En un Luna Park repleto estrenó el jueves Sép7imo día, no descansaré, el espectáculo del Cirque du Soleil inspirado en la música y en la estética de Soda Stereo, producción de Pop Art y la compañía canadiense, en la que participaron activamente Zeta Bosio, Charly Alberti –presentes en la noche de la première, como la madre y los hijos de Gustavo Cerati– y Adrián Taverna, histórico ingeniero de sonido del grupo. El imponente Cirque, que en su historia homenajeó también a The Beatles y a Michael Jackson, dedica por primera vez un show a una banda de habla hispana. Esto reactivó en Buenos Aires la “sodamanía”: ya están agotadas las entradas para 32 de las 70 funciones previstas en el estadio porteño hasta el 18 de mayo.
Dirigido por Michel Laprise, Sép7imo día es bien diferente a las producciones que trajo anteriormente el Cirque a la Argentina, como Kooza, Varekai o Quidam. Por empezar, la cita es en el Luna Park y no en una carpa de circo. En un homenaje al vínculo entre la banda y su público, los creadores han decidido que los espectadores estén más involucrados en el show. Estuvo la posibilidad de participar en el armado de un número vía Facebook. Y, como en un recital, los que habitan el campo están de pie, guiados por “ángeles eléctricos”. Lo novedoso es que son testigos de las proezas desde cerca y que tienen que desplazarse para despejar las zonas donde ocurren los números, frente a ellos. También, Sép7imo día es un show llamativamente más breve que los otros –dura una hora y media y no tiene intervalo– y más comprometido con la música que, en grabaciones y no en vivo esta vez, es la que dicta el sentido a las escenas. Por ende, es menos cirquero y más artístico; está menos centrado en la destreza física y en la adrenalina que puede producir.
La puesta es tan deslumbrante como siempre, y parece más compleja desde el punto de vista tecnológico. Al visitar la casa donde creció Cerati y conversar con su madre, Laprise supo que el líder de Soda era fanático de la ciencia ficción, entonces se le ocurrió que el elemento central de la escenografía podía ser un planeta. Parte de la acción de Sép7imo día transcurre sobre la superficie de este planeta. En otros momentos, la estructura se abre y la “tapa” del planeta se transforma en una superficie de proyección, o en una luna o en un sol, dependiendo de la canción que suene. Y en otras oportunidades, el planeta se cubre de otra estructura, que lo envuelve como si fuera una lámpara, donde también se ven proyecciones –algunas en tiempo real– y cuyos edificios remiten a la tapa de Doble vida, donde aparece el tema “En la ciudad de la furia”.
Como el resto de los espectáculos del Cirque, éste narra la historia de un personaje que experimenta una transformación radical y que arriba a un final feliz: la de un joven llamado L’Assoife, enjaulado en un comienzo, como metáfora del que se siente atrapado y quiere volar. Al conocer la música de Soda y adentrarse en el universo de la banda, de la mano de otros coloridos personajes, consigue poco a poco su liberación. Vendría a ser un adolescente que por primera vez se reconoce en una banda. O en algo. “Los habitantes de este reino son la representación física de la música”, sugieren los creadores del show, que se empeñaron en dar vida a una atmósfera que retrate la música, la poesía, la cultura e iconografía del grupo. En distintos momentos y superficies se ven fotos y videos de los músicos y de sus seguidores –incluso hay audios con la voz de Cerati invocando a los fans–, pero el nexo entre el Cirque y Soda se enriquece cuando reposa en la poesía más que en la historia. Es cierto, también, que un espectáculo de este tipo establece un diálogo directo con las expectativas de cada persona: es posible que todos tengan un Soda Stereo en su cabeza, imágenes que los temas les sugieren, de modo que hay que ver hasta qué punto el que ve el show encuentra a su propio Soda en esa representación física, en esa materialización que el Cirque montó.
Distintos temas de la discografía de Soda, todos bien conocidos –”Prófugos”, “En remolinos”, “Sobredosis de TV”, “Persiana Americana”, “Signos”, “Un millón de años luz”, “Te hacen falta vitaminas”, “Luna roja”, “Hombre al agua”, “Primavera cero”, entre otros– inspiraron los números. Su vínculo con las letras es explícito: un hombre en una urna llena de agua acompañado por una guitarra eléctrica y una bailarina–sirena que lo rodea; una mujer suspendida en el aire, vestida de rojo mientras suena “Luna roja”; una flor de metal de cuatro metros de altura se abre paso en medio del campo para un número de contorsionismo inspirado en “En remolinos”; una luz azul fluorescente como preámbulo de “Primavera cero”. En síntesis, Sép7imo día combina momentos más explosivos, de fuerte energía grupal, que suceden cuando suenan temas de los ochenta, con escenas que realzan la sensualidad, la faceta íntima de Soda, su belleza poética, cuando es el turno de temas más experimentales, profundos u oscuros, como los de Dynamo.
La estética, en general, es retro–futurista. Mucho color en los vestuarios, luces fluorescentes, pelucas de colores, leggins ajustados, tachas. Entre las disciplinas están el aro aéreo, el trapecio fijo, las cuerdas, los diábolos, el equilibrismo, la acrobacia, el malabarismo y en buena medida la danza. Dos episodios refuerzan el carácter particular de Sép7imo día en relación con lo visto anteriormente del Cirque: simulacros de fogones alrededor del campo, con artistas con guitarras invitando a cantar “Té para tres” y la realización de un dibujo de arena en tiempo real que es proyectado en una pantalla en “Un millón de años luz”, uno de los momentos más bellamente poéticos de la noche. Con un elenco de 35 artistas, este show ha contado con la participación de Alberti, Bosio y Taverna, que produjeron la digitalización y la restauración de cintas originales de las grabaciones de Soda Stereo y así crearon nuevas versiones de los clásicos. El público accede entonces a temas remezclados, descubre canciones dentro de otras en los mash–ups y voces de Cerati que nunca había escuchado. El espectáculo, que ahora se presenta de martes a domingos en Madero 420, se podrá ver en mayo en Córdoba, y posteriormente encarará una gira por Perú, Chile, Colombia y México.