Hace un tiempo fui a la granjita de mi cuadra –donde compro carne, pescados, huevos, embutidos y quesos– y cuando me preparaba para pagar noté algo nuevo en la zona de la caja. Al lado de las plantas de plástico, imágenes de caballos campeones con jockeys enanos, y una computadora que solo juega al Candy Crush, había una foto enmarcada de Fidel Castro estrechando la mano al Papa Francisco. Que el Papa forme parte de la granjita me pareció normal –los dueños son un clan conservador y católico como gran parte de la clase media argentina, me dije, revolviendo mi cartera– pero que allí estuviera Fidel Castro rompía todos mis esquemas. Sin saber cómo acomodar esa nueva información a mis prejuicios, tardé en sacar los billetes mientras me debatía en posibilidades. Porque, además, gracias a una conversación que presencié hace unos meses, sé que votaron a Mauricio Macri. ¿Cómo se puede votar a Macri y tener una foto de Fidel? ¿Por qué justo una foto del Papa peronista y Fidel? ¿Serán peronistas de derecha? ¿Entonces por qué no votaron a Sergio Massa? ¿Se habrán tragado el giro popular de Macri bailando cumbia? Como seguía inmersa en mi perplejidad, dejé pasar a una señora para que pagara antes que yo. Y seguí. ¿Fidel significa algo hoy en día? ¿Es (fue) Fidel un símbolo político vacío que los votantes de Macri pueden ponerlo sin entrar en un conflicto ideológico? ¿A qué hemos llegado? ¿Qué significa para ellos que Fidel le estrechara la mano al Papa? ¿Una unión entre Cuba y Argentina? ¿Una unión entre un modelo político perimido y una institución perimida? ¿Qué pensarán de Maradona? ¿Será irónico? Y dejé pasar a otra vieja para que pagara, que ya se estaba poniendo nerviosa. Y seguí: ¿Se estará dando cuenta el dueño que estoy mirando tanto la foto? ¿Le pregunto?

No soy lo que se dice una persona casualmente simpática. No es deliberado ni algo de lo que me enorgullezca, simplemente no me sale naturalmente eso de sonreír y hacer preguntas.

Mi expresión suele ser grave. 

Además, vivo pensando en pelotudeces, lo que hace que todo me tome por sorpresa, incluso la interacción de rigor para la cual me estuve preparando, en este caso, pagar los huevos. Así que empezar a hablar a esta altura del partido –hace años que soy clienta– e indagar sobre el asunto de la foto quedaba totalmente descartado. Y entonces seguí. ¿Será la influencia de su hermano el farmacéutico que tiene más pinta de peronista que él? Nota: El hermano del dueño de la granjita tiene una farmacia pujante a unos metros de su negocio. Le va muy bien, aunque es profundamente infeliz. Basta con ir a comprar unas aspirinas para darse cuenta. Tiene varios hijos (dos trabajan con él) y piensa que son todos unos pelotudos. Esto lo sé porque dos por tres mientras te da el cambio suele decir: “No lo escuches a él –por algún hijo que está hablando– porque es un pelotudo”. Y lo dice en serio. Pero tiene pinta de peronista. Aunque quizás sea peronista de derecha. No sé si vota a Macri como su hermano. En todo caso es probable que el padre de ellos fuera peronista. O admirador de Fidel. Claramente hay algo de la política argentina, o de esta familia, que se me está escapando, concluyo, agotada, cuando, ahora sí, junto los billetes para pagar. Y, como no podía ser de otra forma, la interacción me toma por sorpresa.

–¿Está linda la foto eh? –me dice el dueño de la granjita. 

–Jmm –respondo, mientras me imploro: Poné cara de nada. De nada.

–¿Qué pasa, cuál no te gusta? –insiste.

Entiendo que en mi respuesta se juega algo clave.

–Me gustaba más el de la izquierda –digo, forzando una sonrisa y esperando confundirlo con eso de la izquierda y la derecha.

–Ah, Fidel. ¿Y el Papa? ¿No te gusta Francisco?

–No me gusta la Iglesia –termino respondiendo con una sinceridad innecesaria.

–Mi hijo es cura –me dice con gravedad.

–Es linda la foto –digo apelando a la estética para salir de la ideología.

–La sacó mi hijo –responde sin soltar prenda.

–Mi cuñado es cura también –miento apurada y al borde de la desesperación. Y vota a Macri, agrego, ya sin fuerzas.

Y huyo pensando en que me tengo que mudar con urgencia. Me tengo que mudar antes de que descubra que solo tengo hermanos varones que viven en Uruguay, y un novio mitad judío. Pero antes de mudarme tengo que ir a devolverle dos huevos rotos.