Desde Caracas. El 10 de marzo debía ser una fecha contundente en Venezuela: Juan Guaidó había convocado durante días a una movilización no solamente en Caracas sino en el conjunto del país. El llamado, retomado por el conjunto de la oposición, debía lograr volver a movilizar a una base social desencantada con su dirigencia y la falta de resultados.
La movilización estaba llamada a partir del este caraqueño para llegar al oeste, a la sede de la Asamblea Nacional (AN). La convocatoria iba a estar encabezada, según Guaidó, por diferentes sectores sociales y sindicales, como los trabajadores de la salud y de la educación. El objetivo era entregar un pliego de reivindicaciones al poder legislativo que afirma presidir.
El resultado, como suele ocurrir en los llamados de la oposición, fue otro: la movilización no logró contundencia esperada, fue encabezada por las estructuras partidarias menguadas, no llegó al oeste caraqueño, terminó sesionando en una plaza tradicional de la oposición en el este de la ciudad. Un déja vu.
El contexto del llamado a la movilización tenía elementos nuevos, tanto nacionales como internacionales. En lo nacional, el punto más importante, sucedió el pasado sábado cuando fue incendiado el galpón principal del Consejo Nacional Electoral (CNE) en Caracas, provocando una pérdida de la mayoría de las máquinas de votación.
El hecho fue reivindicado por un grupo armado autodenominado Frente Patriota Venezolano, donde, a través de un video difundido con una toma de siete hombres encapuchados y vestidos de militar, afirmaron haber incendiado el sitio, y se atribuyeron el ataque ocurrido el 11 de febrero en la ciudad de Valencia a los almacenes de CANTV, empresa estatal de internet y telefonía.
En el contexto internacional sucedieron dos elementos principales. En primer lugar, la visita del presidente de Colombia, Iván Duque, a la Casa Blanca, para reunirse con el presidente norteamericano, Donald Trump, encuentro en el cual fue planteada la centralidad de la agenda Venezuela para ambos países.
En segundo lugar, la visita de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, esta vez a Florida, donde se reunión con Trump para abordar centralmente la cuestión de Venezuela, y luego se reunió con el jefe del Comando Sur, Craig Faller, donde llegaron a acuerdos de cooperación militar entre ambos.
Esas dos reuniones con los presidentes de los países fronterizos claves de Venezuela, fueron leídas como una señal de profundización de la coordinación para los próximos pasos de la escalada contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro que lleva adelante el gobierno norteamericano.
Sin embargo, ni el incendio al centro del CNE y la aparición del grupo armado, ni la amenaza de que marzo será el mes de máxima presión desplegada por Estados Unidos, tuvieron su traducción en los acontecimientos del 10 de marzo.
El cierre de Guaidó fue el llamado a una nueva movilización para el día jueves, sin anunciar hora y lugar, lo que se tradujo en una nueva desilusión de quienes acudieron al llamado bajo la expectativa de que sucedería algo nuevo.
Mientras tanto, el chavismo realizó una movilización en el centro caraqueño, pasando delante de la AN, haciendo una demostración de fuerza que ya es característica de la dinámica política venezolana: ante una convocatoria opositora surge un llamado del chavismo para ocupar el centro de la ciudad.
La jornada tuvo un elemento central por fuera de las dos movilizaciones: las declaraciones del dirigente principal de Acción Democrática (AD), Ramos Allup, quien afirmó que participarán de las elecciones legislativas que tendrán lugar este año.
Sus palabras fueron particularmente importantes ya que AD es una de las fuerzas políticas centrales de la oposición, y oscila en permanencia entre la vía golpista y la electoral. Su procedimiento es conocido: apuesta al derrocamiento violento cuando parecen darse las condiciones para lograrlo, y retoma un discurso electoral cuando esa posibilidad entra en crisis.
Las declaraciones de Allup sucedieron un día después de que fuera anunciada la instalación del Comité de Postulaciones Electorales entre el chavismo y la oposición. Así, mientras por un lado tienen lugar acciones de fuerza y llamados de Guaidó a tomar las calles, bajo estrategia norteamericana, por el otro lado, avanza la construcción de acuerdos para las próximas legislativas.