Hubo un momento entre los ochenta y los noventa en que se configuró, desde las películas de John Hughes hasta Ni idea o American Pie y pasando por las series —especialmente la pionera Freaks and Geeks— el universo del colegio secundario y sus protagonistas adolescentes tal como lo conocemos hasta ahora: chicxs que llegan a la escuela en auto, que miran de reojo a lxs populares, las porristas y lxs capitanes del equipo de fútbol pero se codean con los losers y los nerds, que son empujados junto a los lockers mientras guardan las mochilas, asisten a fiestas cool por lástima o casualidad y tienen, sobre todo, una sensibilidad que los distingue de sus coetáneos.

Lxs padres bonachones o indiferentes, el director de escuela tiránico que odia a lxs adolescentes, la profe copada, el vestido que se ponen las chicas para la prom: todo está muy codificado en el subgénero "película o serie de secundario", y todavía funciona. Pero las ficciones más memorables, como las de John Hughes, con su realismo de familias que no tenían un mango y la osadía de sostener que lxs jóvenes brillaban con una lucidez de la que lxs adultxs carecían, inscribieron su propio estilo dentro del rubro; más recientemente, Sex education es un buen ejemplo de fusión entre esa tradición y lo contemporáneo: el escenario es el mismo, pero se siente que lxs chicxs son lxs de ahora. Sex education se permite ser retro y dialogar con la actualidad en partes iguales; en otros casos, el regodeo en el pasado simplemente achata o se percibe demasiado como fórmula segura.

Algo de esto sucede con Esta mierda me supera, la nueva serie de Netflix protagonizada por Sophia Lillis que, con siete capítulos de entre veinte y treinta minutos, atraviesa su primera temporada a la velocidad del rayo (“tengo la sensación de que vi un teaser”, se escuchó decir por ahí). Esta mierda me supera (I am not okay with this en idioma original) está basada en una novela gráfica de Charles Forsman y a través del protagónico de Sophia Lillis tiende un puente hacia otra ficción de coming of age en los ochenta como fue It Capítulo Dos (2019), en la que Lillis interpretaba al personaje de Jessica Chastain en su adolescencia. En este caso es Sydney, una chica de diecisiete años que, como si la adolescencia fuera poco complicada, no se ha recuperado para nada del suicidio reciente del padre. Sydney vive con la madre laburante, que en general se limita a encargarle mandados mientras sale apurada con su uniforme de moza, y un hermanito menor más maduro que ella.

No falta nada en el género serie de secundario: hay una amiga copada que está saliendo con uno de los populares y toma distancia, un vecino tan pasado de geek que es casi cool, un pueblo que parece aburrido. La serie combina sus elementos de modo impecable pero, eso sí, poco innovador: ¿qué chances hay de que no le guste a un público que haya visto con placer Stranger Things y Sex education? Pero también hay cierta sensación de déjà vu, precisamente porque la explotación de este universo adolescente —que aquí no es nostálgico pero lo parece, porque todo es retro— parece haber alcanzado su punto máximo. Lo más original que tiene para ofrecer Esta mierda me supera es una protagonista femenina cuya particularidad es que padece repetidos ataques de ira, y una furia contenida en un cuerpo de chica bastante diminuto que en un momento, por suerte, empieza a transmitirse al entorno. Y así comienza lo fantástico, con poderes y presencias que en esta temporada llegan algo tarde y dejan con gusto a poco: con un final ensangrentado que imita a Carrie (1976), puede que la serie vuelva con una segunda temporada brillante en la que lo fantástico sea un recurso inmejorable para explorar la rabia adolescente, pero por ahora no hemos visto más que un avance.