Este Manifiesto es una intervención política decidida a ir junto a todos los movimientos anticapitalistas del mundo. Su publicación es producto del trabajo que realizaron las norteamericanas Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser, luego de haber formado parte de la organización de la masiva huelga de mujeres el 8 de marzo del 2017 en los Estados Unidos.
Estas autoras, militantes feministas, intelectuales, académicas, marxistas y socialistas estadounidenses, proponen un feminismo anticapitalista porque consideran al capitalismo como el responsable de la mayor crisis económica, ecológica, política y del cuidado que viven las sociedades en su conjunto.
Estas militantes van de lleno a la encrucijada dentro del propio feminismo, dividiendo las aguas entre un feminismo radical (para el 99 por ciento, al cual adhieren) y el feminismo liberal (para el 1 por ciento). Ellas se despegan del feminismo liberal al considerarlo parte del problema porque no busca eliminar las diferencias de clase, sino sólo empoderar a algunas pocas mujeres ya privilegiadas para que logren llegar a los puestos gerenciales, dejando debajo de la pirámide a la gran mayoría de las mujeres. Incluso delegando en estas mujeres de los extractos más bajos, migrantes en su mayoría, las tareas domésticas y el cuidado de sus hijxs y/o adultxs mayores por magros salarios. Este feminismo liberal hace comunión con los intereses neoliberales confundiendo derecho a trabajar con progreso individual.
Mientras que por otro lado está el feminismo anticapitalista, al que adhieren las autoras, el cual está reiventando la huelga. El puntapié inicial fue en Polonia en el año 2016 donde se organizó una huelga feminista contra la penalización del aborto. Mientras en el mismo año, en Argentina, se organizó el #NiUnaMenos a partir del femicidio de Lucía Pérez. Recordemos que sucedió en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, donde desconocidos la drogaron y abusaron sexualmente de ella hasta matarla, convirtiéndose en un caso testigo sobre la forma en la que están tipificados los delitos sexuales debido a que los acusados fueron condenados por la venta de drogas pero no por el abuso sexual y su asesinato. A partir de esto, el 5 de diciembre de 2018 después del fallo, el colectivo feminista #NiUnaMenos, sindicatos y organizaciones sociales de Argentina realizaron un “Paro Nacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans”, en repudio al fallo y reclamando "¡Justicia por Lucía!".
Las escritoras nos recuerdan que el 8 de marzo del 2017 activistas de muchos países decidieron parar en conjunto reanimando las movilizaciones de mujeres trabajadoras de principios del siglo XX y destacan que “el feminismo radical del período anterior había surgido en la década de 1970, en la cresta de una ola muy poderosa de luchas anticoloniales y en contra de la guerra, el racismo y el capitalismo”. Mientras que esta nueva ola, mucho más globalizada gracias a las redes sociales y los desastres a nivel mundial que genera el capitalismo, que además necesariamente es machista y patriarcal, se convirtió en esta marea que fue atravesando fronteras de América y de Europa, del norte y del sur.
Las autoras sostienen que siempre hubo opresión, pero lo que varía son las formas. La característica del capitalismo es que genera una producción de ganancias bajo la opresión de género, es decir, acumula beneficios privados en pos de la explotación siendo el sexismo el marco de su estructura y no un defecto secundario. Por lo que la violencia de género forma parte de un orden social necesario donde el trabajo de las mujeres es funcional a la acumulación del capital.
El capitalismo logró dividir la producción de mano de obra (la gestación y crianza de lxs futurxs trabajadorxs) de la producción del trabajo, dejando de este modo a las mujeres en desigualdad de condiciones por no pagarles el trabajo de cuidado que realizan en el hogar.
Por eso estos paros de mujeres ponen en evidencia el trabajo que hacemos y la invisibilización del trabajo doméstico que es retroalimentado por el sistema capitalista, al cual le es funcional para su mantención, fomentación y su beneficio. Las huelgas, el paro de mujeres y las movilizaciones representan una potencia política no partidiaria y es un modo de responder a esa opresión sexista y androcéntrica.
Por otro lado, denuncian que la violencia económica está siendo la “deuda”. Los endeudamientos en créditos a pagar son hoy una nueva y otra forma de explotación financiera que encaran los sectores vulnerables y no asalariados para la mantención básica de alimentos, vivienda, educación y salud. Este nuevo sistema financiero endeuda a un sector de la población, mayoritariamente mujeres, que no tienen sus necesidades básicas satisfechas y está sin trabajo o con trabajos informales. El mismo sistema capitalista está endeudando a los más pobres para que puedan sobrevivir y a la vez hay una deuda externa de los países menos desarrollados que les impide invertir en servicios públicos, salud y educación. Dejando a estos estados a merced de las grandes corporaciones económicas que arrasan con su medio ambiente y los someten a constantes desestabilizaciones financieras e institucionales atentando, en muchos casos, contra las democracias y la paz.
Finalmente este manifiesto sostiene que el feminismo debe unirse a otros movimiento que luchan contra el capitalismo. El feminismo del 99% incluye también a los hombres, es ecologista, antirracista y anticapitalista. Esta contra todo tipo de violencia y cree que “la mejor manera de promover la solidaridad de clase es reconociendo las importantes diferencias que hay entre nosotrxs”.
Somos las mujeres las más vulnerables y expuestas a las políticas de violencia neoliberales, capitalistas, patriarcales y coloniales, pero a la vez somos el mayor frente de resistencia. En cada ola vamos generando más anticuerpos y nuevas gramáticas de lucha. No dejamos de despertar para lograr que el derecho de algunas sea el derecho de todxs y alcanzar una transformación socio cultural que combata esta epidemia capitalista. Este manifiesto es una intervención.