Un fabricante de audífonos inmerso en una trama que tiene algo de Ian Fleming, otro tanto de Downton Abbey y una pizca de realismo doméstico. Summer of rockets es un producto extraño, enrevesado y astuto, con el sello de la BBC. Está claro que Samuel Petrukhin (Toby Stephens) no posee el aspecto, ni las mañas o la destreza de James Bond. El contexto tampoco es el de la era eduardiana. Aunque en cada fotograma, el drama destila prosapia brit. Es, básicamente, un drama de época que pervierte el género de espías y ofrece algunas notas sobre la lucha de clases. La miniserie de seis episodios tendrá su estreno este lunes a las 20 hs por Film & Arts.
El inicio recuerda al episodio de Los Simuladores sobre una familia impresentable con la diferencia de que en su gran entrada a los Petrukhin les sale todo mal. Llegan a la fiesta en ese hipódromo sin el abolengo necesario. Son judíos, el mandamás no deja de ser un comerciante y los acompaña un negro. Los nobles les tiran con todo el linaje posible para avergonzarlos. La única que los trata como iguales es Kathleen Shaw (Keeley Hawes) quien está casada con un héroe de guerra y miembro del parlamento (Linus Roache). La dama de alta sociedad será la puerta para que comiencen a rozarse con la aristocracia.
El verano al que se refiere el título es el de 1958. Las potencias se pechean testeando bombas y la carrera espacial mientras el protagonista lanza su propia batalla: los Petrukhin deben ascender en la escala social, volverse un apellido respetable y conocido. “Me he esforzado por tener una tonada distinguida, creo que nadie se da cuenta”, dice en un momento el inmigrante ruso y fabricante de audífonos a medida. El más famoso de sus clientes es ni más ni menos que Winston Churchill. A diferencia de su padre, ningunos de sus hijos está interesado en encajar. Es comprensible. A Hannah (Lily Sacofsky) la obligan a tomar clases de etiqueta por un posible encuentro con la reina. Sasha (Toby Woolf) comienza a cursar en un colegio afín a esa pedagogía de maltrato y varillazos. Otro personaje importante es Lord Arthur Wallington (Timothy Spall), con quien Samuel tiene sus duelos verbales. Sin prisa, pero velocidad crucero, se irán mechando misterios, traiciones junto con el retrato de un período bisagra.
Summer of Rockets bien podría descansar sobre los rieles del drama costumbrista de época, sin embargo, se acopla a los del espionaje. ¿Cómo? El MI5 tiene interés en hacer uso de los inventos de Samuel y lo chantajean para que fisgonee a los Shaw. Las acciones y periplos de sus hijos, por su parte, se acomodan a otros códigos narrativos. Hannah es una chica atrapada en los corsets de época y ansiosa por rebelarse. Sin llegar a sumergirse en el kitchen sink drama, la adolescente tiene pincelazos de esas heroínas urbanas a las que Morrissey les dedicó varias canciones. Los momentos sobre el más pequeño tienen algo de relato iniciático bajo el ámbito asfixiante de un internado.
La miniserie lleva la firma de Stephen Poliakoff, reconocido por sus piezas históricas, sus diálogos pulidos y el ensamblaje de sus elencos. En este caso, además, usó el bagaje sus propios recuerdos. “Mi padre tenía una especie de intoxicación por tratar de ser británico”, confesó Poliakoff que aquí ficha como guionista y director, y sublima algunos comentarios sociales (antisemitismo, inmigración, la relación con la tecnología) con la persistencia de cierto clima ominoso. “Cuando hacés un drama histórico tenés que saber cómo presentarlo a la audiencia actual. Tiene que haber una resiliencia del pasado. En este caso nos apoyamos sobre ese miedo que había entonces como que todo habitante era un potencial espía soviético. Los personajes son atravesados por su época. Summer of rockets trata sobre una familia. Una que vive en un contexto que tiene todas las tensiones de la guerra fría”, explicó el realizador.