Los días que la Tierra se detuvo
“No fue hasta que leí un cuaderno con notas de mi abuelo sobre avistamiento de ovnis que me enteré de las increíbles historias de sucesos sobrenaturales en lo que es, en gran parte, una tierra estéril”. Palabras de la fotógrafa nórdica Maria Lax sobre el puntapié que dio origen a Some Kind of Heavenly Fire, serie de imágenes donde explora la artista la extendida creencia de su sitio de origen -“un pequeño pueblo en el norte de Finlandia rodeado de vasta naturaleza salvaje”-, que antaño fuera un punto clave para visionar objetos voladores no identificados. A partir del mentado cuaderno, de archivos de periódicos locales, de viejos álbumes de fotos familiares, comenzó Lax a empaparse del tema, conversando luego con vecinos de la zona. Supo así que, en los años 60, los avistamientos eran frecuentes, comunes, aunque el contacto extraterrestre había comenzado mucho antes… “Los primeros platillos divisados en el área, de los que encontré registro, fueron ya en los años 20. Pero debido al temor de que otros los tacharan de locos, muchos fueron cautelosos y mantuvieron sus experiencias en secreto, contándolas recién décadas después”, ofrece la muchacha que, a partir de las charlas con lugareños, se topó con anécdotas similares: “Luces de colores que seguían a los coches o a las personas que volvían caminando a sus casas, solas. Luces silenciosas brillando en distintos colores antes de desaparecer en el cielo. A veces, despertaban a personas en sus hogares, en el medio de la noche, y se desvanecían nuevamente, sin dejar rastro”. Por lo demás, suplió la falta de luz solar con “colores y largas exposiciones que me permitieran extraer lo inesperado de lugares que conocía desde la infancia”, conforme admite quien cita como influencias a la escritora Tove Jansson, al pintor Henri Rousseau, también a la película E.T., valga la mención… Lax explica que el título de la serie proviene de una cita que halló en el libro de su abuelo, que relataba curioso momento vivido por una mujer mayor: “Vio lo que parecía ser el bosque en llamas en una fría noche de invierno, describiendo las luces extrañas como algo de otro mundo, como una especie de fuego celestial”.
Años por palabras
Define el diccionario Merriam-Webster, uno de los más consultados en Estados Unidos, a “máquina del tiempo” como “un dispositivo hipotético que permite viajar al pasado y al futuro”. No conforme, empero, invita desde sus páginas a que los propios lectores se conviertan en viajeros del tiempo, gracias a una herramienta online que nada tiene de incierta. Se llama Time Traveler y, aunque está disponible desde hace dos años, ha ganado renovada tracción los pasados meses gracias a menciones en la BBC o tuits de espabilados internautas. Dichosos todos de enterarse qué palabras o expresiones fueron “acuñadas” en su año de nacimiento. Relativamente acuñadas, todo sea dicho, porque lo que señala la herramienta no es la fecha de creación de tal o cual término, sino la primera vez que apareció en una noticia impresa, en un libro… “Muchas palabras se utilizaron durante décadas antes de pasar al idioma escrito. La fecha es para el primer uso escrito que los editores han podido descubrir”, abre el paraguas la reputada publicación; advirtiendo que el asunto está sujeto a posibles cambios: “Las fechas asignadas se actualizarán a medida que surjan evidencias de un uso más temprano”. Hechas las aclaraciones pertinentes, sepan los nacidos en el ’73 que entonces aparecieron diskette, Watergate, videogame; en el ’88, hiperlink, emo, gansta, e-book; en el ’95, eurozona, wiki y USB… Malvavisco, por cierto, es anterior al siglo 12. Hámster data de 1607; gran año, que regala también maquiavelismo, marmota, melancolía. Quijotesco y shakesperiano recién en 1718. En 1775, antiamericano, libertad de expresión, insurgente. Un año después, escopeta. Y en 1790, después de la Revolución Francesa, sansculotte, exterminador. En 1914, bomba atómica, bolchevique, noticiero, también pillow talk. Y así, de todo como en botica, para perder el tiempo encontrando el momento en que se empezaron a escribir neologismos en el mundo anglo; porque palabras en español, de más está decirlo, aquí no.
Guita, esa obra de arte
Desde las pasadas semanas, todos pueden ser dueños de un Turner en Gran Bretaña. Aún más: pueden llevar El Temeraire remolcado a su último atraque para el desguace, famosa pintura del maestro inglés de 1838, prolijamente dobladita en el bolsillo. Se jactará The National Gallery de tener en su haber la pieza original, homenaje del genio romántico a uno de los últimos barcos que sobrevivió a la Batalla de Trafalgar, el HMS Temeraire, pero cualquier civil puede pavonearse ya de contar con un billete de 20 libras. El nuevo billete de 20 libras, valga la aclaración, puesto en circulación recientemente, emperifollada la flamante versión con la carita de J. M. W. Turner y, claro, con la mentada obra de arte. Obra votada favorita total del país en una encuesta realizada por la BBC hace 15 años, dato que el Banco de Inglaterra evidentemente tomó en consideración al momento de elegirla para acompañar el rostro del artista, a partir de su autorretrato de 1799. “Su pintura fue transformadora, su influencia abarcó vidas y su legado perdura a la fecha”, concedió la institución al explicar por qué él y no otro reemplazaría al economista Adam Smith en la tan requerida moneda. Tan requerida, de hecho, que hay dos mil millones de billetes de 20 en UK y, si se dispusieran en una línea recta, envolverían la Tierra casi siete veces. Los nuevos, por cierto, los irán reemplazando poco a poco, y son un intento por “celebrar la herencia extraordinariamente rica y diversa de Reino Unido, destacando las contribuciones de sus más grandes ciudadanos”. El titular del Banco de Inglaterra, Mark Carney, ha dicho: “Estoy encantado de que el trabajo del que posiblemente sea el artista británico más influyente de todos los tiempos ahora aparezca en otros dos mil millones de obras de arte: los nuevas billetes de £20 que la gente puede comenzar a usar hoy”. Además de mencionar otros detalles floridos que vienen en el dinerito: la firma replicada del testamento del pintor; una cita –“La luz es, por lo tanto, color”- tomada de una conferencia que Turner diera en 1818… Fabricado en polímero -más ecológico, seguro y duradero, según especialistas-, los británicos se han puesto modernetes en el cash reciente: si se enfoca con el celular, abierta la app de Snapchat, la lente de realidad aumentada anima la pintura que aparece en el billete. Más chiche que guita, a juzgar por su bonus track. Ya veremos qué se les ocurre incorporar en el venidero billete de 50 libras, que tendrá al matemático Alan Turing, considerado uno de los padres de la informática moderna, como efigie estelar…