Con la crucial interrogación de Qué cosa es el amor como disparador, Julio César Fernández descataloga con ácida irreverencia un vasto museo del romanticismo. Se trata de combatir al cupido de las cursilerías para contraponer un deseo más real, siempre esquivo y disconforme, que intuye —como en el danzón A Nadie de Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez como credo lésbico-feminista y anticapital: “que nunca puede ser sano lo que nunca se ha podrido”.
En un hilado de temas donde no faltan boleros deconstruidos, calipsos rimbombantes y guaranias en tono menor, Fernández le canta regiamente —y con una sensibilidad a flor de gay— a las turbias fantasmagorías humanas que construye Eros para nuestra feliz ridiculez. Este espectáculo de music-hall e inconformismo parece recordarnos: siempre habrá un roto para un descocido. El credo todo del show logra su cúspide en La hora de los magos del inefable Jorge de la Vega como utopía que logra que, de imposible en imposible, el amor teja y desteja su enmarañada verdad.
Paola Krum dirige a Julio César Fernández más como un funámbulo que como un intérprete que canta; lo hace transitar con delicado paso las atmósferas del desamor y el arrebato con una máscara ajustada, siempre irónica y lejos del desborde: hay algo de seriedad descomunal en esas canciones que, sin embargo, mueven a risa, como si se tratase de hacer cantar a un incólume Buster Keaton trajinando los equívocos del más primario de los sentimientos. Fernández —reconocido creador de vestuarios de altas figuras de la canción como Elena Roger, Alejandra Radano, Ligia Piro y Lidia Borda— retoma magistralmente su carrera de cabaretista iniciada en las noches gloriosas de los noventa acompañado esta vez por el piano de Carlos Britez y los vientos de Fabián Fazio. Ya lo sabemos y con Qué cosa es el amor lo recontraconfirmamos: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”.
En Pista urbana, Chacabuco 874, desde el martes 31 de marzo