Actividad gratuita y lúdica como pocas, la lectura es una de las principales puertas hacia la imaginación y hacia la libertad. Con la reactivación del Plan Nacional de Lecturas (en plural, porque incluye diversos modos de leer y dispositivos para hacerlo), el Estado busca promover y afianzar el hábito en todos los niños del país. En ese marzo, Caras y Caretas dedica su número, que estará en los kioscos el domingo 1° de marzo, opcional con Página/12, al bello arte de la lectura.
En su editorial, María Seoane recuerda cuando su padre le enseñó a leer. Apenas contaba 4 años: “Pocas cosas habían sido para mí tan parecidas a la libertad, a una revolución, como lo había sido aquel momento fundacional en el que aprendí a leer y a soñar con palabras para nombrar mi vida y la de los otros”.
Felipe Pigna, en tanto, remite a los tiempos fundacionales de la patria. Recuerda a Belgrano, Moreno y San Martín, “los pioneros de la difusión de la lectura, los grandes promotores de la educación en la época heroica de nuestra Revolución”.
Enmarcada en la historia de la cultura, en la nota de tapa María Malusardi reconstruye la historia de la lectura en la Argentina: “La historia se constituye a partir de numerosas vertientes. Hay una primera etapa en la investigación que surge de estudios cuantitativos: cuánto se lee, qué libros dejan las personas al morir, qué libros se editan en un país, cuántas bibliotecas, cuántas editoriales, etcétera. Pero los inventarios no alcanzan. No permiten saber cómo se lee y con qué práctica”. Entonces, sostiene la autora, es preciso “buscar los testimonios que dejan los lectores”, es decir, “asomarse a la intimidad de las lecturas que quedan registradas en los subrayados, en los comentarios al margen y marcas, en los diarios íntimos”.
Hernán Invernizzi sostiene que “la historia de la cultura –y de la lectura– es incomprensible sin la historia de la censura”. Y remite a los períodos del siglo XX en que reinaron el odio, el control del pensamiento y la quema de libros. Roberto Bottarini reflexiona sobre la relación entre alfabetización y ciudadanía en la Argentina de entresiglos. Lidia Mercedes Rodríguez escribe sobre las campañas de alfabetización que hubo en el país durante el siglo XX. Y Juan Oliverio Piterman reseña el Plan Nacional de Lecturas y lo pone en contexto con su historia, desde su surgimiento, con la recuperación democrática.
Sobre los nuevos dispositivos de lectura, Gustavo Sarmiento plantea: “La tecnología avanza atravesando la vida cotidiana, y los hábitos de lectura se ven envueltos en esa transformación, como signo de una época marcada por la inmediatez y las múltiples pantallas que nos deben mantener distraídos. Los especialistas coinciden en que no se lee menos que antes. La cuestión entonces es qué se lee. Y cómo”.
En tanto, Javier Borelli hace un repaso por la historia de la prensa escrita, que también acusa el impacto de los nuevos hábitos de consumo de información. Sostiene que “el periodismo no está en crisis, sino el modelo de negocio tradicional. La prensa escrita no corre riesgo, sino el soporte que hasta ahora durante más tiempo la albergó”.
Los editores también tienen la palabra en este número: Natalia Páez escribe sobre el público juvenil y sus “otras” lecturas, y sobre el fenómeno de los booktubers. Constanza Brunet habla de bibliodiversidad, un concepto clave para abordar los desafíos de las editoriales independientes. Mientras que Ignacio Iraola revela cuáles son los ingredientes que debe contener un bestseller.
En tanto, Horacio González dedica un hermoso escrito al templo de la lectura: la Biblioteca Nacional. Nora Domínguez aborda la lectura desde el fenómeno de los feminismos. Y Damián Fresolone explora las particularidades del mercado editorial latinoamericano y la promoción de la lectura en la región. Ricardo Ragendorfer ofrece la crónica negra de un truculento crimen, inspirado en una novela policial. Y Ana Jusid reflexiona sobre el lugar que ocupamos como lectores.
El número se completa con una entrevista con la escritora Liliana Heker, realizada por Virginia Poblet. Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.