Ya empiezan a llegar a la redacción los libros del 2020. Baltasara Editora, una muy activa editorial independiente rosarina, acaba de publicar "Boab", segundo libro de la escritora Nadia Isasa (Rosario, 1979), y que es su primera obra en narrativa de ficción. Licenciada y profesora de Letras por la Universidad Nacional de Rosario, Isasa es autora además de "Yo bastardo: Derek Walcott, literatura y decolonialidad" (2018), su tesis de grado.
"Boab", nombre de las flores del baobab, cuyo fruto "no cae lejos del árbol, pero cae" (alegoría que constituye el meollo de uno de los cinco cuentos del libro) se presentará el viernes 20 de marzo a las 19 en Mal de Archivo (Moreno 477, Rosario). Acompañarán a la autora las escritoras Andrea Ocampo y Laura Rossi, y la editora, Liliana Ruiz.
En un breve prólogo al libro, la escritora española Luisa González señala el "tono mítico" de algunos de sus pasajes e insiste en el simbolismo del árbol africano en cuestión (como africano es el linaje del poeta caribeño Walcott, si hubiera que establecer vasos comunicantes entre ambas obras) y que lamentablemente es la zona más débil de esta selección de relatos, la más difícil de extrapolar desde la novela familiar y personal.
Los cuentos "Boab" y "Cartón mal pintado" exploran conflictos intrafamiliares entre mujeres de dos generaciones signadas (en el segundo relato) por la manía del acopio: un rasgo obviamente fundado en la pobreza material ancestral pero que aquí no se explora desde la sociología, sino desde un manojo de emociones mal disfrazadas con un atuendo ficcional donde resuena una versión estereotipada (¿racista?) de madre judía.
Son los relatos 1, 4 y 5 los que arman la estructura vigorosa y vibrante del brillante libro que hubiera podido ser. Dos de estos tres cuentos (el primero y el último) se conectan entre sí a través de un indicio: un Renault 4 rojo, el auto que adquiere la protagonista de "Lo verde llano se abulta", el resultado de cuya frenética fuga nos es mostrado al fin en "Una encarnadura en pena". Por su parte, "Partículas en el aire" desarrolla lo que podría ser una especie de precuela de ambos episodios. Si 1 y 5 están ambientados, sutilmente (lo va adivinando el lector informado), en el paso de la primera a la segunda mitad de la década del '70 en un pueblo perdido de la pampa gringa argentina, el cuento 4 denuncia en sordina lo que perdió la niñez desamparada con la caída del gobierno peronista. En ninguna parte del relato se nombra a Juan Domingo ni a Eva Perón, pero se alude a "el Viejo" y se abunda en detalles dolorosos de instituciones estatales arrasadas, vueltas a capturar por la lógica ambigua de la "beneficencia". Hay que leer entre líneas para ver en filigrana los espectros de la historia reciente, y conectar los puntos por los cuales el despojo causado por el golpe de 1955 (que guarda similitudes con las elecciones de 60 años después) marcó la infancia de los jóvenes mártires de la utópica patria socialista.
El modo de narrar de Isasa es oblicuo, como susurrante, y a través de contraseñas que son hábilmente disimuladas va traficando los sentidos y sentires del pueblo oprimido, en especial su zona más agobiada: las mujeres y niñas de pueblo. Astucias del débil, se diría, como la de una enfermera rural llamada Amparo (anacrónicamente apodada "Ampi", como en la cotidianeidad post SMS) y que no espera a quien la lleve por la ruta sino que echa a andar: "Que la suerte te encuentre andando", resuena el eco de su abuela mientras camina. Como enfermera y peregrina le toca ser testigo de horrores que no comprende, en un clima ominoso cuyas claves se encuentran fuera de la obra.
Al fin se compra un auto con su sueldo; el R4 se cruzará de lejos con las peripecias de otra mujer sola, llamada Alma. Amparo y Alma representan sujetos históricos femeninos diversos: la hermana de la militante, la esposa del militante. Son representaciones ricas y convincentes de aquellas mujeres luchadoras del día a día a quienes las grandes luchas y las feroces represiones que siguieron lastimaron de costado, como quien recibe el barro de la banquina mientras camina de la casa al trabajo con las orejeras puestas. Si todo el libro fuera la novela de Alma y de Amparo, hubiera sido excelente.