La primera Tortuga Ninja que conoció en su niñez Sophie Campbell fue Donatello, el luchador que se pone en la cabeza una bandana color violeta y se defiende con un bō. Vio la figura de acción en la vidriera de una tienda a fines de los años 80 y lo adoptó sin dudarlo. Fue amor a primera vista. Un compañero de juego le contó que Donatello era un ser mutante que vivía aventuras con otras tortugas en una historieta a pura acción. Le enseñó los cómics originales de la editorial Mirage y desde ese día se convirtió en una gran fan. A sus ocho años observó el diseño que presentaban las Tortugas Ninja en las viñetas del cómic y con un poco de pintura cambió la bandana violeta de Donatello a rojo, porque en las primeras historietas de Kevin Eastman & Peter Laird las tortugas llevan el mismo color de bandana. Se las diferencia desde lo argumental, a través de sus diferentes personalidades. En aquella época Sophie se llamaba Ross, y lo que menos imaginaba ese niño era que décadas más tarde dibujaría a Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Donatello y su padre Splinter con su estilo dark tan singular, revolucionando a cada fan. Se exprese con admiración o rechazo. "Ese fue mi primer verdadero amor con TMNT (Teenage Mutant Ninja Turtles, como se llaman en inglés) y probablemente lo que me puso en el camino de hacer cómics, por lo que es realmente increíble y loco que ahora estoy haciendo un trabajo profesional de TMNT, como si hubiera cerrado el círculo", contó la historietista trans estadounidense unos meses antes de que saliera el número 101 de la revista. El primer cómic donde Sophie es artista integral de las tortugas: escribe y dibuja cada número.
Su trazo nunca pasa desapercibido: fluye por los bordes de las características pantorrillas de sus personajes, que pisan fuerte a pesar de estar rotos por dentro. De una forma enigmática, ella delinea el miedo más sombrío con una linea llena de ternura. El estilo de Sophie se aleja de sus colegas dibujantes varones porque sus tortugas no tienen enormes brazos venosos, anchas espaldas anabólicas y un carácter viril. Sus criaturas verdes son andróginas, apuestan a la melancolía y no temen mostrarse frágiles frente a lxs lectorxs. Sufren, lloran y se refugian en el cuidado minucioso de un invernadero de flores cuando sienten que sus estrategias de lucha no son suficientes para evitar el dolor. Por eso sus pupilas tienen un brillo húmedo que da la ilusión de que la pintura esté fresca. La emoción siempre está latente, sea la visita de la tristeza o de la bronca. Después de varios años de plasmar en el papel los guiones de Tom Waltz, la editorial IDW decidió que Sophie se haga cargo de la gráfica y los argumentos de las Tortugas Ninja. Propuesta a la que no aceptó enseguida, tuvieron que convencerla porque a la artista trans la atraviesa un amor tan inmenso por estos guerreros mutantes que se angustia demasiado con los eventos trágicos que deben afrontar los personajes. Su empatía con ellos y la necesidad de cuidarlos se traslada al pincel: el contorno que rodea a los cuerpos es grueso como las rejas de un castillo.
Es la manera que encuentra Sophie de protegerlos, los aisla de la amenaza de peligro y los abraza a través de la tinta negra. Y en ese acto la historietista revela su personalidad sensible que la lleva a escudarse de lxs fans de las Tortugas Ninja que la atacan en redes por no dibujar a los mutantes lo suficientemente machos.
Confiar en los monstruos
Nacida a principios de los años 80, Sophie empezó a dibujar las Tortugas Ninja como varón, con la firma de Ross Campbell. En la industria su nombre ya tenía peso por haber modificado un par de años antes el diseño de Glory: la amazona de abultada melena blanca de Image Comics que abandonó sus curvas y enorme escote de vedette por un cuerpo de mujer forzuda, de belleza no hegemónica. En la foto de los autores de uno de los libros de Glory, Ross le da la espalda a la cámara. Su rostro fue un misterio hasta que en 2015 contó en Twitter a sus seguidores que estaba tomando hormonas y ya era hora de salir. "Seré Sophia, Sophie para abreviar”, escribió compartiendo una foto que la presenta con su nueva identidad de género.
El apoyo fue masivo, no solo de su club de lectorxs, también de la editorial IDW: a partir de los siguientes números de las Tortugas Ninja que ya venía dibujando su nombre apareció en la tapa como Sophie Campbell, al igual que en cada una de las reimpresiones de sus anteriores trabajos. La artista inició el tratamiento mientras dibujaba uno de sus grandes hits: el cómic de Jem and the Holograms donde, además de engordar a más de una rockera, selló con colores estridentes un beso de lengua entre una integrante de The Holograms, Kimber, y la integrante de The Misfits, Stormer. Las bandas enemigas unidas por el goce de intercambiar saliva. El amor vence al odio, y la diversidad a la heteronorma. Pero más allá de su capacidad de sintetizar la energia furiosa de un recital en un par de viñetas y de otorgarle su mirada sensible a las Tortugas Ninja, el gran amor de Sophie son los kaijus. Los monstruos que pisotean los edificios de Japón desde 1954, con la irrupción de Godzilla. Su mayor pasión es coleccionar toda clase de muñecos de estas criaturas que convierten a una ciudad en un ring de box. La casa de Sophie es un enorme museo de extraños kaijus, y comparte la alegría de cada nueva llegada en posteos de Twitter. Cansada de que parte del fandom la agreda en Twitter con insultos transfóbicos, hace un tiempo Sophie reemplazó su foto de perfil que mostraba su rostro con el de un monstruo que adora. "¿Por qué las personas cis siempre creen que las mujeres trans estamos buscando atraparlas? Personalmente yo nunca salgo o cojo con una persona cis", disparó en Twitter harta de la transfobia. Como en sus historietas, ella prefiere narrar su historia y emociones a través del género fantástico. En la mirada de un monstruo y no en la anatomía académica de un ser humano.
Molestar al público conservador
"No leas las reacciones del número 101 de las Tortugas Ninja, no leas las reacciones del número 101 de las Tortugas Ninja", escribió la historietista como si fuera un rezo en Twitter. Las expectativas con las revistas escritas y dibujadas por Sophie Campbell eran demasiado altas. El público del cómic suele ser extremista en sus inmediatas respuestas a la hora de enfrentarse al hecho de que sus personajes favoritos gozan de la libertad de experimentar sensaciones desconocidas. En la revista número 95 Sophie diseñó, con guion de Tom Waltz, a la primera Tortuga Ninja mujer en la historia: Jennika.
Era un acontecimiento predestinado porque cuatro años atrás la historietista creó a Koya, un personaje femenino aguerrido que intimidaba al oponente con su cuerpo de halcón imponente. Apenas la editorial IDW anunció a principios de 2019 la salida de la revista número 95, donde se presentaba a la tortuga mujer, el cómic se agotó antes de llegar a las tiendas. A diferencia de Rafael, Miguel Ángel, Donatello y Leonardo, la quinta tortuga fue humana antes de mutar en reptil. La conocimos como Jenny, una guerrera perteneciente al "clan foot" que, tras ser apuñalada por la nieta de Destructor (el enemigo histórico de las Tortugas Ninja), queda al borde de la muerte. Leonardo, para salvarle la vida, le transfunde su propia sangre en una escena dramática y oscura como un cuadro religioso de Caravaggio. Jenny abandona su vida de humana y se convierte en la quinta tortuga. Jennika no es una cara bonita al estilo de April O'Neil. Es una combatiente a la que no le tiembla el pulso cuando saca las garras de metal que cubren sus manos, luciendo sobre su cabeza una bandana color amarillo para recordar su pelo rubio. Sophie Campbell se va y vuelve de las historietas de las Tortugas Ninja, pero cada vez que regresa lo hace en un momento preciso: cuando los personajes mutantes están agotados luego de haber sido protagonistas de una sangrienta batalla. La historietista, hoy convertida en una súper estrella del cómic, retoma las páginas bajo el disfraz de Splinter, la rata sabia que crió con suma dedicación a las tortugas desde bebés. Dispuesta a engrosar la linea si alguien quiere hacerles daño. Si Sophie Campbell siente ese amor desmedido por estas criaturas de color verde es porque ellas fueron los primeros monstruos que adoptó, a sus ocho años. Creyendo que estaba cuidando de ese monstruo, cuando era Donatello quien la protegía a ella de la crueldad que habita adentro y afuera del hogar.