La República de Mozambique se ubica al sudeste de África y su idioma oficial es el portugués. En 1498 el explorador Vasco da Gama arribó a sus costas, Portugal colonizó el territorio en 1505 y obtuvo su independencia recién en 1975. Lo que muchos no saben es que en la década del ’70 Mozambique se convirtió en refugio para muchos argentinos que sufrieron el exilio a causa de la última dictadura cívico-militar. Ese período es el que abordan Marcela Suppicich y Ernesto Aguilar en su documental Exilio en África, que se proyectará este viernes a las 20 en el Museo del Hambre (Av. San Juan 2491) y que contará con la presencia de algunos de sus protagonistas para una charla-debate.
Carmen Báez, una de las entrevistadas, cuenta que vivió su primer exilio en el útero materno, cuando sus padres huyeron de la dictadura de Stroessner en Paraguay; a sus 19 años vivió el segundo a causa de la dictadura argentina iniciada en 1976: “Yo era militante secundaria en el Nacional Buenos Aires y fui secuestrada con mi familia. Afortunadamente nos liberaron y pudimos salir del país: primero fui a España y después me reuní con mis padres en Suecia, en 1978”. Por aquel entonces Mozambique estaba en plena construcción y su líder Samora Machel -de formación marxista y perteneciente al Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo)- soñaba con un proyecto socialista, por lo que abrió una convocatoria destinada a atraer profesionales de todo el mundo.
“Los funcionarios portugueses se habían ido y estaban buscando gente con cierta afinidad ideológica para ayudar. Así llegaron a Suecia, donde había muchos argentinos con ganas de construir. Mi papá viajó primero en calidad de economista y yo lo seguí porque quería estudiar medicina y en Suecia había demasiados obstáculos”, cuenta Báez, y recuerda su primer contacto con el país como algo emocionante: “Cuando llegué el sol me daba en los hombros, vi gente que sonreía y hablaba un idioma que yo entendía. Desde ese día amé Mozambique”. Allí tuvo la posibilidad de formarse como médica con una de las currículas más revolucionarias del mundo, comparable a la de Cuba: de corte humanista, adecuada a la epidemiología del continente y enfocada en formar profesionales capaces de solucionar todo tipo de problemas; una praxis de la medicina social alejada de la formación clínica hegemónica.
Cuando se le pregunta a Carmen cómo es la vida en el exilio, sostiene: “Hay dos caras dependiendo de la edad. Si ya formaste una familia y sos profesional, es mucho más difícil. Yo tuve suerte porque era joven y pude entregarme a otras vidas en esos países, casarme, tener hijos y vivir proyectos de transformación muy intensos; me fui reinventando a pesar de lo traumático. Viví la Suecia de Olof Palme con su proyecto socialdemócrata, viví la Mozambique de Machel, me casé con un sudafricano y viví la Sudáfrica de Nelson Mandela. Sin embargo, cuando volví a Argentina en 2006 me di cuenta del gran desarraigo: no soy de aquí ni soy de allá, fueron treinta años de experimentar diversas realidades, aprender nuevos idiomas y adaptarme a otras culturas. Cada uno lo vive diferente; yo pude hacerlo de forma positiva y constructiva”.
Los directores comenzaron el rodaje en 2015, con un subsidio del INCAA que resultó insuficiente para viajar a Mozambique y cumplir con la planificación que tenían prevista. Sin embargo, los mismos entrevistados aportaron el material de archivo necesario para completar la historia. Exilio en África narra experiencias como la de la familia Báez –víctimas directas del terrorismo de Estado–, pero también explora relatos de exilio motivados por otras causas. “El común denominador fue la entrega maravillosa al proyecto de esos años; eran los ’70 y las personas de mi generación encontramos en Mozambique un lugar donde poder soñar con una sociedad más justa y equitativa en la que todos pudiésemos participar para definir un futuro. Eso era algo por lo que también lucharon los treinta mil compañeros desaparecidos. Aún así, siempre existen dificultades: una cosa es llegar al poder y otra muy distinta hacer la revolución”, detalla Carmen.
La película se estrenó el año pasado en el Gaumont, se proyectó en diversos espacios y la función de hoy estará dedicada a Marcelino Dos Santos, poeta, revolucionario y fundador de Frelimo que falleció la semana pasada. “Era un pedazo de historia, un prócer vivo", cuenta Báez. "Yo tuve un vínculo cercano y lo llamaba ‘tío’. Fue muy dedicado a su pueblo y muy consecuente con lo que pensaba; sobrevivió la época neoliberal dando batalla dentro de su propio partido”. Y con respecto al documental, la directora Marcela Suppicich expresa: “Creemos que tiene que llegar al público porque trasciende la anécdota, forma parte de nuestra historia como sociedad y rescata los valores de lucha por un ideal de solidaridad entre los pueblos”.
Informe: Laura Gómez.