No solo el hambre es wichí. También el arte, y el trabajo. Como lo muestra la experiencia de Thañí (Viene del monte), la marca colectiva con la que mujeres indígenas del Chaco salteño difunden y comercializan sus producciones a partir de la fibra del chaguar, sus textiles, obras "totalmente artesanales", dado que "usan su propio cuerpo para hilar", en la explicación de la técnica del programa ProHuerta Andrea Fernández, que es también artista visual.
La iniciativa surgió en 2015, cuando se abrió la oficina del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Santa Victoria Este. Entonces se hicieron relevamientos para saber cuáles eran las demandas hacia la institución y hacia el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (el ProHuerta depende de esta cartera) y "apareció muy fuerte no solo la demanda de las mujeres, sino de los caciques también, de que se trabaje para apoyar los distintos tejidos que hacen las mujeres", contó Fernández. En el lugar había habido una experiencia, sobre todo de la Fundación Asociana de acompañamiento de artesanas y artesanos para la participación en ferias.
A partir de ese relevamiento, las técnicas Jacqueline Bazzana y Andrea Fernández visitaron algunas comunidades, hablaron con las mujeres y, aprovechando el trabajo realizado por la Nación con el Programa Social de Bosques (Prosobo), se valieron del proyecto "Bosques nativos y comunidad", del Ministerio de Ambiente de la Nación, que dio un marco para gestionar fondos para hacer capacitaciones. También se tuvo en cuenta el trabajo territorial que venían realizando técnicos de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación.
"Empezamos trabajando con mujeres de las comunidades que estaban en proceso de formulación de los planes integrales de manejo comunitario", luego de que el entonces gobernador Juan Manuel Urtubey dictara un decreto por el que la provincia reconoció el derecho de estas comunidades sobre los ex lotes fiscales 55 y 14, que comprenden 643 mil hectáreas.
Estas capacitaciones comenzaron en julio de 2017 en La Puntana, en el límite con Bolivia; en la Comunidad El Cruce, cercana a Santa Victoria Este, y en Alto La Sierra, en el límite con Formosa. Se hizo una vinculación con la Universidad Nacional de Tucumán y la organización de Mujeres Indígenas ARETEDE, de Tartagal, y el Programa Artesanado Argentino.
Los cursos fueron el espacio para hablar con las mujeres sobre sus artesanías y para pensar el trabajo que hacían y hacen, que "es la única posibilidad que tienen de ganar dinero por fuera de los subsidios". “Entonces ellas nos contaban que estaban cambiando los tejidos por comida, una yica por un paquete de harina, por un paquete de arroz, y que muy ocasionalmente llegaba un comprador y solía ser el que ponía el precio. Hasta ese momento nunca habían salido las mujeres a ofrecer su trabajo.
En algunos casos habían salido a veces los caciques a vender a Salta o a Tartagal. Entonces lo que nosotros propusimos fue armar, ponerle un nombre al grupo (al que después se sumaron otros), hacer una etiqueta que tenga ese nombre y que tenga la información de dónde venía ese trabajo, qué mujer lo había hecho y de qué comunidad era".
Así surgió Thañí, con la idea de que sea una marca que puedan usar artesanas de distintas comunidades del municipio Santa Victoria Este.
Con esa etiqueta salieron a ferias, primero en Tartagal, después en la ciudad de Salta; llegaron a Santiago del Estero, a Buenos aires, y se fue consolidando la marca colectiva que se utiliza para vender los trabajos y que hoy representa a más cien mujeres de distintas comunidades, la "mayoría son wichí, hay unas poquitas tapiete y chorotes, y tobas, de La Nueva Curvita, donde comenzaron a trabajar recientemente".
“Lo que nosotros logramos apoyando la organización de los grupos, porque hoy en día son cuatro grupos distintos, pero todos son Thañí, es que ellas puedan experimentar cosas, a partir de los saberes que tienen heredados; también, darle un espacio a su creatividad, a sus propias innovaciones, no es que nosotros les vamos a llevar diseños para que hagan, sino que generamos espacios para que ellas experimenten y luego le damos difusión en las redes, en ferias para que puedan venderlas a esas ideas, a esas propuestas, al precio que ellas deciden. Mostrándolos es como conseguimos que se hagan encargos y también que se las tenga en cuenta como grupo de mujeres organizadas para invitarlas", contó Fernández.
Recordó que cuando empezaron los encuentros se llamaban "talleres de innovación en artesanías textiles" con el eje de la capacitación puesto en que las mujeres pudieran crear productos distintos con valor agregado, "pero la más importante innovación es que ellas puedan crear de manera asociativa, porque antes cada mujer hacía sus obras y veía como vendía. En cambio, ahora son grupos, y en cada feria van algunas mujeres pero llevan el trabajo de todo el grupo. Eso es lo transformador en realidad".
Además, con el andar se formó una red de compradoras, principalmente mujeres, que a su vez revenden los trabajos, pero respetan el precio que ponen las mujeres de Thañí. Las integrantes de esta red trabajan en fundaciones o tienen sus propios emprendimientos, pero "para nosotros es muy valiosa" esta red porque estas mujeres "entienden el proyecto, no se trata solamente de cuánto dinero ganan, sino que está el interés de apoyar esta iniciativa".
Precio no es lo mismo que valor
"En las reuniones es importante la reflexión sobre lo que sabemos hacer y cuánto vale lo que hacemos. Lo que saben hacer ellas principalmente, pero también lo que sabemos nosotras porque ese saber fue importante para lograr esta creación". Se habla también de "entender que el valor no significa poner un precio. Porque en realidad las producciones no tienen precio".
Fernández destacó que la venta de estas producciones "son una ayuda muy importante para las familias", para sostener el alimento diario. Sin embargo, insistió en que en los grupos de mujeres trabajadoras "nos interesa el valor cultural de esas producciones más que transformarlas en mercancía. Y hacia eso vamos, en el camino que vamos andando nos planteamos cómo hacer para diferenciar los trabajos de ellas. No es cualquier tejido, no es cualquier bolso o cartera, sino que son objetos muy valiosos culturalmente y simbólicamente, son textos también, tienen un significado cada uno de los diseños, y esos diseños siempre están hablando del monte. Del monte de hoy, ¿no? Porque en el monte de hoy también hay televisores, hay celulares, hay lavarropas, pero sigue siendo el monte, y sigue siendo vivir con el monte y sigue siendo vivir con memoria, sostener la memoria de los pueblos originarios".
Las mujeres consideran que la iniciativa “es importante porque es un ingreso más para mi familia” y hace bien, y porque "es un símbolo de nuestros ancestros”, porque "representa nuestra identidad”, porque permite trabajar en grupo, "es progresar en grupo por la familia”; permite aprender, “juntarse con las otras mujeres y poder tener un trabajo”. Y porque “el monte (thañí) da todo, permite vender la artesanía y es lo más importante, permite vivir”.
El proceso en los cuatro grupos permitió que las propias tejedoras se reúnan sin las técnicas para hacer acuerdos en la organización de pedidos o hacer acopios.
Además, están planificando hacer un encuentro de todos los grupos de artesanas a fines de abril próximo, en Santa Victoria Este.
Y por estos días se preparan para participar en marzo en un evento que se hará en el CCK en días previos al 8 de marzo, Día de la Mujer, una actividad propuesta por el Ministerio de las Mujeres, y luego sus obras serán expuestas en Berlín.