Danny García era tan sólo un chico de 6 años cuando se sentó frente al televisor hasta que una casualidad lo atrapó para siempre: vio a los Rolling Stones en la TV. Esa relación epifánica entre la banda británica, embajadora del rock & roll sutilmente sucio, y la pantalla que la proyectaba, se activó entonces en su conciencia, hasta convertirlo en un director de cine que centra la mayor parte de su trabajo en el subgénero tiernamente conocido como “rockumental”. La lente de su cabeza fue además la lente de su cámara, dedicada a recuperar con testimonios patentes las grandes gestas y sutilezas de un micromundo por demás atractivo en lo visual y en lo trágico, también algo ajado por el paso del tiempo y el permanente manoseo mediático al que la cultura rock se sometió en su desarrollo.

“Aquella misma noche le pedí un disco de los Stones a mi padre y al día siguiente me trajo Aftermath”. Menudo regalo para el cineasta barcelonés, dado que aquella placa de 1966 guarda el sello inconfundible de Brian Jones en variados arreglos e instrumentaciones, sumado a la participación compositiva, poco reconocida por sus compañeros de banda. “Brian tenía cierta educación musical antes de formar los Stones”, explica. “Tocaba el piano, el clarinete, el saxofón y la guitarra. Además, era pionero en el Reino Unido con el slide y fue por eso que Mick, Keith y Dick Taylor se acercaron a él tras verle tocar en el Ealing Club en 1962. Brian invitó a Mick para que cantara con su grupo, y el resto es historia”.

La historia reaparece y muy bien contada en el documental Rolling Stone: Life And Death Of Brian Jones, el último estreno de García, llevado a cabo en diciembre del año pasado, y el primero dedicado íntegramente a una de las figuras indispensables del Swinging London de la segunda mitad de los años ’60. Sin figuras rimbombantes pero con versiones cercanas y archivo personal del artista fallecido en 1969, el documental narra el camino de Jones, desde las fuentes de su inspiración hasta la escalada psicotrópica que derivó en su tan discutida muerte, en 1969.

El de Jones es apenas uno de los documentales que se van a proyectar desde el martes 10 hasta el jueves 12 en el bar Strummer (Godoy Cruz 1631). La segunda jornada implica un doblete que empieza con Stiv (No compromise, No regrets), film ilustrativo de la vida y la muerte de Stiv Bators, mítico músico que atravesara el punk y el post-punk con los Dead Boys, primero, y con The Lords of the New Church, después. El primer patrón aparece entre la serie de documentales que llevan la firma de García: la tragedia como parte indivisible de la leyenda, una situación recurrente de particular interés para el director, que adscribe a una de las teorías más divulgadas entorno a la tensión entre el creador y su cotidianeidad.

“Todos los artistas que me interesan o me han interesado en algún momento de mi vida estaban locos. Pero preséntame a un artista interesante que no esté mal de la cabeza. El vivir peligrosamente, que es una de las características del rock & roll, ya implica esa estrecha relación con la muerte. Además el artista tiene esa necesidad intrínseca de evadirse de esa realidad monótona, fea y mundana. El día a día puede resultar muy aburrido, y una cosa lleva inevitablemente a la otra”, concede el autor, recién llegado a Buenos Aires.

La película, que suma testimonios de excompañeros y colegas de bandas como Die Toten Hosen o Stray Cats, se va a proyectar el miércoles desde las 20 y, al igual que en las otras dos jornadas, García va a estar disponible para conversar con el público. El segundo turno de la noche corresponde a Looking for Johnny, un vistazo sobre la leyenda el fundador de New York Dolls, Johnny Thunders, y su -¿cuándo no?- muerte misteriosa. “Cada caso es diferente –cruza el catalán-. Obviamente, lo primero es la música. Después viene lo demás: el look, las groupies, el exceso. Todo eso ayuda a agrandar los mitos, pero si Johnny no hubiera escrito temas como “You Can't Put Your Arms Around a Memory”, no estaríamos hablando de nada de esto”. Aportan voces excompañeros, Nina Antonia (su biógrafa oficial), y otros destacados músicos de la escena, como miembros de Television o Blondie.

El turno del jueves se reserva para otras dos leyendas: una personal, otra colectiva, ambas obligatorias para comprender el espíritu y la mística originales del punk rock. Sad Vacation fue estrenada en 2016, y rememora los últimos días de Sid Vicious junto a su pareja Nancy Spungen, a quien probablemente haya asesinado de una puñalada en octubre de 1978, en la afamada habitación 100 del Chelsea Hotel de Nueva York. Vicious moriría de sobredosis cuatro meses más tarde, abriendo paso a un mito que incluye un carisma brutal, una casi inexistente capacidad musical, y una personalidad autodestructiva más allá de cualquier límite, rápidamente esterilizada y deglutida por la cultura pop. “Sin dudas, la tragedia es lo que hace a la historia de Sid y Nancy tan atrayente para el gran público. Siempre va a haber adolescentes que se vean reflejados en sus vidas. Eran dos personas con muchos problemas, que obviamente estaban escapando de sus familias y llenando con heroína esos agujeros que tenían dentro”, dice García.

La segunda función se reserva para The Rise and Fall of The Clash, un recorrido por el camino de la banda que llenó de contenido sociopolítico e hizo florecer la musicalidad en medio de la legítima furia punk de fines de los ’70. Además de ser un caso único desde lo artístico, The Clash no derivó en la muerte trágica de ninguno de sus integrantes. Joe Strummer murió en 2002, pero de una falla cardíaca no diagnosticada. Sin embargo, para el director, la separación del grupo también tuvo tonos dramáticos, al menos entre los seguidores: “Cuando se separaron, no dieron ninguna explicación a sus miles de fans. Salió a la venta Cut the Crap, que debe estar en el top 10 de los peores discos de la historia, y nunca más se supo de Strummer y compañía”, recuerda. “El final de la banda era todo un enigma para mí. En 2008 compré el libro Out of Control de Vince White -uno de los dos guitarristas que sustituyeron a Mick Jones-, contacté con él, y accedió a ser entrevistado. Así comenzó el proyecto”.

Aquel documental, estrenado en 2012, fue el primero de la saga dedicada al ambiente del rock que desplegó García hasta esta parte. “En 2000 trabajé en una serie de documentales para la televisión local de Barcelona, y en 2008 tuve la idea de hacer un documental sobre el final de The Clash. A partir de ahí, me he dedicado a cubrir a los artistas favoritos de mi infancia y adolescencia, a excepción de los Ramones, que ya tienen un documental difícil de superar (End of the Century, de Jim Fields y Michael Gramaglia)”. Con testimonios que privilegian el recuerdo de primera mano por sobre analistas o historiadores, los “rockumentales” de García logran reactivar memorias que, de otra manera, se perderían en las rígidas estatuas de los protagonistas. “Tengo varias ideas para el futuro, pero es muy pronto para hablar de ello”, despeja.