A la hora de exponer públicamente sobresale su estilo moderado y por algunos momentos se vuelve enfático. En eso se diferencia de sus antecesores en el cargo de Lord Mayor. No tiene el discurso vehemente de Héctor "Tigre" Cavallero, le escapa al estilo puteador y cabrón de Horacio "Vasco" Usandizaga, a la monotonía de Mónica Fein o a la frialdad de Miguel Lifschitz. Tal vez, su discurso se emparenta, en parte, con el de Hermes Binner.
Vale recordar el perfil -sus recuerdos personales mientras construía su carrera política- que se publicó en Barullo, la revista cultural de Rosario: "Raúl Alfonsín en un acto de campaña en plaza Montenegro, previo a las elecciones de 1983. Los primeros comicios electorales en el Superior de Comercio, a mediados de los 80. Los almuerzos familiares, ineludibles, de cada sábado en casa de Marcos, su abuelo comunista. Una carrera en silla de ruedas por la pendiente de calle Tucumán sólo por aceptar el desafío de su amigo Fabricio Simeoni. Los nacimientos de su hijo e hija. En cada imagen Rosario aparece como escenario principal en la vida de quien supo ser el joven maravilla del radicalismo argentino y niño mimado de Raúl Alfonsín; el amante de la literatura de Roberto Bolaño que hace más de una década se lanzó a recorrer México siguiendo los pasos del autor chileno; el lector voraz que sabe de letras pero esquiva las publicaciones; el abogado que desandó la profesión en aquellos (pocos) años en los que no ejerció cargos políticos".
Esta semana presentó su plan de gobierno municipal 2020. En rigor, expuso claramente su forma de hacer política: a) entiende la pluralidad como una clave para gobernar en tiempos difíciles, b) se obsesiona por desmontar la idea de que el culpable es el otro, c) sorprende cuando apela a la paz, el respeto y el consenso social para convivir en alguna de las dos Rosario: la atravesada por la violencia urbana, la maldita policía, los soldaditos de la droga y sus jefes juveniles refugiados en la marginalidad, y también la de los picnic norturnos a la vera del río Paraná, el consumo masivo y feliz después de hora de cerveza artesanal en avenida Pellegrini y la eterna madrugada que se desliza en Pichincha.
Para los exponentes del pensamiento crítico puede sonar a naíf su lógica de la política.
Como no viene del socialismo santafesino -que entendió la acumulación de poder como un emprendimiento propio- y sí del tronco radical, la línea de tiempo trazada dice: no tuvo reparos en sacarse una foto con Mauricio Macri en su última visita electoral a la ciudad, saludar el discurso del presidente Alberto Fernández en el Día de la Creación de la Bandera, apoyar la ley de emergencia del gobernador Omar Perotti por obvias razones (ver tapa del viernes pasado de Rosario/12) y rescatar buenos proyectos para la gente de concejales de la oposición.
Pablo Javkin, el intendente, podría ser tu buen vecino rosarino. O no. Es, en definitiva, su propia batalla cultural aún a costa de fracasar.