Desde el final de Sonic Youth, la banda con la que ayudó a darle forma al rock alternativo estadounidense, Lee Ranaldo no ha dejado de buscar nuevos caminos para su música. Lo cual no deja de tener lógica: también fue eso lo que hacía el cuarteto neoyorquino, que tomó referencias variopintas -desde la no wave y The Velvet Underground hasta The Carpenters- para ampliar las fronteras del rock

El cantante y guitarrista, que el año pasado fue jurado del Festival de Internacional de Cine de Mar del Plata , acaba de publicar Names of North End Women, un álbum que firma en dupla con el catalán Raül Refree . Ranaldo ya había trabajado con el músico y productor (responsable del primer disco de Rosalía) en Electric Trim, pero en este caso profundizó en el aspecto colaborativo, y el resultado es tan experimental como orgánico: una mezcla entre marimbas, vibráfonos, instrumentos gamelan, viejas cassetteras modificadas y samplers y máquinas de ritmo de última generación, en la que las guitarras son apenas un condimento más. Las letras también se sostienen en un equilibrio similar, con un proceso compositivo que partió del collage y que encontró forma más en la sonoridad que en el "sentido". "¿Para qué volver a hacer una y otra vez lo mismo cuando podés intentar algo nuevo?", se pregunta retóricamente el músico durante la entrevista con Página/12.

-Hay muchos músicos que están muy contentos con que se los considere "padrinos del grunge" o cosas así, y tocando siempre las mismas canciones. ¿Por qué seguís empujando tus propios límites?

-Cada artista tiene que encontrar el balance en el que se sienta cómodo. Hay muchos artistas que están felices con salir y tocar las canciones que la gente ama, y hacerlo una y otra vez. Para mí tiene que haber algo nuevo y fresco en el proceso de creación para seguir yendo hacia adelante. Tiene más que ver con la idea de crear algo nuevo, con la búsqueda, más que con quedarte en tu lugar y volver a tocar las canciones viejas. La idea de ir hacia algo nuevo es lo que me mantiene en el camino, en un sentido.

-Cuando publicaste Electric Trim, dijiste que lo considerabas una suerte de álbum conjunto con Raül Refree, pero en este está claramente así desde los créditos.

-Sí, ha crecido como colaboración desde que empezamos. Lo primero que hicimos juntos fue el disco Acoustic Dust, con el que nos conocimos en 2013, en Barcelona, y Electric Trim fue la primera oportunidad de trabajar con un proyecto nuevo juntos. Y con este disco nos dimos cuenta de que era más una colaboración completa, entonces era lógico poner el nombre de ambos en la tapa. En Electric Trim todavía habíamos trabajado en base a demos que había hecho yo, pero en Names of North End Women empezamos a compartir más los créditos de composición. Se convirtió en una extensión lógica de nuestra colaboración, que continúa, y de esta idea de que experimentamos en el estudio, de que buscamos nuevos desarrollos para hacer juntos.

-¿Es difícil hacerlo cuando viven en países distintos?

-Puede haber ocasiones en las que se complica, momentos de frustración en los que no podemos juntarnos esa misma tarde para trabajar en algún detalle o cosas así, pero en general funcionó muy bien, porque cuando sí nos juntamos trabajamos intensamente durante el período que tenemos, ya sean tres semanas o tres meses, como en el caso de este disco. Después nos separamos y tenemos la posibilidad de escuchar en qué estuvimos trabajando, hacer sugerencias, probar cosas por nuestro lado... Grabamos principalmente acá, en Nueva York, y mezclamos en Barcelona. Además, nos las arreglamos para juntarnos bastante seguido.

-La canción que le da nombre al disco está inspirada en los nombres de mujeres de las calles de Winnipeg, Canadá. ¿Cómo se coló eso en tu composición?

-La idea comenzó con este barrio de Winnipeg en el que creció Leah, mi mujer, y que visitamos una o dos veces por año. Por lo general vamos en invierno, cuando hace mucho frío y está todo cubierto de nieve. Yo estaba caminando por la sección North End de la ciudad y todas las calles tienen nombres de mujeres. Pero no son nombres específicos, con apellidos, sino nombres tipo Ellen Street, Lydia Street o Harriett Street. No sé, me resultó extraño porque no sabía quiénes eran esas personas. Generalmente, si ves un monumento o algo así, es sobre una persona muy específica, pero estos no eran así, entonces me quedé pensando en quiénes habrían sido estas mujeres, si habrían sido mujeres anónimas o no. No sé, simplemente fue una chispa dentro de mi mente que me impulsó a escribir los nombres mientras avanzaba por las calles. Y eso terminó viéndose como un poema sobre el papel, entonces lo titulé "Names of North End Women". Pero después pensé que era un buen concepto para letras de este disco, porque quería que aparecieran los nombres de varias personas. Al caminar por estas calles, algunos de los nombres eran los mismos que los de personas que yo había conocido, entonces fue como meterme a repasar la historia de personas que había conocido o algo así. Me pareció que era una buena idea que el disco quedara enganchado a los nombres de personas que entran y salen de tu vida mientras vos crecés y cambiás. Hay un par de canciones que tienen sus bases en la ciudad de Winnipeg: la última, "At The Forks", es sobre un sitio de la ciudad llamado The Forks, que es donde se encuentran los dos grandes ríos que cruzan la ciudad. Es un lugar al que fuimos a patinar durante el invierno, cosas así.

Raül Refree y Lee Ranaldo.

-La música de "North End Women" recuerda a los Talking Heads producidos por Brian Eno, con muchas influencias africanas.

-Una de las cosas que tiene trabajar con Raül es que tratamos de inyectar nuevos aspectos rítmicos al trabajo, alejándonos del beat rockero standard. Obviamente, Raül está muy involucrado con el flamenco e incluso con el fado, por estos días. Hay muchos ritmos para explorar y a ambos nos fascinan los ritmos africanos en particular, así que tratamos de incorporarlos.

-En tu website contaste que este disco comenzó con experimentación con viejos grabadores y samplers. ¿Cómo llegaron desde ahí a las canciones?

-Fue todo un proceso. Cuando empezamos este disco, sabíamos que queríamos utilizar un equipamiento nuevo, entonces llevamos máquinas de ritmo, samplers y secuenciadores súper modernos con los que Raül ya había trabajado en los últimos dos años y que lo entusiasmaban. Empezamos grabando partes simples de guitarra y modificándolas con estas máquinas, cambiándolas hasta que ya no sonaban más como guitarras. Después grabábamos algunos de los instrumentos en el estudio, principalmente de percusión como marimbas, vibráfonoso o distintos tambores, y empezamos a mezclar las cosas. Teníamos todos estos instrumentos electrónicos modernos mezclados con lo tradicional... Y en un momento encontré un grabador de cassette que había usado en performances quince o veinte años atrás, una máquina que te permite hacer modificaciones para que la cinta vaya más rápido o más despacio, o pasarla para atrás. Además, encontré un montón de cassettes que usaba en esas performances. Y a ambos nos gustó la idea de mezclar esos sonidos ruidosos y analógicos de las cintas con estos sonidos de percusión de alta tecnología digital súper limpia y moderna. En un sentido, trabajábamos como artistas del collage: juntábamos cosas hasta que encontrábamos algo que nos gustaba y entonces profundizábamos a partir de eso. A veces una canción sonaba de cierto modo un lunes y, si venías el miércoles, la mitad de esos sonidos ya habían desaparecido y había otros en su lugar. Entonces le metíamos algunas voces para ver si estaba funcionando... Fue muy experimental, un proceso de búsqueda diario.

-Esa técnica del collage también la aplicaste a las letras, ¿no?

-Sí, en su gran mayoría. En muchas de las canciones, mi amigo Jonathan Lethem, el escritor, se involucró con las letras. Para Electric Trim ya habíamos trabajado juntos, pero en ese caso lo habíamos hecho en letras para canciones específicas, mientras que en este disco yo tenía muchas páginas llenas de palabras que quería utilizar y Jonathan me mandó algunas más. En el disco anterior, dejamos las voces para el final de la grabación, pero decidimos que para este queríamos empezar a grabarlas antes para tener una idea de hacia dónde iban las canciones. Entonces, agarré todas esas páginas que habíamos escrito y las puse sobre tres o cuatro atriles, cerca de los micrófonos, y empecé a elegir frases que estaban escritas y que me llamaban la atención. De ahí saltaba a otra que estaba en otra página, como si hiciera un collage que juntaba las palabras. Nos interesaba más encontrar palabras, oraciones y letras que se sintieran bien en la música, que fueran buenas para ser cantadas, y no tanto que tuvieran un sentido lógico como secuencia de letras de canciones. Creamos escenarios muy abstractos en lo que las palabras eran surrealistas, en cierto sentido.

-En el disco no hay tanta guitarra como en tu obra anterior. ¿Fue algo decidido de antemano?

-En realidad, fue algo con lo que nos encontramos. Empezamos el proceso con algunos demos hechos con guitarra, en cierto sentido igual que con Electric Trim, pero apenas comenzamos a encajar los sonidos con estas máquinas electrónicas y a modificarlos, dejaron de sonar como guitarras. Hay muchos discos, especialmente de bandas de rock o de rockeros alternativos, donde la guitarra está por todas partes; es la luz que guía el disco de principio a fin. Y nosotros estábamos interesados en encontrar otros instrumentos y tocarlos con un sentido espacial en lugar de llenar las canciones con el sonido de la guitarra eléctrica. Queríamos que se mantuvieran abiertas y que tuvieran más espacio que las canciones del disco anterior, donde terminamos acumulando capas de sonidos. Las referencias que escuchamos antes de hacer este disco no eran de rock sino de compositores de música contemporánea, Ruichi Sakamoto, Max Richter, Steve Reich, o los trabajos que hicieron juntos Brian Eno y Robert Fripp. Queríamos tener como referencias toda una nuevas batería de ideas, no sentíamos la necesidad de que la guitarra eléctrica estuviera por todas partes en cada canción. Terminamos en una situación en la que, cuando escuchás una guitarra, está usada de un modo o un momento muy específicos, pero después desaparece hasta que vuelve a ser necesaria.

-¿Por qué sentiste la necesidad de usarla en esos momentos específicos?

-Bueno, somos guitarristas, al fin y al cabo, entonces siempre encontramos un lugar para un solo de guitarra ruidoso o un hermoso momento acústico (risas). Pero esta vez simplemente queríamos que ese feeling de la guitarra se compartiera con otros instrumentos. Estábamos muy concentrados en grabar esos instrumentos, en particular las marimbas y el vibráfono que teníamos en el estudio. En los '90, con Sonic Youth tocamos en Indonesia y nos trajimos instrumentos gamelan, que es una música que siempre he amado, así que los usamos para las grabaciones. La idea era mezclar diferentes sonidos y que la guitarra eléctrica oficiara como un contraste en lugar de meterla en todas partes. Hicimos que la guitarra compartiera el campo sonoro con otros instrumentos, siempre con la idea de expandir el modo en que puede sonar un disco nuestro.

-¿Y ya saben cómo van a tocar estas canciones en vivo?

-No, todavía nos lo estamos preguntando (risas). Pasamos un par de semanas trabajando en eso hace un par de meses, pero tenemos que volver a ensayar, porque la idea es salir como dúo. Esperamos que los shows sean tan experimentales como lo fue el proceso de hacer el disco. Queremos presentarlos en una forma teatral, como si fueran una obra, así que estamos resolviendo cómo mezclar instrumentos en vivo con otros electrónicos. Podríamos haber llamado a nuestro baterista o agregado otros músicos para crear una sensación más de banda, pero nos pareció que sería más interesante salir de un modo más desnudo y desafiarnos a hacer algo diferente.

-Cuando viniste por primera vez a Buenos Aires, en 1998, este cronista te preguntó si te considerabas un músico de rock. ¿Cómo te ves hoy en ese sentido?

-Bueno, el rock siempre va a estar muy profundamente dentro de mí. Pero es una pregunta pregunta difícil de responder... La verdad es que me considero más un artista que un músico. No soy un músico técnico que lee partituras y todo eso. He tocado música toda mi vida, pero siento que mi enfoque es más como artista. No podría decir que soy un músico de rock o de folk, o un compositor de música contemporánea... Hay muchos aspectos involucrados, aunque no hay dudas de que el rock juega un rol muy importante en mi vida. Pero a esta altura no me gustaría limitarme a mí mismo llamándome músico de rock.