Son cinco mujeres sentadas alrededor de un mate. Las une el tango. Las une que escriben, tocan, cantan y componen dentro de los marcos estéticos del género. Y las une una lucha que impregna sus letras: el feminismo. Después, claro, a cada una la define un ser y un estar específico en la música. A Victoria de Raimondo, ex Altertango, que canta en el Cuarteto La Púa. Que está a punto de hacerlo en la Orquesta de Julián Peralta, y de grabar un disco con la pianista Paula Gandino. A Belén Canestari, que hace lo propio en la agrupación Mosquita en el Río de la Plata, además de participar en la murga Los movedizos de Villa Crespo. A Barbara Aguirre, mina clave del Circuito Cultural Barracas, que su voz y su pluma brillan al servicio del grupo Las Orillas, y del dúo con el guitarrista Juan Lorenzo, con el que acaba de publicar El buen mal. A Ana Sofía Stamponi, nieta Aída y Héctor, que sigue rodando su disco solista (Almagro Tango), además ultimar detalles de cara a un quinteto que llevará nombre y temas propios. Y a Juliana Manoukian, que no para de recorrer bares y fondas mostrando su reciente criatura: Las calles del sur.
A todas ellas, entremezcladas, se las podrá ver y escuchar también en alguna de las tres fechas relacionadas con ambas dimensiones: lo femenino y el tango. O viernes y sábado 6 y 7 de marzo en el festival “Tango Hembra”, a realizarse en Galpón B (Cochabamba 2536). O domingo 8 en La noche de las pibas, festival mensual con base en el Luzuriaga Club Social (Luzuriaga 348). “Está muy bueno lo que pasa ahí, muy under la cosa”, señala Manoukian, una de las anfitrionas de tal ciclo. Las tres fechas, además, contarán con un hecho clave: la presencia de Vanina Steiner presentando el libro que reunió a todas ellas bajo un título que resume la esencia de la juntada, y sus tópicos: Mirada de mujer: las letristas del siglo XXI (ver recuadro). “El libro de Vani es bien político, Es como un dispositivo muy bueno para desarmar cuestiones de género desde esa dimensión”, manifiesta Di Raimondo, profesora de letras ella, generando el disparador que las mete en tema.
--¿Cómo es componer tango femenino, en esta época en tensión, muy marcada por la lucha de género?
Belén Canestari: --Para mí es un deber dejar nuestra palabra en un momento en el que hay tantas expresiones que están denotando que las mujeres y las disidencias necesitamos decir cosas, más aún en un género como el tango en el que tiempo atrás, si una mujer quería intervenir, hasta tenía que hacerse pasar por hombre. Incluso hoy, al buscar repertorio para interpretar, muchas veces nos encontramos poco representadas por aquellas letras, y sentimos la necesidad de decir otras cosas, de cantar algo que nos represente.
--De todas formas, se puede argüir, en retrospectiva histórica, que casi todos los géneros musicales están asociados a la masculinidad, no solo el tango.
Victoria Di Raimondo: --Justo yo quería decir eso (risas). A veces hay como una exacerbación con el tango, y me parece que esa mirada masculina está en todas las músicas populares, incluso en el arte en general. En este sentido, me cuesta pensar en repertorios escritos por mujeres, o repertorios escritos por hombres. Me cuesta pensar así la literatura… desde el arte me cuesta pensar en una mirada de género. Entiendo que hay una perspectiva masculina, en general en el tango, pero me enganché con éste por la cuestión literaria, por las historias que cuenta. La poesía es enormemente valiosa, más allá de la perspectiva de género.
B.C.: -Además, no siempre cantar algo significa que estás haciendo apología de lo que cantás, sino que la canción es algo testimonial. Cantás una historia en la que sucede algo tremendo, pero eso da cuenta de una realidad dada… no es el tango el que era machista sino la sociedad, quiero decir. Por eso está bueno que se componga hoy, para dejar la huella en futuras generaciones.
V.d.R.: -Yo arranqué a mediados de los noventa, cuando apareció todo un revisionismo con el tango. Nos pasó a mujeres y a hombres la necesidad de decir cosas desde el presente. Acá también me cuesta pensar ese revisionismo como una cuestión privativa de las mujeres. Hubo cosas interesantes como el disco Bombay Buenos Aires, de los ex 34 Puñaladas, por ejemplo. Significó algo fuerte, de quiebre.
Bárbara Aguirre.: -Hay una primera instancia en este camino que es apropiarse del género contra los dueños del tango viejo. Ese es el primer quiebre, y el segundo es decir: "bueno, ahora las mujeres".
-¿Cómo es ese quiebre? ¿En qué medida se sienten protagonistas de él?
V.d.R.: -Cantando lo propio ante una audiencia que pide clásicos. He vivido situaciones traumáticas por esto.
B.A.: -Ambientes en los que había que cantar un repertorio determinado, sí. Igual, el paisaje ha cambiado porque invita a la participación desde otro lugar. El quiebre del que hablamos abrió el juego para que se acerque más gente al tango, desde otro lugar.
--Igual, hay piezas de hace cien años en que ya mujeres como Rosita Quiroga o Azucena Maizani embestían contra el machismo imperante. “Sosegate, no seas loco”, el que graba Rosita en 1930, es literal: “Sos muy canchero y milonguero / Pero ya nunca, viejo, la embocás ni una vez / De acomodo, no hay más caso / Tus tabas cansadas, no quieren más”
Juliana Manoukian.: -Es que el tango es tan amplio y tan ambiguo que en todas las épocas vas a encontrar un montón de posturas. Por eso, una tarea tan importante como la de componer es resignificar las interpretaciones. Creo que tenemos tremenda tarea en este rol también. A mí me gusta cantar canciones de los 20´, pero filtrar las horribles.
Ana Stamponi.: -Igual, quien piense que está ajena al patriarcado, es que no sabe que está viviendo en una sociedad en que aún nos rige este sistema. Sí necesitamos decir cosas que tengan que ver con nuestro lenguaje, con lo que nos pasa a nosotras, como mujeres, hoy.
--¿Y qué les pasa a ustedes cuando se ponen a componer un tema?, ¿Se paran desde un lugar más político, más poético, mechado, sutil, unificado, existencial?
B.A.: --Yo me centro en lo onírico. Me gusta pensar en imágenes y paisajes para componer.
B.C.: --A mí me atrae lo bizarro. Veo poesía ahí, en el corso, en el carnaval. No sé… para mí nada es sagrado.
A.S.: --Me gusta pararme sobre las contradicciones. Las mías y las de la sociedad. También me interpela lo onírico, o me atraviesan cuestiones políticas que necesito vomitar. Tengo varias vetas, todas relacionadas con contradicciones.
--¿Cuáles, por ejemplo?
A.S.: --Me inspira sentirme megafeminista, pero después tener actitudes megapatriarcales en algunos aspectos y decir ¡qué mierda esto! (risas). En muchos temas me río de eso, incluso.
V.d.R.: --Yo escribo sobre impresiones que me da el mundo. Ahora estoy escribiendo sobre la muerte de mi mamá, y una cosa de volver a la infancia. Pero cuando vine a vivir a Buenos Aires, los temas tenían que ver con ruidos, peleas entre la gente, esas cosas.
J.M.: --Yo nunca pude crear algo desde la vía intelectual. Mis temas nacen de una percepción puntual de algo… una imagen conmovedora que me impacte mucho interna o externamente.
--¿Qué mujer del tango influye en sus composiciones?... solo una si es posible
V.d.R: --Qué difícil la hacés (risas). Yo diría Susana Rinaldi. No solo por su talento, sino también por lo que representa, lo que piensa, lo que dice. Hay una cosa extramusical que la convierte en una persona fundamental dentro del tango.
A.S.: --A mí me inspira mucho Tita Merello como mujer que hizo algo muy distinto con su vida. Hace poco vi Los isleros, de 1951, donde ella es una mujer muy distinta a todas las de su época, aunque a su vez tenga una esencia patriarcal. Siempre estuvo sumida en esa contradicción ¿no? Era una mujer muy frentera para esa época, igual que Nelly Omar.
B.A.: --Me encanta Anita Palmero porque tiene un montón de temas burlando al hombre. Eladia Blázquez también. Ella fue y es fundamental en esta búsqueda. Esa cosa pasional, desde la mujer ¿no?
B.C.: --Yo siempre me identifiqué con Ada Falcón… me había mimetizado con ella cuando empecé a cantar, ahora ya no tanto.
J.M.: --A mí me flashea Rosita Quiroga, porque como empresaria le abrió la puerta a un montón de artistas que, si no hubiese sido por ella, no hubiesen llegado. Agustín Magaldi fue uno. Rosita ocupaba un lugar de poder, quiero decir. Incluso competía con Gardel, desde sellos opuestos.
--¿Qué visión tienen de la mujer como personaje del tango?
J.M.: --Depende el tema, pero había mala leche de parte de quien escribía, en muchos casos. Hay setecientos tangos que hablan mal de la mujer que deja al hombre.
V.d.R.: --Es un análisis complicado. Yo he leído mucho sobre el tema, y no lograría cerrar una idea. Está la madre, la puta, la que sale del barrio, muy complicado. También hay una cosa en la interpretación ¿no? No es lo mismo escuchar “Milonguita”, por Goyeneche que por Rivero.
A.S.: --De todas formas, la mujer siempre aparece vinculada a una relación pasional o maternal, esto es que el tango solo reflejó la heterosexualidad patriarcal. Por eso, es que está borroneado el rol de la mujer como compositora.
J.M.: --Están los estereotipos y las excepciones, también, y creo que Discépolo o Manzi son una excepción. Discépolo se la jugó toda con “Confesión”, por ejemplo. Es rarísimo ese tango en ese contexto. Y es genial, claro.
La importancia de un libro
Que Belén, Bárbara, Ana, Jualiana, Victoria y Coni esté sentadas con Página 12, tiene directamente que ver con un libro fundamental para el tango femenino. Son seis de las treinta seis letristas que Vanina Steiner, una especie de primus inter pares en la materia, intervino de su libro: Mirada de mujer: las letristas del siglo XXI. “Es bueno que se visibilice lo que están componiendo las mujeres hoy porque, entre mil cosas, sé de amigas que siguen sufriendo cosas absolutamente repudiables en el día a día”, denuncia la también editora de la revista Tinta Roja. “Otro aporte es que las mujeres empiecen a versionarse entre ellas, cosa que habitualmente no pasa. Sería sano y enriquecedor que ocurra entre ellas, como pasa entre los compositores”.
Una historia contada por otro
Tarde, mucho después de las fotos, suena el timbre. Es Constanza Banús (Coni, para las amigas), cuya palabra no puede faltar. “Soy una sobreviviente de la violencia de género”, se presenta esta poeta, narradora, letrista y gestora cultural santafesina, a cuya pluma pertenece “Invierno amarillo”, tangazo de los nuevos. “Mi reflexión es que la voz y el rol de la mujer en la historia del tango era cantada por otro… el hombre hablaba de la mujer, en base a tres roles: la madre, la novia que sufría y trabajaba, y la puta, que no admitía ese rol de sumisión”, encuadra la también psicóloga e integrante de la comisión de denuncias del Movimiento Feminista del Tango (MFT). “Me parece buenísimo que el tango represente hoy voces que describen otros dolores, otros amores, otras pasiones y otras injusticias. De hecho, hoy las letras del tango ya destilan la aberración de la violencia de género, y el reclamo es la decisión sobre nuestros cuerpos. Que no seamos decididas por ningún otre, ni estética, ni moralmente”.