En 2012, la autora alemana Mithu Sanyal sorprendía al mundo con Vulva. La revelación del sexo invisible (Anagrama). Allí recorría prostíbulos, hablaba con mujeres, médicos, educadores y artistas y analizaba las representaciones en la historia de la concha, sacralizada y demonizada hasta el hartazgo, pero sobre todo insistía en el hecho de que sobre la vulva no hay simbología, a diferencia de la saturación de pitos al viento que todes vemos desde nuestra infancia. A un grupo de científicas les pidió que dibujen penes y los hicieron respetando toda su morfología, pero ¿qué pasaba con las vulvas? Se preguntaba Sanyal: “¿Por qué mujeres muy formadas podían reproducir genitales masculinos sin problemas al tiempo que sus propios genitales les resultaban tan extraños y misteriosos que ni siquiera podían dibujarlos rudimentariamente? Al pensar en ello, advertí que, con la salvedad de las ilustraciones médicas, tanto ellas como yo sólo podíamos ver imágenes de la vulva como productos de las industrias del porno y de la higiene”. Apenas ocho años más tarde, podemos ver que esa era está terminando, que las vulvas ya no son mala palabra y que los mitos en torno a la sexualidad femenina van cayendo uno a uno. Desaprender un modelo impuesto y formar uno nuevo, diverso y libre es parte de la revolución que hoy tiene a la vulva en primer plano.
Partimos de la base de que hay personas que tienen vulva y no son mujeres, hay mujeres sin vulva y todes estamos hechos para tener sexo con todes. Dicho esto, se puede observar que la mayor parte de las razas aborígenes de Latinoamérica tenían algún tipo de veneración de la sexualidad femenina, en sus representaciones se ven caídas, pulposas, rosas, marrones, grandes o chicas pero están presentes. Algunas tribus mostraban sus vulvas a las cosechas para que crezcan mejor. En Europa, en cambio, las representaciones exhibían a varones desnudos pero nunca a personas vulvo portantes. Con lo cual la pista colonizadora mucho tiene que ver con este tabú alrededor de la concha. Se decía que los genitales femeninos eran una versión atrofiada de los masculinos y si bien esa versión tiene miles de años, hay gente que hoy en día piensa que el clítoris es un pene trunco. Y las narraciones circulantes que acompañan el temple masculino hablan de espíritus más apasionados, visuales, temperaturas corporales más altas, por ende… se supone que ellos tienen más deseo sexual que el resto. Lo cierto es que hay personas con más o menos deseo sexual independientemente de lo que tengan entre las piernas, e incluso a lo largo de la vida nadie tiene el mismo nivel de calentura. Lo que sí es verdad es que muchas personas tienen bajo deseo sexual por la cantidad de años de represión y miedos sobre la propia sexualidad. Personas que nunca se masturbaron, que nunca se miraron al espejo, ni siquiera se tocaron o intentaron por todos los medios tapar el olor que sube desde abajo. Personas que llamaron durante toda su vida, a sus vulvas, con nombres extraños o simplemente “vagina”.
La vagina forma parte de la vulva, pero ¿qué es la vagina? Es el agujero por el que sale la sangre menstrual, los bebés, entran los dildos, los dedos o los vibradores, un canal, un tubo fibroelástico que conecta el exterior con el útero: eso es lo único que se llama vagina. Todo lo demás es vulva (clítoris, labios externos, internos, uretra, etc), a diferencia de lo que nos enseñaron en la escuela. Pochola, cola de adelante, conchita, chucha, ranita e incluso vagina. ¿Por qué tantos eufemismos o reduccionismos? Porque la vagina es la que garantiza la reproducción y es la que le da el placer a un varón cis. Decirle vagina a todo es quitarle su poder real, su dimensión compleja, y ese entramado maravilloso que es el clítoris, responsable de nuestro placer. Vagina viene del latin y significa vaina, estuche, así que más claro…
El clítoris es apenas una montañita para afuera (en algunas más grande, en otras muy chiquita) pero internamente es gigante: tiene brazos y bulbos internos con 8 mil terminaciones nerviosas. Es el único órgano humano destinado exclusivamente a dar placer y por eso portante de tantos mitos. “Teta del diablo”, “evidencia satánica”, “pene inacabado”... Hubo que esperar hasta 2010 para que la ciencia pudiera dar con su anatomía y representarla tal como es: fue la uróloga australiana Helen O’Connell a quien se le atribuye la primera imagen en 3D de un clítoris estimulado, comunicado con más de 15 mil terminaciones nerviosas en la región pélvica. La investigadora francesa Odile Fillod diseñó una herramienta –gratuita, que puede bajarse online– de una escultura o modelo de plástico biodegradable, anatómicamente correcto, a escala real, del clítoris, que se erecta y se llena de sangre igual que el pene pero con mucha más potencia y sensibilidad… Como se puede ver en el modelo creado por Fillod (foto) los bulbos abrazan la vagina y está formado por cuerpos cavernosos y cuerpos esponjosos que son tejidos eréctiles: cuando no estamos excitadas la sangre entra y sale por estos capilares, cuando nos empezamos a excitar hay un músculo que traba la salida de la sangre y los bulbos empiezan a crecer. La escala real del clítoris puede medir entre 10 y 13 centímetros, y durante la excitación puede crecer entre un 50 y 300 por ciento, entonces los cuerpos cavernosos se van engordando y se erecta todo el clítoris. Para que todo se erecte se necesita medio litro de sangre, para que un pene se erecte se necesitan entre 80 y 90 cm cúbicos. En promedio, a toda esa sangre le lleva entre 20 y 25 minutos llegar a la entrepierna. Y recién cuando todo está inflamado la penetración puede llegar a ser placentera o no: hay quienes la necesitan en conjunto con la estimulación clitoriana, y quienes no la necesitan en absoluto. Hay estudios que afirman que solo un 18 por ciento de las personas que tienen vulva llega al orgasmo a través de la penetración, el restante 82 dicen no necesitarla o necesitarla en conjunto con estimulación clitoriana.
La clave es vulvanizar
“Soy nada más una persona a la que la sexualidad la interpela y la atraviesa”. Así empieza Tati Español su Taller de Vulva, el resultado de años de investigación que sin un marco académico y por el propio peso de su trabajo buceando en libros y redes, se resume en cinco horas de conocimiento vibrante sobre la vulva, ese que fue retaceado durante tantos años pero ya no más…. “Es información que está debajo de miles de capas de patriarcado” dice después de uno de los encuentros, un sábado de la tarde a la noche en un bar de Palermo. Si bien no es sexóloga, trabaja con ellas y resalta que es una especialidad que, además de faltarle profesionales con perspectiva de género, se llega después de años de cargar dudas, estigmas o mochilas pesadas. “Habría que ir apenas sentimos algo que preguntar”. El vaginismo, por ejemplo, es una contracción involuntaria de los músculos de la vagina y motivo de preocupación y angustia de un montón de pibas que, si se sintieran habilitadas para hablar abiertamente de lo que les pasa podrían solucionarlo en cuestión de meses y sin ningún tratamiento tortuoso.
La idea es que sea una charla lo más vivencial posible, que todo el mundo aporte, cuente, discuta, interrumpa. “No nos enseñaron a hablar de nuestra sexualidad. Recién estos últimos años fueron de apertura. Venimos cargando un peso enorme y contar algo tiene un poder enorme, porque siempre hay alguien que le pasa lo mismo que a una” dice. A las charlas van personas trans, lesbianas, mujeres, varones trans que tienen vulva, y mujeres trans que no tienen vulva pero les interesa igual. “A mí lo que no me interesa es que vengan varones cis, todo lo demás bienvenido” explica Tati y muestra la plataforma desde la cual empezó todo, su cuenta de Instagram con su nombre. Por hablar de un tema ¿tabú? no puede pautar en la red social y su cuenta tiene un bloqueo parcial, es decir que hay que buscarla para que aparezca. Da charlas en bares, centros culturales y en casas particulares, si la contratan, y siente que la información sobre el placer sexual alrededor de la vulva es un privilegio, “pero no termino de entender un privilegio de qué, porque no es un privilegio de clase, de hecho al contrario a veces me contratan de manera privada por gente que no quiere venir a las charlas: me he encontrado en charlas en La Horqueta y sabían mucho menos que chicas de clases más populares. Hay una negación absoluta sobre que las mujeres nos hacemos la paja. Hay mucha gente que no se toca, pero obviamente es por represión. O muchas veces cuando hablo del clítoris como esa montaña de placer que está ahí escondida me dicen “pero yo no la tengo”, y todas la tienen, eso es porque no se la miran”.
Para ella, la clave es vulvanizar, es decir frotar la vulva contra lo que sea: un pito, una cola, un juguete, otra vulva o lo que sea. Y entender que cada vulva es particular como lo es una cara: todas tienen nariz, boca y ojos pero la distribución, geometría y geografía es diferente en cada una. “Está quien tiene terminaciones nerviosas que llegan a la vagina y entonces siente un montón en la penetración y está quien no. Y los brazos del clítoris pueden llegar hasta el ano y dar un enorme placer. Quien puede llegar a orgasmos anales es porque tiene todo acomodado de cierta forma que hace que se estimule el clítoris de esa manera pero es importante saber que todo orgasmo es clitoriano. De todas formas para mí nuestro mayor órgano sexual es el cerebro, si el cerebro no quiere no hay chance pero todo lo físico pasa ahí. Vos podés calentarte cuando te tocan los pezones pero la sangre va al clítoris. Hay gente que acaba con un beso, durmiendo, en el gimnasio, en fin… Lo que tenemos las personas que tenemos vulva es que cada una llega al orgasmo de distinta manera y eso es lo que más complejidad tiene.
--¿Y la eyaculación?
--Sucede y es re normal pero no le sucede a todo el mundo. Hay algunos estudios que dicen que les pasa a todas pero muchas eyaculan retrógradamente y después sale con la orina. Es una investigación pero hay muy poca data sobre el tema y es complejo. Yo pensaba que era algo del porno re exagerado y después lo intenté y salió: como todo es diferente en cada persona, a algunas les da placer y a otras nada. Puede salir por las dos glandulitas que están al costado de la uretra o sale por la uretra. Es un líquido blancuzco y en algunas puede ser súper abundante y en otras más discreto. Las generaciones más grandes no lo vieron nunca en ningún lado y toda la vida pensaron que se hacían pis, pero las generaciones más chicas lo vieron en el porno, y en cualquier caso la pregunta es “si no eyaculo, ¿no acabo?” Nuestra eyaculación viene de lo que se describe como el punto G pero yo considero que es todo un órgano y que es nuestra próstata: todo un órgano que está alrededor de nuestra uretra y tiene varias funciones; nos enseñaron a decirle punto G pero es todo un territorio y es muy distinto en cada persona. Es como un tumulto de glándulas prostáticas. Ahora se está diciendo que no existe pero es porque algunas lo tienen más atrás otras más adelante, y la ciencia espera que sea igual en todas y eso es imposible.
--¿Qué fue lo que más te impacta que no se sepa?
--Varias cosas. Una que es terrible es que hay un montón de gente que no entra en el concepto de concha hegemónica y se la pasa sufriendo. No tiene la concha que se ve en el porno: y si no tenemos sexo con otras personas con vulva no las vemos. Los varones se ven entre sí, nosotras no siempre, y quien tiene algún rasgo que no encaja en la peli porno la pasa muy mal, o me escriben y me dicen siempre creí que mi concha era fea y nunca me había animado a preguntarlo. Hay vulvas que tienen los labios internos más largos, u otros colores, otras formas…. muchas situaciones. También me dicen: Tengo fantasías machistas y soy feminista o ¿cómo deconstruyo mi deseo? Y a veces no hay que hacer nada de eso porque la fantasía es fantasía, no hay por qué juzgarla, ni siquiera por qué contarla. Disfrutemos mientras nos deconstruimos, porque recién estamos saliendo de las prácticas patriarcales. De lo que hay que liberarse es de la culpa. De hecho el desfasaje entre la fantasía y la realidad es enorme, como coger en la playa, es un asco en la realidad. Hay mucha gente con miedo de sus propias fantasías y eso se tiene que terminar”.
Según Tati, la gente que nunca se masturbó es un montón y muchas veces son las que nunca tuvieron orgasmos. “Algo que me llama mucho la atención es chicas que hasta que no fueron penetradas vaginalmente se consideraron vírgenes y eso les impidió darse cuenta que eso que les había pasado por ahí con una chica, frotarse por ejemplo, era sexo. Esta historia me la contaron muchas veces. En este mundo falocéntrico consideramos que sexo es la penetración y todo lo demás es juego previo”
Qué bien se te v de vulva
Hay una rama que está de moda que es la ginecología estética, que vive de decirle a la gente cómo tiene que ser la concha. La operación más conocida es la labioplastía (está siendo una de las más populares en la Argentina), que recorta los labios internos a la manera de las actrices porno. También están las inyecciones de ácido hialurónico en el glande del clítoris “para acabar más rápido” porque todavía se piensa en los tiempos y estímulos del varón. Es difícil ver una película o una serie donde dos personas no acaben al mismo tiempo, que es básicamente lo que sucede casi siempre en la vida real. Pero la vela aromática con olor a vagina de Gwyneth Paltrow fue sold out en cuestión de horas en su sitio Goop, al tiempo que Eryka Badu está lanzando un incienso "con el dulce aroma de mi concha": es tendencia y tema de culto, como el shop de The Vulva Gallery, los consejos de Vulva Furiosa o el perfume con aroma a concha que se agota en Amazon cada vez que vuelve a estar a la venta.
La argentina Dalia Walker, responsable de Somos Fe y autora de Bruja Moderna, llega el 12 de marzo al Konex para poner su podcast sobre la concha en vivo, a las 21 horas y con invitada sorpresa. “Empezamos con un grupo de whatsapp que se llamaba “concha alert”, amigas que salíamos a tomar birra los jueves. Una decía que la concha te tiraba una alerta cuando sabía lo que era bueno para ella y nos quedamos con ese concepto porque nos pareció genial. Lo ponemos en práctica: la sabiduría de la concha. De ahí salió el podcast, de esas charlas que derivaron en una mini prueba de cuatro episodios. Hoy en día nos damos cuenta que ese nombre que nos daba vergüenza cuando arrancamos porque era muy disruptivo hoy es moda. Ella, Laura Passalacqua y Jimena Outeiro crearon los segmentos “concha-puta”, “concha monógama” y “concha pajera”. El primero explotó con el tema de la híper sexualización de las mujeres, el usar puta como un insulto y la privación del placer en función del placer de otros. En Monógama hablaron de los vínculos abiertos y en Pajera hablaron de todos los dildos disponibles en el mercado y de cómo se hacían la paja. “Fue un boom. Nadie hablaba de eso y para nosotras era re normal. Concha se trata de lo que nos está pasando, lo que está en el inconciente colectivo: proponemos temas alrededor de la concha y los hablamos porque la concha fue silenciada toda la vida, hay que hablar de ella porque hay que hablar de nosotras. Estamos acostumbrades a ver pijas dibujadas en los bancos de las escuelas pero nadie dibuja una concha, no hay nudes de conchas, hay nudes de pijas. Es ir cambiando el mundo, aunque nosotras no decimos nada del otro mundo, es agradecido por mucha gente que siente que no se dice en ningún lado”. Dalia y Español coinciden: salir de la heteronorma ayuda un montón a disfrutar de la sexualidad y a que la v de la victoria sea también v de vulva.