombre- genera miradas desconfiadas. Gladys Sago, directora del diario La Voz de Realicó, un periódico con más de 83 años, dice que aquí hay algo que flota en el aire: "Existe el 'de eso no se habla'".
En Realicó hay otros dos militantes desaparecidos: Andrés Sangiorgio y Miguel Angel Gallinari, que no nació allí, pero vivió durante su infancia. Gondean, la artista que cada 24 de marzo hace actividades para recordarlos, coordinó un trabajo que hicieron alumnos del colegio secundario Witralen: una obra con los pañuelos blancos de las Madres y las Abuelas que permanece en el hall de la escuela. La tarea se llevó el primer premio de un concurso organizado por el Ministerio de Educación y Derechos Humanos del gobierno provincial. Allí, las pibas y pibes pegaron la foto de los tres militantes y escribieron unas líneas de la historia de cada uno.
En Mar del Plata, en la Facultad de Psicología de la Universidad nacional, donde Emilce estudió, un grupo de alumnos, docentes y graduados se dio el trabajo de recuperar legajos de desaparecidas y desaparecidos de la carrera para continuar con un trabajo que se había iniciado desde el regreso de la democracia. El de Emilce Trucco era el número 1396.
La imagen, su foto carnet, es distinta a la que circula en internet: tiene el pelo recogido y el rostro serio. Parece más grande. El legajo da cuenta de que allí vivió en las calles Belgrano 2374 y Falkner 4820 y que cursó la carrera hasta el tercer año.
Los psicólogos Diego Naddeo y Damián Rodríguez cuentan que hasta el momento no lograron encontrar testimonios de compañeros de facultad de Emilce. Entre varias suposiciones que manejan, creen que por seguridad, en la facultad, muchos militantes no decían sus verdaderos nombres o se conocían por sobrenombres en la época más atroz de la dictadura.
El acta de inscripción a la carrera es del 26 de febrero de 1972 y estaba junto a su certificado de estudios secundarios, que da cuenta de sus buenas calificaciones. Emilce se destacaba en Educación Democrática, Cultura musical, Castellano, Geografía y Educación Física; y su promedio era más bajo en Matemáticas e Inglés.
El último final que rindió fue el de Psicología General 2, el 23 de diciembre de 1974. Cinco días antes había aprobado Antropología Filosófica. Le quedaban menos de dos años para recibirse.
La carrera de Psicología pertenecía a la Facultad de Humanidades y el ingreso fue cerrado en 1975. La inscripción se abrió en 1986. No fue la única: hicieron lo mismo con Filosofía, Antropología, Ciencias Políticas, Sociología y Ciencias de la Educación; carreras perseguidas por estar integradas por estudiantes que militaban en distintas organizaciones políticas.
“Para nosotros es necesario recuperar la memoria de estos compañeros, que lucharon y pensaron que la psicología tenía la potencia para transformar la realidad”, dice Naddeo. Psicología tuvo 29 detenidos desaparecidos y asesinados entre 1975 y 1983.
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Algunas de sus compañeras recuerdan a Emilce como una joven de carácter. “Era rebelde”, dice Gladys Fredes. Y Cacho Mauri agrega que siempre fue “media como impulsiva”. “No era una chica aplacada. Tenía decisión, carácter. Después de la secundaria no la vi nunca más. Al tiempo me enteré lo que había pasado”, cuenta.
En Realicó hay mujeres y niñas que juegan al fútbol. El Recreativo Juniors tiene escuelita, Ferro -donde Emilce
atajó- también y el Club Sportivo Realicó tiene la disciplina para mayores de 16 años. Además, cuenta con una subcomisión de fútbol femenino que armaron las propias jugadoras. Participaron de la última Liga Provincial de fútbol 8 y se entrenan tres días por semana.
Quién sabe, la estela de quienes abrieron la cancha haya iniciado este camino. Sin saberlo, Emilce Trucco y sus amigas jugaron al fútbol unos meses después de que se disputara el Mundial de mujeres de México 1971 en el que una Selección argentina fue la primera en ganarle a Inglaterra en una Copa del Mundo. Sin saberlo, en este pueblo que es un punto chiquito en el centro de un país inmenso, ellas también escribieron la leyenda.
En Realicó hay días en los que la memoria parece hacer paredes con la historia para dejar impregnado en el aire que está prohibido olvidar.