PáginaI12 en Italia

Desde Roma

La desesperación ante el avance del coronavirus es total. El pánico ha llegado a todos los niveles. Ya no se habla sólo de personas comunes, de ancianos, que suelen ser los más afectados por coronavirus y que en Italia son una gran parte de la población, sino que hasta los presos de las cárceles de todo el país han hecho revueltas insurreccionales. Algunos escaparon, otros murieron en la confusión, porque el gobierno había prohibido las visitas de los familiares para evitar contagios y ellos quieren tener más protección. Pero a partir del martes 10, según un decreto del gobierno firmado el lunes por el primer ministro Giuseppe Conte, toda Italia es “zona protegida” y todo el mundo deberá respetar una serie de restricciones para limitar la difusión de la enfermedad.

Es bastante inusual una revuelta generalizada en las cárceles italianas. Esta vez fueron 27 cárceles de todo el país, incluida las de Roma y Milán, las que se levantaron. Unos 20 presos lograron escapar de la cárcel de Foggia mientras se habla de por lo menos once muertos en otras prisiones del país. Los detenidos piden una amnistía a causa de la crisis creada por el coronavirus mientras sus familiares protestan en las puertas de las prisiones desafiando a la policía.

Hasta el 10 de marzo, según datos oficiales italianos, se verificaron 8.514 casos de personas positivas al virus, 631 fallecidos y 1.004 curados. Los fallecidos, como ha repetido el Ministerio de Salud italiano, que está haciendo grandes esfuerzos e inversiones para tratar de controlar la difusión del virus, han sido a menudo personas ancianas con patologías precedentes.

El norte de Italia (que comprende regiones como Lombardía, Emilia Romania, Véneto, Piamonte) es la zona del país más afectada por el virus, llegando en total a tener 7.063 casos hasta hoy, según datos oficiales. Pero la mayor parte de esos casos se han presentado hasta ahora en la región de Lombardía (4.427), considerada la capital económica de Italia y por donde pasan empresarios de todo el mundo por motivos de negocios.

El decreto del gobierno que está vigente desde este martes ha tomado medidas muy serias, como impedir la libre circulación de personas que quieran entrar o salir de sus municipios de residencia, a no ser que sea por motivos de trabajo, salud o una emergencia. Las mismas medidas habían sido impuestas días pasados para los residentes en Lombardía, la región más contagiada y que fue denominada “zona roja”. Ahora la zona roja es toda Italia.

La circulación de los trenes y el transporte en general seguirán vigentes para que los que tienen necesidad puedan moverse. Pero los que deben salir de su municipio, donde habrá controles policiales o del ejército, deberán presentar una “autocertificación”, es decir un procedimiento ya vigente en Italia para otras cosas, que se descarga fácilmente de Internet y deberá ser presentado a las autoridades en los controles. Quien lo usa para justificar una mentira, será arrestado y además deberá pagar una multa. Los controles policiales, en las calles u otros lugares, eventualmente contarán con aparatos para medir la temperatura de la gente, lo que podría impedir o no su traslado.

Las clases de todas las escuelas y universidades han sido suspendidas hasta el 3 de abril, según informó el lunes Conte en la rueda de prensa donde anunció el nuevo “plan de protección” de Italia. “Los números nos dicen que estamos teniendo un crecimiento importante de las personas en terapia intensiva y lamentablemente también de las personas fallecidas. Nuestras costumbres deben cambiar ahora. Todos debemos renunciar a algo por el bien de Italia. Lo debemos hacer inmediatamente y lo lograremos si todos colaboramos y nos adaptamos a estas normas más restrictivas”, subrayó Conte ante un reducido grupo de periodistas. “A todos les pedimos evitar los traslados y trabajar desde casa. La gran victoria será la de combatir y reducir la difusión del contagio”, subrayó el primer ministro.

Entre las medidas tomadas por el gobierno figura también la suspensión de los campeonatos de fúbol, incluso el de la serie A, el más importante de Italia, con el objetivo de evitar grandes amontonamientos de gente en los estadios. Todas las manifestaciones callejeras masivas fueron también prohibidas así como el uso de los gimnasios y de las actividades deportivas, si no se pueden respetar las normas de distancia establecidas. “No hay más tiempo”, añadió Conte. “No habrá más zona roja sino que toda Italia será una zona protegida”. “Somos conscientes de cuán difícil es cambiar todas nuestras costumbres. Pero no tenemos más tiempo (…) La decisión justa es quedarse en casa. Nuestro futuro está en nuestras manos. Cada uno debe hacer la parte que le correspone”, concluyó Conte al presentar el decreto que algunos titularon: “Me quedo en casa”.

El decreto establece también que los locales públicos como bares y restaurantes deberán cerrar a las seis de la tarde y siempre deberán mantener las distancia de seguridad entre las personas de al menos un metro. Está prevista asimismo el cierre de teatros, cines y discotecas, escuelas de baile y salas de juego o casinos así como se prohíbe la realización de eventos sociales, entre ellos congresos o reuniones particulares.

Si la temperatura de una persona supera los 37,5 grados es aconsejable quedarse en casa, limitar los contactos y llamar a un médico. A quien es positivo al virus o ha estado en contacto con algún infectado, le está prohibido moverse de casa. Las familias además, no pueden ir a visitar a los enfermos a los hospitales o clínicas privadas a no ser en casos excepcionales.

Y a esto se le agregan las declaraciones de un médico al diario Corriere della Sera de Milán, que habló de lo difícil que es salvar a las personas de edad, que generalmente tienen otras complicaciones y son numerosas entre los infectados. Christian Salaroli, un médico anestesista que trabaja en terapia intensiva en el hospital Juan XXIII de la ciudad de Bergamo (Lombardía), dijo al Corriere que en terapia tienen que darles prioridad a los que tienen “más probabilidades de sobrevivencia”. Y la asociación de médicos anestesistas confirmó esta posición argumentando que no se dispone de los medios para tratar a todos los infectados que lo necesiten y que podría ser necesario poner un límite de edad al ingreso en terapia intensiva. Algunos medios han hablado de esto como de la “masacre de los viejos”.

El Vaticano, por su parte, también tomó medidas. Entre otras cosas, la Plaza y la Basílica de San Pedro, dos lugares tradicionales para los católicos de todo el mundo, han limitado los ingresos. Ya no se ven las colas de más de 100 metros que se veían cada día en la plaza, porque la gente tenía que pasar por los detectores de metales para luego entrar a la basílica. El vacío total ha inundado también la tradicional calle de acceso al Vaticano, Via de la Conciliazione, normalmente llena de turistas.

Después de las medidas tomadas por los dos estados, Italia y el Vaticano, hay que ver cuáles serán las reacciones de la gente, ya tremendamente asustada por el progreso increíble de la enfermedad. Y la primera reacción fue la desesperación frente a los supermercados. Largas colas se vieron durante la noche frente a los super abiertos 24 horas. Los negocios dejan entrar a pequeños grupos de personas cada vez, que van entrando a medida que los que entraron antes vayan saliendo. Anoche la gente esperaba, con cara de cansados y preocupados, apoyándose como podían en los carros del super hasta que les tocaba el turno para entrar.

El próximo problema podría ser la disponibilidad de alimentos y medicinas, dado el pánico que empuja a la gente a comprar mucho y de todo ante el peligro de que luego desaparezca. Ya no se encuentran barbijos, por ejemplo, aunque el gobierno ha dicho que distribuirá millones de ellos en los próximos días.

Hay quien compara toda esta desesperación con situaciones de guerra, donde la gente en general tiene que aceptar las reglas que se imponen y se lleva a casa la comida que puede conseguir. Los argentinos hemos pasado por situaciones similares, como la crisis del desabastecimiento de 1975 contra el gobierno de Isabelita Perón. Había que correr a los super o despensas cuando abrían levemente sus persianas, pasar por debajo de ellas antes de que terminaran de abrirse y llevarse lo que se encontraba, sin pretender poder comprar lo que uno necesitaba.

Esperemos que Italia no llegue a este punto.