Las masivas marchas que se replicaron en Buenos Aires y numerosas ciudades del país el 8M están expresando “un estado de movilización en la subjetividad de millones de mujeres”, señaló a PáginaI12, la socióloga e historiadora feminista Dora Barrancos, al analizar las repercusiones de la histórica huelga internacional de mujeres del miércoles. Al mismo tiempo, repudió las “manifestaciones represivas” sobre jóvenes que habían participado de la convocatoria y fueron víctimas de una cacería policial. Y advirtió que muchas de las conductas de los agentes que llevaron adelante el irregular operativo no solo acataron órdenes sino también tuvieron reacciones “por propia cuenta” que “tienen que ver con el capital patriarcal”, en alusión al ensañamiento en el momento de las detenciones, y los comentarios sexistas y discriminatorios que recibieron las mujeres apresadas.
Barrancos integra el directorio del Conicet. Además, coordina la Cátedra Abierta de Género y Sexualidades, de la Universidad Nacional de Quilmes. Se hizo feminista en el exilio, al llegar a Brasil, a fines de los 70. “En el 78 o 79. Ahí dije cómo una justiciera como yo no había hecho justicia a mi identidad de mujer, a propósito justamente del Código Penal brasileño”, contó. Habían matado a una famosa de la alta sociedad, de esas mujeres que suelen salir en la revista Hola, una joven muy bella. Quien era su compañero la había asesinado en Buzios. El abogado que tenía el homicida era famosísimo, el mejor penalista de Brasil, a quien una joven entrevista y le pregunta cómo iba a encarar la defensa. Y él dijo: “Muy sencillo: legítima defensa del honor”, tal lo que facultaba el Código Penal brasileño. “Para mí fue una conmoción. Ahí fui a leer y descubrí que el honor, era el honor de la Nación. Había una caución del cuerpo femenino, descubrí el patriarcado, leí mucho y aprendí mucho y sigo aprendiendo”, dice Barrancos.
–¿Cómo analiza la multitudinaria convocatoria que logró la marcha por el Paro Internacional de Mujeres en la ciudad de Buenos Aires?
–De manera sumamente positiva. Ha sido una circunstancia conmocionante. Primero, por la magnitud de la movilización no solo en Buenos Aires, también en tantos lugares del país. En Mar del Plata, por ejemplo, tuvo una expresión notable, lo mismo en Córdoba. Eso es conmocionante. Fue un acontecimiento en el sentido de Foucault. Al mismo tiempo fueron deplorables todas las manifestaciones represivas que se dieron justamente con un sentido que, a mí me parece, debe ser analizado también desde la perspectiva de género.
–¿De qué forma?
–Algunas manifestaciones de los agentes represivos no son solo respuestas a las órdenes que pudieron haber recibido, son reacciones que tienen que ver con el capital patriarcal. Es decir, hubo una suerte de doble inducción a la represión. Una represión ordenada, por un lado, y una inducción fuerte de algunos personajes patriarcales que actuaron. Por el modo, y por las conductas que han sido narradas por las mujeres detenidas y testigos de esas detenciones, es evidente que hubo aprestos por “cuenta propia”, muy amparados en la orden de represión que había, para no tolerar lo que se llama el desmán. Eso también debe ser analizado. Todo el procedimiento policial fue desapegado a Derecho. Eso llama mucho la atención. Y qué decir de la conducta propatriarcal de la ministra (Patricia) Bullrich, que ha sido de una gravedad notable. La ministra no hace ninguna consideración al acontecimiento esencialmente, además de usar incorrectamente el lenguaje de forma estrepitosa. Yo la escuché hablar de “depradadoras” en vez de depredadoras, al hablar sobre los incidentes frente a la Catedral. Es increíble. Casi que dijo depravación. Juguemos con la palabra. La ministra desacertadísima equivoca el lenguaje y a lo mejor quiso decir depravadas (a las mujeres que participaron en la marcha).
–Lamentablemente la razzia llevada adelante por la Policía de la Ciudad hizo que velozmente el foco de la noticia cambiara de la multitudinaria marcha al arbitrario accionar policial. Es la cuarta convocatoria multitudinaria de mujeres en menos de dos años, desde la primera marcha de Ni Una Menos, el 3 de junio de 2015. ¿Qué está expresando esa masividad?
–Un estado de movilización en la subjetividad de millones de mujeres. Las mujeres efectivamente están interpeladas por sí mismas. Cada mujer se pregunta por esa otra mujer que está evidentemente en algún rincón. Cada mujer se está preguntando. Me lo han dicho muchas mujeres: “yo en esto no había pensado”, dicen. Creo que en esto han ayudado muchísimo las manifestaciones cada vez más abigarradas de mujeres de los encuentros nacionales de mujeres. Creo que hay que darles una cuota importante a los ENM, y la cuota que corresponde a las propias agencias del feminismo, a los feminismos que se han, felizmente, rehospedados en grandes o menores experiencias de feminismos populares. Adjudico una cuota muy importante a esa especie de desplazamiento que ha tenido el feminismo. Durante buena parte de nuestra conquista democrática teníamos un feminismo tal vez un poco parroquial. Ahora no. Tenemos un feminismo completamente desbordado en las más diversas fórmulas de asociación de activismo. Quiero señalar la importancia notable que han tenido las jóvenes. Está lleno de jóvenes. Jóvenes que irrumpen también con un mandato muy heterodoxo respecto de la sexualidad y esto me parece extraordinario. El hecho de que hoy tengamos formaciones lésbicas feministas, pero también hay una manifestación polimórfica: jóvenes que no están solo militando lo lésbico; son jóvenes que irrumpen en el sentido más amplio de contestar toda la norma: la norma regulatoria sexual, la norma regulatoria patriarcal en otras manifestaciones y eso me parece extraordinario. Gente muy joven, que apenas deja la adolescencia o que todavía la está transitando.
–Mientras estas expresiones feministas crecen, se ve también un aumento en la crueldad de los femicidios. Algunas voces salieron a decir que es culpa del movimiento “Ni Una Menos” por despertar, de alguna forma, la rebeldía de las mujeres o contribuir a que rompan el silencio frente a las violencias que sufren...
–Es una vuelta patriarcal que pretende decir: “Agiten, les va peor”. Imaginemos si al movimiento obrero le hubiera dicho “cuando agitan les va peor”, estaríamos en la caverna de los derechos. Esa es una insidia. Es cierto que hay mucha crueldad pero no sabemos cómo era la crueldad en 1910. Hasta 1921 el Estado autorizaba el feminicidio de la cónyuge encontrada en flagrante delito de adulterio o aunque no fuera flagrante. El Estado de alguna manera era un autorizante, porque quienes lo cometían, gozaban de todos los atenuantes del orden jurídico. Estamos confundiendo las cosas. Lo que hoy tenemos es una altísima visibilidad de la violencia. Tenemos un concepto mucho más acabado, las propias feministas hemos aclarado el concepto en los últimos 50 años. De modo que no podemos contrastar con lo que pasaba antes. Y menos podemos aceptar un reto tan inconfesable porque es un reto patriarcal: “ven, movilícense y les va peor”. Debemos desenmascarar como una nueva treta patriarcal esa insidia.
–¿Por qué piensa que se ataca, muchas veces con gran ferocidad, a las jóvenes feministas en las redes sociales hasta incluso tildándolas de feminazis?
–Es una hostilidad muy patriarcal y de reserva muy conservadora. Las chicas exponen extraordinariamente toda clase de retos, irrumpen no solo desmarcándose de las heterosexualidades normativas, sino también de otros registros. Hay una irrupción que tiene forma cultural bastante agresiva para los patrones de las culturas adocenadas. Eso genera una incomodidad tremenda y hay gente que no lo tolera y es muy hostilizante. No es la primera vez que ocurre. Pensemos en las hostilidades que recibían las mujeres llamadas “machos” porque tenían comportamientos, trabajos o empleos más masculinos. Toda disrupción normativa impacta en las culturas establecidas y hay reacciones. Y las redes sociales son tan importantes y al mismo tiempo tan animadoras de reacciones brutales, facilita el brote conservador.