Cuando finalizó la Guerra Civil Española (1936-1939), Francisco Franco consolidó un régimen totalitario que condenó a numerosos republicanos al exilio. Como el caudal de gente que abandonó España fue tan importante, rápidamente las previsiones se vieron desbordadas. En Francia, por ejemplo, se crearon campos de refugiados, donde las condiciones de vida de quienes no tenían la documentación necesaria para permanecer libremente en ese país –la mayoría– eran muy duras. De las distintas maneras que los republicanos españoles podían abandonar aquellos campos, una posible era que se desempeñaran en compañías de trabajadores extranjeros (dedicadas a construir trincheras en zonas fronterizas). Cuando Francia fue invadida por los nazis en 1940, esas compañías fueron capturadas y algunos republicanos terminaron en campos de concentración alemanes. El exilio fue, entonces, un pasaporte al infierno.
Otros tuvieron un destino más próspero al emigrar a Latinoamérica, sobre todo México y Chile. La cineasta española Irene Gutiérrez, a través de Filmoteca Española, realizó el documental Diarios del exilio, que se exhibirá este miércoles a las 19 en Cinépolis Recoleta (Vicente López 2050), como parte de la programación de Espanoramas, el ciclo que sexto año consecutivo, organizan la Embajada de España en la Argentina, el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA) y el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) del Ministerio de Cultura de España, en colaboración con el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) de la Argentina.
“La idea del documental no nació de mí sino que es un proyecto de la Filmoteca Española, en el que cada año elige un tema y, a partir de ahí trabajamos con los materiales domésticos que las filmotecas regionales y la Filmoteca Nacional contengan sobre determinado tema”, comenta Gutiérrez en diálogo telefónico con PáginaI12. “El del año pasado fue la Transición Española y el tema de este año fue el exilio como parte del 80º aniversario del fin de la Guerra Civil”, explica la realizadora.
Diarios del exilio es una crónica visual que se valió de los materiales de archivo, muchos de ellos amateurs, que generaron los republicanos en el exilio. En el film se observa desde la Pasionaria (Dolores Ibárruri Gómez, histórica dirigente del Partido Comunista de España) bajando en trineo por una montaña nevada, un partido de fútbol entre exiliados y hasta una paella cocinada en un campo invernal. En lo político, se muestra a la Pasionaria en una visita a La Habana, donde la recibe Fidel Castro, y un acto de 1963 en repudio al fusilamiento del político comunista Julián Grimau. También hay momentos más alegres, como los desfiles de republicanos que, orgullosos, cantaban el himno de Riego en el exilio mexicano, aquel que señalaba: “Si los curas y Franco supieran/ lo poco que van a durar/ cantarían todos juntos/ Libertad, libertad, libertad”.
Diarios del exilio se trata, en definitiva, de una película de montaje construida a base de filmaciones que recupera el ambiente familiar político y social de los cuarenta años de exilio causado por la Guerra Civil Española y la dictadura de Francisco Franco. “Cuando trabajamos en el montaje de esta película, como el montajista Cristóbal Fernández es músico, compuso la música mientras hacíamos la imagen porque la idea era mostrar el carácter político pero también tener una pausa más poética que viniera de la música. Después, fuimos uniendo los archivos sonoros cuyas fuentes fueron el Partido Comunista, la Radio La Pirenaica y el Archivo de Radio y Televisión Española”, comenta Gutiérrez.
-¿La idea fue realizar un cruce entre lo íntimo y lo político?
-Sí, esa es la idea: balancear lo político con lo personal e intentar contar la historia desde otro lugar, desde aquellos que filmaron con una voluntad muy política de registro, como es el caso de la Pasionaria, pero también de otros que filmaron simplemente las cosas que amaban con retazos de vida allá donde pudieron exiliarse. Y de ahí, crear una especie de geografía imposible durante estos cuarenta años de franquismo de toda esa otra historia de España: los exiliados. También fue para dar cuenta de otra historia del cine español, porque es cierto que cuando se habla del cine documental español durante el franquismo se menciona el Noticiero del NO-DO (Noticiarios y Documentales), que se proyectaba en los cines obligatoriamente. Era un corto que se exhibía antes de cualquier película y su función era meramente propagandística. También con este proyecto, Filmoteca Española quiere mostrar que hay otros cines españoles posibles durante el franquismo. Simplemente, lo que hay que hacer es mapearlos, localizarlos, reunirlos y catalogarlos como parte de nuestro cine, aunque sean amateur y películas domésticas. Y mostrarlos al público con forma de película. Si no se digitalizan, esos rollos se pierden. Y si no se formatean en forma de relatos, las nuevas generaciones no van a poder acceder. Fue una idea de remediación de la historia a través de este material.
-¿Esos materiales domésticos fueron filmados por familias que padecieron los cuarenta años de la dictadura franquista?
-Algunos sí y otros no. De la Pasionaria hay material desde 1939 a 1976. Por eso, ella es la que está más presente en la película. Pero hay otros exiliados que tienen material de menos tiempo, grabaron menos, y algunos de ellos volvieron. El resto se quedó en el exilio, formó familia allí, ya los hijos se arraigaron y no regresaron. Y otros, queriendo regresar, murieron en el exilio.
-¿El eje del relato es la Pasionaria por la dimensión del personaje público o por la cantidad de material que tenían?
-Por las dos cosas. Cuantitativamente teníamos 330 minutos y cualitativamente porque ella fue la única persona o la persona que moduló el cansancio del exilio. Esa vejez que espera y esa nostalgia por la Patria perdida. Y esa desazón de saber que, del otro lado, compañeros de partido y compañeros de vida estaban siendo fusilados. Eso ella lo mostraba muy bien, porque hay un momento hacia el final de la película en el que se la nota envejecida y cansada. Entonces, queríamos articular emocionalmente el exilio y su rostro era la mejor manera de hacerlo. Aparte que ella tenía una presencia e imagen muy potentes. Físicamente era casi como un tótem y era muy poderosa. Sus discursos eran muy claros y hablaba de una manera muy precisa sobre el sentimiento del exiliado. Eso es algo que ella modulaba muy bien de una manera cinematográfica y clara.
-¿Cómo fue el trabajo que tuvieron que hacer para encontrar el material de archivo?
-Básicamente, Filmoteca Española lanzó el llamado a las filmotecas regionales y todas buscaron en sus bases de datos materiales domésticos en Súper 8, Súper 16, 16 mm; es decir, todos los formatos domésticos que pudieran tener sobre ese tema. A partir de ahí, nos mandaban listados. Yo les pedía siempre que si lo tenían digitalizado todo me lo pasaran porque prefería verlo todo y, a partir de verlo, empezar a crear junto al editor una estructura. En principio, lo veíamos todo, pero tampoco había tantas cosas, porque hay que decir que no todo el mundo tenía cámara de cine en esa fecha, solamente una clase social con una economía elevada. Y también políticos que tenían muy claro que esa faceta debía ser registrada, pero no todos tenían una cámara Súper 8. Así que al final no hay tanto registro del exilio porque hay que pensar que la mayoría de los exiliados murieron, no se registraron. Fue de una minoría. Habría sido un registro mucho más prolijo si el formato, la cámara, la tecnología y los tiempos históricos hubieran sido un poco más amables.
-¿La idea fue también mostrar a los países que recibieron a los exiliados?
-Sí, componer esa geografía que estaba atomizada y hacer una especie de mapa más claro de los dos ejes del exilio español, a ambos lados del Atlántico: por un lado, tenemos el papel fundamental de México. Para ellos, la República estaba todavía vigente, aunque fuera en el exilio, pero había una República funcionando paralelamente al gobierno de Franco, donde tuvieron especial relevancia la acogida de exiliados, como los Niños de Morelia, que nunca regresaron. Fueron niños que se enviaron en barco durante los bombardeos a civiles dentro de la Guerra Civil. Se suponía que esos niños sólo iban a estar afuera lo que durara la Guerra Civil. Pero al final muchos de sus padres perecieron, porque ideológicamente estaban vinculados a la izquierda y nunca regresaron. Esos Niños de Morelia se quedaron huérfanos en México. Eso por un lado. Por supuesto, también están Venezuela, la Argentina, Estados Unidos (Nueva York, en particular). Y en el otro lado del Atlántico, la antigua Unión Soviética, todos los países del bloque socialista, incluso países asiáticos como Corea y China. Y también Francia, que no sólo tuvo un papel fundamental en la acogida de españoles sino que también fue sede de la Radio España Independiente, denominada también como La Pirenaica. Fue una emisora pirata que Franco nunca supo de dónde emitía porque su central de emisiones era itinerante, pero se sabe que en Francia hubo un centro de emisiones. Ahí hay también archivos sonoros que usamos en la película.
-¿Antes que una exploración histórica es un documental sobre el clima de no-lugar que había en esos años?
-Sí, a partir de ahí era una especie de desierto; es decir, en puntos muy centrífugos quedaron esas personas y al final se creó ese no-lugar. Con esta peli se intenta decir que es un lugar común, el del exilio; que está en muchos puntos geográficos, pero que el sentimiento es común. Por otro lado, había una cosa muy bonita, el hecho de que, además de todas esas imágenes de corte más político que eran perturbadoras por el periodo histórico tan violento, también teníamos un resquicio de ternura: una paella, un jugar con la nieve, un cumpleaños, un baño en la playa, un viaje a las ruinas mayas. Entonces, queríamos también compaginar todas esas formas de crear vida allá donde el destino o la ideología política te lleva, te exilia o te destierra.
-¿Cómo describiría, según su parecer, aquella España luchando por libertades y para que no fuera olvidada?
-Fue importante ese gobierno de la República en el exilio en México y también toda la función que hizo Radio La Pirenaica. Y, por supuesto, también la prensa escrita desde los países afines a la disidencia política y esa resistencia que tenía que ver con los partidos de carácter más nacionalista, no sólo los Partidos Comunista y Socialista. Incluso, hubo empresarios y parte de la burguesía exiliados que unieron fuerzas en contra de la dictadura de Franco. Eso es algo que hoy en día deberíamos aprender: cómo formaciones sociales, políticas, ideológicas eran capaces de superar sus diferencias en función de unirse a un fin común, como lo era derrocar a Franco. Hoy en día, no sé si somos capaces de eso. Por lo menos, en España creo que no. Entonces, es algo que hemos perdido. Y, por supuesto, también tengo que mencionar la resistencia personal, privada que también funciona en circuitos mucho más pequeños. Pero ese sentimiento de unión era importante y también la Pasionaria era alguien que siempre lo decía: la lucha contra Franco ha sido un llamado muy amplio a que la gente se uniera y que olvidara un poco sus diferencias.