"¿Cómo lograr que una persona no solo crea en lo sobrenatural sino que actúe en consecuencia?" Esa pregunta que se hace Richard Price en una entrevista con Indiewire publicada el mes pasado es la que descubre el itinerario que emprendió en su trabajo de adaptación del universo fantástico de King a las coordenadas del realismo que siempre han definido a su literatura. Su novela Clockers, llevada al cine por Spike Lee en 1995 y convertida en un duro retrato del tráfico de drogas en Brooklyn, mediado por la presión policial y las guerras entre narcos, es un claro ejemplo de su estrategia de escritura. Seco, directo, modelado en la tensión de los universos que aborda y en la carnadura de los personajes que observa antes que imagina, el estilo de Price alimentó películas como Herencia en la sangre (1978), de Robert Mulligan, con un jovencísimo Richard Gere, o Los pandilleros (1979), de Philip Kaufman, sobre una banda juvenil de los 60, mezcla de los rituales rebeldes de aquellos años y los cambios de los Estados Unidos del post flower power. Luego fue guionista de Martin Scorsese en El color del dinero (1986), le escribió a Al Pacino ese extraño romance con Ellen Barkin en Prohibida obsesión (1989), definió el triángulo entre Robert De Niro, Uma Thurman y Bill Murray en Una mujer para dos (1993), con el gangsterismo como secreto telón de fondo, y edificó la paranoia de Mel Gibson en El rescate (1996), emblema de los thrillers de nueva venganza de los 90. Pero la fama le llegó con el éxito de The Wire, la mítica serie creada por David Simon, que explotaba ese nervio que Price había convertido en su marca literaria. Ese hito en su carrera lo convirtió en un nombre atractivo y contradictorio para cruzar con el de Stephen King, y para él resultó tanto un desafío como una autoexigencia. "El desafío fue el siguiente: 'OK, existe el 'Hombre de la Bolsa', el Cuco o como queramos llamarlo. Si alguien entra en esta habitación ahora mismo, se sienta y dice: 'Sé que esto va a sonar loco, pero el Cuco es real', ¿qué me tomaría convencerme de eso y cuánto tiempo?". Ese trabajo es el que realiza Price sobre la letra de King: llevar esa convicción a sus personajes y sus espectadores en el tiempo que duran las imágenes, contar con el escepticismo y hacer de él una herramienta a su favor. Creer en el monstruo es hacerlo real también para quienes le tienen miedo pero aún no lo saben.
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