Desde hace once años el Teatro Mandril realiza actividades culturales en pleno barrio de San Cristóbal. Además de funcionar como sala de teatro, la cooperativa de trabajadores que se encarga del lugar lo define como "un espacio cultural, escuela de artes y oficios". Como muchos otros espacios independientes, el Mandril tiene problemas con la propiedad del inmueble que alquila desde su fundación. A mediados de 2019 el dueño del "galpón", como llama al edificio Santiago Mazzanti, miembro de la cooperativa, les anunció su decisión de vender el inmueble en marzo de 2020, por una suma en dólares imposible para la organización. Ante la ausencia de ayudas del Estado, el Mandril decidió llevar a cabo una novedosa "campaña de financiamiento colectivo" denominada "Soberanía Cultural".

Sobre Humberto 1º, a media cuadra de Avenida Jujuy, una cortina de chapa abre paso al Teatro Mandril, un gran galpón dividido en dos salas y un bar. Detrás del escenario de la sala de teatro, el espacio se abre hacia el salón donde la cooperativa realiza otras actividades: talleres, danza, circo, acrobacia, etc. "Antes del Mandril la gente del barrio no tenía acceso a la cultura", señala Mazzanti en diálogo con Página|12 "por eso para nosotros es importante mantener la territorialidad, podríamos alquilar otro lugar, pero no queremos irnos de acá". Según un informe de la Universidad de Tres de Febrero, cerca del 47% de los espacios culturales están centralizados en los barrios de Palermo, Almagro, Villa Crespo y Balvanera, por esta razón, Mazzanti afirma que "es importante estar en la periferia".

Consultado por el rol del Estado ante la situación del edificio, Mazzanti afirma que no recibieron ninguna ayuda, ni de parte del gobierno nacional ni del porteño. Por esta razón, decidieron emprender "Soberanía Cultural", un proyecto de "financiamiento colectivo" con particularidades novedosas: "en el circuito independiente de Capital circulan habitualmente cien mil personas y casi treinta vienen por año al Mandril; el aporte que se establece en la campaña es de 250 pesos por persona, con lo que podríamos llegar al número que nos piden", detalla Mazzanti y agrega que "si llegamos, el 95% será utilizado para la compra y el 5% para financiar proyectos culturales; de no llegar, el 95 será para proyectos y el 5 para nuestra mudanza".

Además, Mazzanti se encarga de aclarar que "el edificio sería comprado por la cooperativa y no por las personas en particular; si el día de mañana dejamos el espacio no vamos a tener autoridad para venderlo y quedará en manos del Estado. Esto lo hacemos porque nos interesa preservar el lugar para la cultura. Por reglamento podemos establecer que si nos vamos el Estado tenga que destinar el espacio a actividades culturales". Desde la cooperativa afirman que el número de aportes es impactante pero, aún así y debido a la fuerte devaluación, todavía se encuentran lejos del número: "a la solidaridad se la comió la inflación".

Informe: Santiago Brunetto.