Silvio Astier, un joven que quiere ser ladrón, hace de la literatura el fundamento de su experiencia. El juguete rabioso, la primera novela de Roberto Arlt, narra el modo en que el héroe es devorado por el folletín. No le gusta la realidad -a Silvio- y aspira a otro destino. “Usa los libros como plan de acción y lee para aprender a vivir”, advertía Ricardo Piglia. ¿A quién está dedicada esta novela, contraria a toda ilusión liberal y a cualquier modelo “progresista” de acceso libre a la cultura, que salió por primera vez en 1926? A Ricardo Güiraldes, el autor de Don Segundo Sombra, protagonizada por un joven: Fabio Cáceres, y publicada también en 1926. “Todo aquel que pueda estar junto a usted sentirá la imperiosa necesidad de quererlo”, escribió Arlt en la dedicatoria. Casi un siglo después, las versiones en bengalí de las dos novelas se presentaron en el 2° Festival Hispano de Kolkata (Calcuta), en la India, en el marco del Programa Sur de apoyo a las traducciones, creado en 2009 y coordinado desde entonces por la cancillería argentina.
El Programa Sur, el más importante en su categoría entre los países de habla castellana que apunta a promover la literatura, el pensamiento y la cultura argentina en todo el mundo, ha permitido la publicación de 1466 obras de más de 400 autoras y autores argentinos, traducidos a 47 lenguas, distribuidas en 52 países, y en colaboración con 850 editores extranjeros. La Embajada Argentina en la India desarrolló un pormenorizado trabajo y finalmente concretó una reunión con cuatro editoriales bengalíes para escuchar sus intereses y así facilitar el nexo literario y editorial. “El mundo de Roberto Arlt está muy relacionado con la experiencia cotidiana de los hindúes. Pese a que no resulte tan evidente, el sentimiento del protagonista, sus actitudes y gestos no son desconocidos para nuestra sociedad, atravesada también por el dolor del individuo solitario”, explica el traductor Asesh Ray, quien también tradujo el Martín Fierro al bengalí, lengua hablada por 230 millones de personas.
Ray ha traducido al bengalí cuentos de Gabriel García Márquez, poemas de Octavio Paz y César Vallejo y Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, entre otros autores. Sobre el trabajo de traducción de Don Segundo sombra –novela en la que el universo del gaucho deja de ser un simple espacio narrativo para transformarse en un universo mítico- aclara que “lo más desafiante es encontrar el tono gauchesco” y que su anterior experiencia con el Martín Fierro fue vital para superar la “barrera cultural” entre el mundo del gaucho y la sociedad hindú. El editor Arun Kumar Dey, director de Radical Impression, la editorial que publicó las novelas de Arlt y Güiraldes, advierte que los lectores bengalíes, sobre todo los más jóvenes, seguramente se sentirán atraídos por la exuberancia de los personajes de Arlt, mientras que aquellos lectores del Martín Fierro verán una continuación del mundo del gaucho y la pampa en la traducción de Güiraldes.
Desde hace más de diez años, gracias al Programa Sur se han traducido obras argentinas a diversos idiomas como el inglés, alemán, francés, hebreo, búlgaro, italiano, polaco, malayo, tailandés, rumano, griego, ucraniano, japonés, checo, neerlandés, portugués, turco, danés, ruso, sueco, georgiano, eslovaco, árabe, esloveno, húngaro, macedonio, noruego, vietnamita y mandarín. Entre los autores más demandados por los editores extranjeros están Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Ricardo Piglia y César Aira; las escritoras más traducidas son Claudia Piñeiro, Ana María Shua, Samanta Schweblin y Luisa Valenzuela. En los últimos años creció la demanda hacia narradoras como Gabriela Cabezón Cámara (inglés e italiano), Ariana Harwicz (inglés y francés) y Selva Almada (inglés y holandés). Mariana Enríquez ha sido traducida a 9 idiomas desde el año 2009.
¿Qué lecturas suscitará El juguete rabioso en bengalí? Más allá de las conjeturas, Piglia dio en el blanco de una cuestión que trasciende las diferencias culturales. “Para Arlt el dinero es una máquina de producir ficción, o mejor, es la ficción misma porque siempre desrealiza el mundo: primero porque para poder tenerlo hay que inventar, falsificar, estafar ‘hacer ficción’ y a la vez porque enriquecerse es siempre la ilusión (…) que se construyen a partir de todo lo que se podrá tener en el dinero. De hecho, los personajes de Arlt no ganan dinero, se lo hacen y en ese trabajo imaginario encuentran la literatura (…) Es la oscuridad paradójica que rodea el origen de la riqueza lo que está en juego: para que el dinero valga como signo literario debe encerrar la memoria de un relato donde se lea la aventura prodigiosa de las malversaciones y los crímenes que han permitido acumularlo”.