Desde París

El recelo de las miradas empieza a parecerse al temor y la desconfianza que había invadido los transportes públicos después de la ola de atentados terroristas que azotó París en noviembre de 2015. Antes, los ojos espiaban a un posible terrorista, ahora a un eventual portador del coronavirus. Francia se convirtió, después de Italia, en el segundo país de la Unión Europea con más casos de personas infectadas: hasta este lunes, había 191 casos confirmados y tres muertos

En las últimas 48 horas las autoridades levantaron un auténtico dispositivo de contención para intentar “parar e impedir o, al menos, atrasar” el desarrollo de la epidemia en Francia. El domingo y el lunes, a pedido del personal, se cerró el Museo del Louvre, el popular salón de la agricultura cerró un día antes y el Salón del Turismo (convocado del 15 al 18 de marzo) fue desautorizado . El mismo domingo se anunció que el Salón del Libro que debía inaugurarse durante la segunda quincena de marzo también fue definitivamente anulado. Se trata de la manifestación literaria más importante del país. También se suspendieron muchas funciones de teatro y otros espectáculos capaces de concentrar cientos de personas en una sala. Muchas de estas medidas responden a la decisión del Ejecutivo francés de prohibir todo evento que reúna a más de 5.000 personas en un recinto cerrado. A su vez, varias localidades en los alrededores de París (Oise, Senlis) donde aparecieron infectados se encuentran en una situación de casi confinamiento que incluye a Intendentes y gobernadores.

Ya hay doce regiones francesas afectados por la enfermedad. La prensa evoca la posibilidad de que el gobierno esté “contemplando activamente el paso a la tercera fase de la epidemia del coronavirus, la cual corresponde a un umbral máximo de alerta sanitaria” (diario La Croix). Las señales de alerta provienen del Norte y del Sur de Europa. En el Norte Alemania, con más de 152 casos, e Italia, con 52 muertos, componen junto a Francia el triangulo de desarrollo del coronavirus. El resto de Europa no está por ello al abrigo. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reveló que el Centro europeo de prevención y de control de las enfermedades (ECDC) anunció que el nivel de riesgo pasó “de moderado a elevado”. Ello equivale a admitir que, pese a las medidas adoptadas en la Unión, el virus prosigue su propagación. Ursula Von der Leyen adelantó también la creación de un gabinete de crisis ante el desafío económico y sanitario del avance de la enfermedad en el plano continental. El incremento de casos convirtió a la Unión Europea en una zona de alto riesgo de contagio: en los países de la Unión ya murieron cerca de 60 personas y se cuentan más de 2.500 contagiados.

El ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, indicó que el impacto de la epidemia sobre el crecimiento sería “mucho más significativo” de lo que se previó en un primer momento. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) sumó sus propias previsiones al panorama futuro. Según el organismo con sede en París, el virus aminorará el paso de la economía mundial durante 2010. La OCDE prevé un crecimiento global hacia abajo, o sea, del 2,9 por ciento previsto inicialmente al 2,4 por ciento de ahora. El organismo multilateral vaticina un año durísimo para los países de la zona euro y para Japón. 

Para el sector del turismo, de la restauración, de la hotelería y los espectáculos la ramificación del virus ya tiene un tono de catástrofe. Las anulaciones se cuentan por miles, así como el cierre de salas de espectáculos o la cancelación de eventos anuales profesionales. Prueba de esa realidad es la aparición de spots en la televisión, el lanzamiento de una aplicación sobre el coronavirus y los incesantes consejos que difunden los medios sobre cómo saludarse, ceremonial del cual ya se excluye el beso o el apretón de manos. El fin de semana, en la radio pública francesa France Bleu, el especialista en ética contemporánea y savoir-vivre Philippe Lichtfus preconizó: "podemos saludarnos sin darnos la mano. Tal vez sean circunstancias buenas para aprender a decir buenos días de forma más sincera". El experto recomendó mirar a la “persona a los ojos y saludarla con un rostro abierto”. 

Estas incursiones en la ligereza no apartan el peso de lo que, día a día, resulta más evidente: la expansión de la pandemia es ineluctable. La Organización Mundial de la Salud (OMS) interpeló a la comunidad internacional a que aplicara medidas fuertes según la progresión del virus. En total ya hay más de 3.000 muertos y el coronavirus se extendió por 62 países. Lo que hace unos días parecía una excentricidad en la calle o en los transportes públicos ya no suena tan extraño: cada vez hay más personas que llevan una máscara, sea las que se utilizan en los hospitales, o unas más gruesas y puntiagudas que convierten la boca de pasajeros y transeúntes en picos semejantes al de los patos. El coronavirus es una aplanadora lenta: cada persona ya lo ve asomarse en su horizonte.

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