Cuando se habla de la Unión Soviética se suele hacer hincapié en los crímenes cometidos por el régimen liderado por Stalin. Otros, más complacientes con el sistema implementado en la URSS, optan por enfatizar los logros macroeconómicos de la era estalinista, especialmente cuando el primer plan quinquenal produjo un extraordinario aumento en la producción de la industria pesada. Lo que hizo Sheila Fitzpatrick en su notable investigación La vida cotidiana durante el estalinismo (publicada por Siglo XXI), fue abordar esa época (en este caso circunscripta a los años 30) con otro prisma, en un plano diferente. A partir del estudio de archivos oficiales, de diarios personales y testimonios varios, la autora reconstruyó la historia en minúscula; la de los ciudadanos de a pie que debieron aguzar el ingenio y elaborar estrategias para sobrellevar el enorme sacrificio que implicó el cambio de sistema económico, que incluyó la colectivización de la agricultura. Los interminables trámites burocráticos, el tráfico de influencias, los milagros que hacían las madres para conseguir alimentos por fuera de la cartilla básica, entre otros ítems, nutren este trabajo que también pone el foco en la política propagandística que implementaba el gobierno para sembrar en la población la idea de que el sacrificio se vería coronado por un futuro feliz para la clase trabajadora.