Compadeudora, deudañero, nacionalipopulárico de la primera hora, sigloveintense, antigloberta, militante de la revolución desgorilizadora, etcéteros:

Hoy es, sin duda, un día muy especial para todes les compatriotes: es 29 de febrero. Un día así solo se da cada cuatro años: la última vez, en 2016, fue el día antes de que el entonces Sumo Maurífice inaugurase por primera vez las sesiones ordinarias del Congreso, con un discurso increíble en el que le echó la culpa de todo al gobierno anterior, incluso de lo que su propio desgobierno haría durante los siguientes cuatro añares.

Mañana, por el contrario, nuestro actual presidente inaugurará las sesiones del 2020 explicándonos cómo hará, cómo está haciendo para que los que fueron conducidos a la tercera clase del Titanic vuelvan a comer, a trabajar, a tener remedios si los necesitan, y, sobre todas las cosas, para que recuperen cierta esperanza de futuro. Mejorando el presente, que es la única manera.

Cosas raras pasan los días siguientes a los 29 de febrero. Y el resto de los días, también.

La semana pasada, por ejemplo, hablábamos en estas páginas del “carnaval de la impunidad”. Nos preguntábamos entonces cómo era posible que hubiera personas capaces de matar a otras personas y luego no entender por qué estaban presas.

Cuando escuchamos los argumentos de algunos jueces (que deben hacer que todos, todas y todes cumplamos con las leyes y los leyos), podemos entender mejor el loquero en el que vivimos, o por qué no entendemos que no entiendan.

Decían sus señoríos mantantirulirulá que ellos debían ganar muchísimo dinero (esto incluye jubilaciones de privilegio y no pagar Ganancias), como garantía de su imparcialidad. Para decirlo en latín: “Garpame bien, o te juzgo mal”. Pero estarían olvidando que la capacidad de juzgar a sus compatriotas es una herramienta que la sociedad les confía, de la misma manera que confía las armas a la fuerzas armadas, para que nos defiendan; o los bisturís a los cirujanos, para que nos operen bien, cuando sea necesario.

Es entendible que los usías deseen ganar más dinero, ya que son tan humanos como el resto de sus compatriotas, que SÍ pagan Ganancias y que NO tienen jubilaciones de privilegio. O sea, sería un reclamo gremial por un derecho que los demás no tienen.

Algunos partidos, en este momento opositores, parecen hacerse eco de semejante demanda. Quizás tengan miedo de que si no les damos lo que los jueces piden, nos juzguen usando leyes extrañas, que, aunque parezca increíble, rigen en algunos territorios de Estados Unidos, como en Columbia, por ejemplo, donde está prohibido que un piloto le haga cosquillas a una mujer con una pluma durante el vuelo; o en Delaware, donde es una violación a la ley volar con un helado en el bolsillo. Así y todo, en Estados Unidos se reirían si leyeran algo así como: “En la Argentina, los jueces tienen que cobrar mucha plata porque, si no, juzgan mal”. Más que un reclamo gremial, parece un apriete de la Cosa Nostra. O de la “Cosa Juzgata”.

Por supuesto que no todos los jueces están de acuerdo. Hay honrosísimos casos, aunque quizás minoritarios, que dignamente se oponen a semejante privilegio. Pero los más visibles, lamentablemente, son los que se oponen… a que ese privilegio deje de serlo. Para ellos, “los únicos privilegiados son los jueces” y “la Justicia es chicata”.

Proponemos acompañar la lectura de esta nota escuchando, justamente, la chanson française “La Justice est chicatte”, totalmente creada por el dúo RS Positivo e interpretada por “Jacques Costó”.

Hasta la que viene.

@humoristarudy