Tomar la calle

Pablo Mehanna

Sin ser necesariamente un acto político consciente, queda claro que tomar la calle implica siempre la apropiación ideológica del espacio público. Y esa apropiación se repite cada noche, como postal callejera, con cientos de jóvenes reunidos en una esquina de Palermo, bajo lamparitas colgantes, sentados en la vereda, bebiendo pintas de cerveza artesanal, fumando y charlando. Es que allí, en la intersección del pasaje Coronel Cabrer con Gurruchaga, abrió en noviembre del año pasado Growlers, flamante cervecería de estética popular, que muy pronto se convirtió en una de las más exitosas del barrio. 

   Growlers ofrece 20 canillas de cerveza rotativas, con estilos de cerveza que cambian a medida que se vacían los barriles. “Trabajamos con 45 productores de todo el país. No queremos que la gente venga por una cerveza en particular, sino que pruebe todo lo que hay. Por eso, también, tenemos un sólo precio para todas las cervezas”, explica Manuel, uno de los socios detrás de este lugar. Por $90 ($60 durante el happy hour), es posible probar la excelente stout de la patagónica Berlina, una refrescante Witbier de Jarva, algunas de las IPAs de Cork (especialista en el estilo), la original Bluberry de Crafter (con arándanos), las lagers de los cordobeses de Peñón del Águila o una sidra de Kilca, entre muchas otras. 

   La comida acompaña con honores: hay hamburguesas de carne vacuna y de cordero (todas a $120, con papas fritas), como la que incluye queso azul, cebollas al bourbon, pesto de rúcula, maní tostado y pepinos. También una generosa provoleta a la plancha con garrapiñada de maní tostado ($140), alitas de pollo fritas ($110 con papas fritas y dip), un sándwich que varía semana a semana, en pan de masamadre ($110) y más opciones, todas contundentes y sabrosas. 

   Entre grafittis y dibujos coloridos, algunas paredes descascaradas, una terraza y sistema de autoservicio (todo se pide en la barra), Growlers apuesta a un  espíritu comunitario y juvenil. Y sus habitués responden con alegría. 

Growlers queda en Gurruchaga 1450. Sólo efectivo. 


Con vista al parque

Pablo Mehanna

Con más de un kilómetro y medio de perímetro, sus grandes árboles y un césped cuidado y querido por los vecinos, el Parque Saavedra es uno de los espacios verdes más lindos de la ciudad porteña. Y es allí, en una pequeña y despreocupada esquina, donde se ubica Cornelio Saavedra, pequeño bar que sabe aprovechar bien su vereda. Paredes de chapa, banderines multicolores, frases escritas en pizarras, cuadros paródicos de próceres enmarcados en dorado, necesario bicicletero en la puerta, innecesarias pantallas de TV encendidas; todo apunta a un espacio relajado y multipropósito, donde ir por un café, una cerveza o una copa de vino. Sirve tanto para un desayuno con diario frente al parque como para un almuerzo dominguero en familia o una cena entre amigos. El menú, acorde, recorre sabores conocidos, aptos todo público, bien logrados y con una mirada propia que esquiva todo tipo de pretensiones. Rica pizza a la parrilla (desde $95 la chica, $160 la grande), con sabores clásicos y otros más glamorosos (como la que lleva salmón ahumado, almendras y queso brie); muy buena empanada frita (la llaman “empanadota”, y con razón) de carne cortada a cuchillo ($27), sándwiches generosos (desde $130), una contundente hamburguesa de 200 gramos de carne (la Mexican incluye queso fundido, guacamole y tabasco opcional, $170) y varios etcéteras. Suman pastas secas y rellenas, ensaladas, opciones económicas para niños ($80) y una especialidad de la casa, las milanesas. Vienen para una, dos y hasta tres personas, en versiones bien conocidas, como la Napolitana, pero también en otras como la Hollywood, que lleva mozzarella, jamón crudo, rúcula y queso en hebras ($350 para dos).

   En un barrio de casas bajas y callejuelas cortadas (y, cada vez, más edificios nuevos), entre propuestas usualmente conservadoras, tanto en cocina como en estética, Cornelio aporta un bienvenido aire fresco a la zona. Ideal para almorzar y luego tirarse sobre el pasto del parque, para una merecida siesta de fin de verano. 

Cornelio queda en Besares 3599. Teléfono: 4543-5159. Horario de atención: lunes de 17 a 0.30, martes a viernes de 11 a 0.30, sábado y domingo de 10 a 0.30.


Elegancia a las brasas

El barrio, Núñez, con su mix de casas bajas y tranquilidad pueblerina que en los últimos años devino en boom de construcción y tránsito creciente. Por fuera, la esquina impacta, con porte aristocrático. Allí, desde hace unos meses, funciona la La Casona de Jorge, lugar elegante (adjetivo que se traduce en mesas espaciadas entre sí, mantelería de colores claros, sillas de cuerina, salones privados ideales para festejos) que apuesta a cortes clásicos, correcta calidad en las carnes y un par de especialidades de la casa, para diferenciarse en el rubro gastronómico que más competencia tiene en la ciudad: la consabida parrilla argentina. 

   Los camareros son tradicionales, conocen su oficio y manejan los tiempos con experiencia. Al llegar, invitan con chorizos de cortesía. Las porciones son grandes, para compartir (de todo hay media porción, a 40% menos que el valor original). Ricos chinchulines ($170), distintas versiones de provoleta (desde $145), también riñones a la provenzal ($180). Dicen presente los clásicos nacionales, como bife de chorizo (800 gramos servidos al punto pedido, $460), asado de tira ($420), bondiola ($340). Y suman cortes menos usuales como el T Bone (de un kilo, $650) o el chuletón de ojo de bife (con hueso, 900 gramos, a $650). Pero la especialidad de la casa, en especial los fines de semana, son dos: de un lado, el cordero ($420), bien sabroso; del otro, el cochinillo, que puede salir entero ($1800), cortado al medio ($980) o en porciones individuales. Las papas fritas ($90), de corte fino y bien crocantes, merecen aplausos.

   Hay, claro, ensaladas, alguna milanesa, un par de pastas, incluso un salmón rosado. Vinos clásicos a precios correctos, postres aún más clásicos (desde queso y dulce a $80 hasta un tiramisú con mascarpone a $130). Pero, también queda claro, no se trata de un lugar que busque la sorpresa. Tan sólo ricas carnes y precios medios (compartiendo bien puede resultar incluso económico), en un ambiente que está por arriba del promedio. 

La Casona de Jorge queda en Juana Azurduy 2299. Teléfono: 6858-2299. Horario de atención: lunes a viernes, de 20 a 24; sábados y domingos, de 12 a 16 y  de 20 a 24.