Desde Berlín
Exhibida en la última sesión del festival, la película iraní No hay maldad, de Mohammad Rasoulof, fue proclamada en la noche del sábado ganadora del Oso de Oro al mejor film, en la edición 70 aniversario de la Berlinale. La proyección oficial en el inmenso Berlinale Palast fue reveladora, no sólo por la ovación con que fue recibida sino también porque la butaca reservada al realizador y que llevaba su nombre impreso en letras de molde, estaba significativamente vacía. Rasoulof (Shiraz, 1972) tiene prohibido salir de su país, donde ha enfrentado serios cargos judiciales por su actividad política en contra del gobierno iraní y muy particularmente por su película inmediatamente anterior, Un hombre íntegro (2017), premiada en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes. “La de Rasoulof es una película que habla de las difíciles elecciones que todos tenemos que hacer alguna vez en nuestras vidas y que se enfrenta con coraje a un régimen autoritario”, señaló enfáticamente desde el escenario el presidente del jurado, el actor inglés Jeremy Irons, en los considerandos del premio.
Largometraje estructurado en cuatro episodios, No hay maldad tiene un eje en común, que es la pena de muerte en Irán, y cada uno de esos relatos tiene como protagonista no precisamente a las víctimas sino a los victimarios, aquellos que están obligados cumplir con la ley de su país y ejecutar a los convictos. Que puede ser un verdugo profesional, como es el caso del primer episodio --muy probablemente el mejor, por la sintética eficacia de su narración— o jóvenes conscriptos a quienes en el marco del servicio militar obligatorio quizás les toque “servir a la patria” y ocuparse de hacer funcionar el cadalso, no sólo reservado a criminales sino también a opositores políticos, como sugiere uno de los episodios del film.
No exenta de un carácter moralizador, la película de Rasoulof –un director que no ha podido ver nunca ni uno de sus films proyectados en su país— propone un llamamiento a la desobediencia civil: que esos hombres enfrentados al deber de ejecutar a uno de sus connacionales se animen a negarse a hacerlo, a pesar de las terribles consecuencias personales que esa decisión conlleva. “Exigimos la libertad de poder decir ‘no’…”, señaló uno de los miembros del numeroso equipo iraní que acompañó la película, entre ellos la hija del director, que fue quien alzó en nombre de su padre el Oso de Oro.
Esta es la segunda vez en cinco años que la Berlinale premia a un director iraní in absentia. En la edición 2015, el Oso de Oro fue para Taxi , de Jafar Panahi, que también está impedido de salir de su país, en su caso desde hace una década. El propio Panahi fue una de las figuras públicas que salió en defensa de Rasoulof cuando las autoridades iraníes le confiscaron el pasaporte, a su regreso de Cannes, acusado de “reunión y confabulación contra la seguridad nacional y de propaganda contra el sistema”. Otro de los realizadores iraníes que en su momento salió en apoyo de Rasoulof fue Asghar Farhadi, también ganador del Oso de Oro de la Berlinale con La separación , en 2011.
El Gran Premio del jurado fue para la película estadounidense Never Rarely Sometimes Always, de Eliza Hittman, una producción independiente que narra con austeridad, precisión y sin golpes bajos la ordalía de una adolescente embarazada, aparentemente víctima de abuso sexual intrafamiliar, que a falta de opciones en su ciudad natal, decide ir a Nueva York a practicarse un aborto. Premiada originalmente en Sundance, la película de Hittman fue objeto de controversia en la prensa alemana por ese tema. “El director artístico Carlo Chatrian y yo no queremos excluir las películas que ya se han exhibido en su país de origen. Esto también cumple con las regulaciones oficiales del festival. Queremos mostrar y apoyar películas que merecen una presencia en la Berlinale”, declaró Mariette Rissenbeek, directora general del festival. Otra excelente película norteamericana, First Cow, también dirigida por una mujer, Kelly Reichardt, que asimismo había tenido circulación en festivales estadounidenses, se quedó sin premio alguno, en la que fue sin duda la mayor injusticia del palmarés.
El premio al mejor director fue para “el gran Hong Sang-soo” según lo anunció su colega brasileño Kleber Mendonça Filho cuando llamó al escenario al realizador coreano, por su estupenda película The Woman Who Run . Cantera inagotable de talentos, el cine de Corea sigue su marcha triunfal por festivales después del bombazo de Parasite, Palma de Oro de Cannes 2019, aunque el minimalismo de la película de Hong jamás podría siquiera llevarlo a las puertas del Oscar.
Otra excelente película, Undine , del alemán Christian Petzold, debió conformarse con el premio a la mejor actriz, Paula Beer. Pero en una selección de títulos en competencia plena de grandes actuaciones femeninas su Oso de Plata es también un acto de justicia, porque Undine no podría existir sin la determinación y la presencia magnética de la actriz que Petzold dio a conocer en Transit, su película inmediatamente anterior.
En la nueva competencia oficial de la Berlinale, denominada Encounters, y donde se privilegiaron los cruces entre la ficción, el documental, el ensayo y la animación, la película argentina Isabella, de Matías Piñeiro, una nueva de sus “shakespearadas”, obtuvo una mención especial, que se sumó a otros varios reconocimientos –entre ellos el Teddy Award al corto Playback. Ensayo de una despedida, de Agustina Comed
i-- que recibió el cine argentino, de fuerte presencia en Berlín
, donde por primera vez en seis años participó de la competencia oficial, con El prófugo, de Natalia Meta, protagonizada por Erica Rivas.
Los principales premios
Oso de Oro al mejor film: No hay maldad (Irán), de Mohammad Rasoulof.
Oso de Plata, Gran Premio del jurado: Never Rarely Sometimes Always (EE.UU.), de Eliza Hittman.
Mejor director: Hong Sang-soo por The Woman Who Run (Corea)
Mejor actriz: Paula Beer por Undine (Alemania).
Mejor actor: Elio Germano por Volevo nascondermi (Italia).
Mejor guion: Damiano y Fabio D'Innocenzo por Favolace (Italia).
Mejor contribución artística: Jürgen Jürges por la fotografía de DAU.Natasha.
Mejor película Encounters: The Works and Days (of Tayoko Shiojiri in the Shiotani Basin) (EE.UU./Japón), de C.W. Winter y Anders Edström.
Mejor director Encounters: Cristi Puiu por Malmkrog (Francia/Rumania).
Mención especial Encounters: Isabella (Argentina), de Matías Piñeiro.
Premio al mejor documental: Irradiés (Francia), de Rithy Panh.
Premio a la mejor opera prima: Los conductos (Colombia), de Camilo Restrepo.