El éxito del senador Bernie Sanders en la primera fase de las internas demócratas generó preocupación en la conservadora estructura del partido. Así como en 2016 básicamente trampearon la convención para que Hillary Clinton fuera la candidata en lugar del autodefinido socialista, en este 2020 el centro democrático está jugando la carta macartista. El mensaje es claro: Sanders se definirá como un socialista, pero en realidad es un comunista, palabra que sigue ensuciando en Estados Unidos. En estas últimas semanas, el candidato fue acusado de recibir ayuda de Moscú y de elogiar a figuras como Fidel Castro y Hugo Chávez, cucos políticos. Ayer, el arqueo de archivos incluyó al prestigioso diario The New York Times, que publicó documentos soviéticos sobre las relaciones de Sanders con la todavía URSS en 1988.
El Times pinta de rojo al senador con más sutileza que el presidente Donald Trump y otros medios de la derecha republicana, pero sugiere claramente que hace 32 años el intendente de Burlington, Vermont, se dejó usar por la propaganda soviética. Los periodistas del Times viajaron a Yaroslav, una ciudad al norte de Moscú, y encontró una carpeta con 89 documentos sobre la visita de Sanders en 1988. El contexto era una iniciativa nacida en plena guerra fría y en Estados Unidos, el programa de ciudades hermanas, por el cual se buscaba mejorar la imagen norteamericana creando lazos entre centros urbanos de ambas potencias. Para la inteligencia americana, cualquier contacto entre ciudadanos “del mundo libre” y soviéticos ayudaba a derrumbar mitos y quebrar el monopolio informativo del Kremlin. Para los soviéticos, era también una oportunidad de romper estereotipos y captar simpatías.
Pero para los muchos que temían la inminencia de una guerra atómica, el programa era una manera de ponerle una cara humana a un enemigo construido desde el estado. Sanders, por entonces intendente de la ciudad de Burlington, en el estado de Vermont, se unió al programa y visitó Yaroslav para coordinar que las dos capitales regionales se declararan hermanas. Burlington no era una excepción, ya que decenas de ciudades norteamericanas ya tenían hermanas soviéticas o estaban creando esa relación. La nota del New York Times hasta aclara que ningún documento muestra que Sanders fuera particularmente receptivo a un supuesto mensaje soviético, pero sugiere que la recepción en Yaroslav fue especial porque el intendente ya se declaraba como un socialista.
Lo que hizo Sanders en esos días fue recorrer la ciudad en un programa que no le dio respiro ni oportunidad de encontrarse con nadie fuera de la vista de sus anfitriones oficiales. Según la carpeta encontrada en el archivo local, la visita fue intensa e incluyó eventos cuidadosamente preparados desde el desayuno a la cena. Un resumen encontrado indica que las visitas a iglesias y un paseo por el río fueron particularmente populares entre los doce norteamericanos visitantes. Sanders había comenzado el trabajo de hermanar su ciudad en diciembre de 1987 con una carta al secretario del comité soviético, Yuri Menshikov, sugieriendo un viaje en mayo de 1988. El viaje se realizó en junio, con un tour por Moscú y Leningrado antes de llegar a Yaroslav. De vuelta en casa, el intendente siguió con la parte más difícil, la de convencer a Moscú de que dejara viajar una delegación de Yaroslav a Burlington.El proyecto fue aprobado en julio de 1988, en parte por la ayuda de la astronauta Valentina Tereshkova.
En los años ochenta, Sanders había logrado que su ciudad se pronunciara en varias causas internacionales, en general en contra de políticas del presidente Ronald Reagan. Burlington había tomado posición, por ejemplo, en el escándalo Irán-Contras y expresado solidaridad con el sandinismo. En octubre de 1988, cuando los delegados de Yaroslav llegaron de visita, se organizó una reunión pública para hablar sobre cómo mantener la paz mundial y una visita a la heladería Ben & Jerry, entre otras actividades.
Treinta años después, los equipos de hockey sobre hielo de la ciudad rusa todavía van a jugar a Vermont, con ayuda especial de la embajada americana en Moscú. Este episodio de la guerra fría, con su lenguaje de “propaganda” y “comunistas” es reflotado ahora para cuestionar las ideas de Bernie Sanders, un “socialista” que en otros pagos no pasaría de ser un senador progresista y bien intencionado.