Para Roberto Ibáñez, –actor, director y novelista– el teatro tiene la propiedad de constituir identidad. Y lo dice dando a entender que hay otro teatro que actúa en sentido contrario. Desde que en la década de los 70 llegó de Tucumán para desarrollar su carrera de actor, a Ibáñez le preocupan el tema de la cultura y el rol del teatro. Explica en la entrevista con PáginaI12: “En mi vida el teatro tuvo el rol de consolidarme en su aspecto ceremonial, por ser un lugar donde nos podemos reconocer, donde se genera una comunicación energética entre los que participan de ese rito”. Con la idea de “aportar una reflexión en este mundo de violencia y cosificación” Ibáñez estrenará ) una versión de Yerma, de Lorca, a la que subtituló Hay un niño en la calle. La puesta está centrada en una reflexión sobre la infancia desguarnecida y en los roles estereotipados del hombre y la mujer.
Ibáñez también es novelista. Hace poco más de un año dio a conocer La rebelión de los pájaros (Grupo Editorial Sur) donde cuenta las peripecias de Bartolomé, un joven de carácter libertario que emigra de su ciudad para seguir a un circo. En clave metafórica, la narración da cuenta de cuestiones directamente relacionadas con la cultura y el sistema teatral local: “En un intento poético, la novela recorre avatares de nuestra historia política”, explica el autor quien dice haber iniciado este texto en los años en que llegó a Buenos Aires para recién terminarlo en 2000. “La empecé a escribir cuando no se podía decirlo todo”, destaca y agrega: “Fue por eso que la escritura entró en una zona de realismo mágico que después seguí respetando”. Pero si Ibáñez confiesa que en algún momento la narración le parecía un reflejo de tiempos idos, hoy cree que es una novela de anticipación.
–¿Por qué le parece que la suya es hoy una novela de anticipación?
–Porque habla de personajes que están dispuestos a morir y a matar para conquistar la libertad y construir algo distinto, con los mismo ladrillos del edificio de nuestra historia. Esto que parecía referirse a un tiempo pasado se vuelve anticipatorio: hoy estamos atravesados por miles de grietas, porque el sistema nos desintegra. Vemos que las necesidades de los poderosos van a estar por delante de nosotros indefinidamente. La Argentina y Latinoamérica me parecen niños abusados, atropellados permanentemente en sus derechos.
–¿Cree en la política?
–Ya es tarde para la política. Las urgencias de los poderosos son grandes y nunca hemos podido pararnos frente a lo que esto significa. Hubo intentos, sí, pero siempre desde la mirada del capitalismo. Mi próxima novela tratará sobre el alzheimer político, cultural e individual. Es algo que pasa en las sociedades. Y también en el teatro, donde el ego hace olvidar muchas cosas.
–¿Por qué eligió hacer Yerma?
–Siempre mantuve una relación profunda con la obra de Lorca. No puedo dejar de pensarlo en una sociedad partida en dos, en un momento donde la poesía fue asesinada. Lorca fue atropellado por bestias. Y en este momento me surgió la necesidad de hacer Yerma.
–¿En qué se basa su versión?
–Ya Lorca dejaba entrever el peso del rol de la sexualidad en la vida de las personas. Esta versión acentúa eso. Y hay un coro de mujeres que opina sobre lo que sucede, incidiendo en las acciones del combate que se da en escena.
–¿Y en cuanto a los roles masculinos y femeninos?
–La mujer sigue siendo una moneda de cambio, por eso la belleza y la juventud de la mujer siempre acompaña al prestigio y al éxito. También vemos hoy lo que sucede con la violencia de género, con el sentido de posesión del otro. Continúan los prejuicios machistas y la represión. En la puesta de Yerma hay personajes de hombres y de mujeres que ejercen una sexualidad ambigua. Me sirve para poner ciertas preguntas en evidencia que, estoy seguro, serán comunes a muchos espectadores.
* Yerma. Hay un niño en la calle. El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034) los domingos a las 20.