El 29 de agosto de 2000 el entonces senador nacional por Salta, Emilio Cantarero, le confesaba a la periodista del diario La Nación, María Fernanda Villosio, que había recibido sobornos del gobierno de Fernando De la Rúa a cambio de su apoyo a la polémica Ley de Reforma Laboral. La publicación al día siguiente de esa información, sin mencionar el nombre del senador, generaba un verdadero escándalo institucional.
El domingo pasado Cantarero falleció a los 76 años después de atravesar una larga enfermedad que le evitó ser juzgado por el supuesto cobro de esos sobornos. A pocos días de la desaparición física del ex legislador, Villosio aseguró que “fue una gran desilusión personal, profesional y como ciudadana” que Cantarero no hubiese sido juzgado y que el resto de los imputados hubiesen sido absueltos por la Justicia. En diálogo con Radio Nacional Salta, la ahora editora de Información General de la Revista Noticias recordó el episodio ocurrido hace casi 20 años y que significó “una vergüenza institucional que marca un antes y un después en cuanto a las posibilidades de avanzar o no en casos de corrupción”.
“En esto estamos todos”
Villosio recuerda que en el año 2000 estaba acreditada en el Senado para el diario La Nación y venía cubriendo el caso popularmente conocido como “las coimas en el Senado”. Según las denuncias, el entonces ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, había pagado coimas a senadores a través de la Secretaría de Inteligencia (SIDE) para que estos apoyaran la reforma laboral que impulsaba el Ejecutivo.
Según relató la periodista, estaba buscando el contacto con Cantarero porque éste le había reconocido alguna vez en una charla informal “que había levantado la mano para votar una ley que le habían pagado”. Cuando los senadores en bloque comenzaron a desmentir las denuncias por supuestos sobornos, María Fernanda pensó que debía hablar con el senador salteño. La charla comenzó en un pasillo del Congreso y siguió en el despacho del legislador, con un café de por medio, tal como lo hacían habitualmente.
“Cuando comenzamos a conversar él va cambiando el tema de la conversación”, rememora Villosio, “y en un momento me dice ´Rubita le estás errando al vizcachazo. En esto estamos todos´. Entonces yo me quedé helada porque no esperaba una confesión, esperaba que me lo negara”, agregó. La periodista le propuso publicar “una entrevista en off” y Cantarero accedió a cambio de que no revelara su nombre ni siquiera a las máximas autoridades del diario.
Mientras el que fuera titular de la SIDE, Fernando de Santibañez, negaba ante la Justicia que hubiese sido utilizado dinero de esa dependencia para pagar coimas, Villosio escribía una nota relatando que un senador había admitido haber cobrado el soborno.
La publicación provocó un gran revuelo y el bloque de senadores del Partido Justicialista, con Augusto Alasino a la cabeza, apuró una conferencia de prensa para desmentir a Villosio. Luego de varios intentos, la periodista consiguió reunirse con Cantarero para advertirle que, si el salteño desacreditaba la información, se iba a ver obligada a revelar su nombre.
“Él estaba muy presionado por el bloque del PJ, que creo que fue un error grave que cometieron, porque él pedía irse de la conferencia de prensa y Alasino o en ese momento lo obligó a que participara”, reconstruye Villosio, y continúa: “Alasino empezó a contar que era mentira y, de la nada (porque fue algo increíble) sale él, levanta la mano y dice ´yo quiero decir que estuve ayer con María Fernanda Villosio en mi despacho, pero no le conté nada de lo que dice que le conté”.
Después, la periodista fue denunciada por Cantarero por coacción, lo que fue desestimado por la Justicia en marzo de 2001. En 2013, la Justicia terminaría absolviendo a los acusados por las supuestas coimas en el Senado, por entender que no había elementos suficientes para probar que el hecho existió. Entre los acusados, no estaría Emilio Cantarero, declarado inimputable en 2008 por padecer del Mal de Parkinson.
Umbrales de impunidad
A casi 20 años de ocurrido, Villosio sigue sin saber por qué Cantarero le confesó los sobornos. Sin embargo, ensayó una teoría: “después de convivir muchos años con los políticos, sobre todos los políticos de aquel entonces que tenían menos controles, yo creo que tenían umbrales de impunidad distintos a los nuestros. Cuando uno se manda una macana, no la cuenta. Y me parece que, cuando hay cosas que se naturalizan, es como que se vuelven parte de un sistema, entonces empiezan a salir con más liviandad, porque no te parece tan grave”. Además, la ahora editora de Perfil no descarta que el entonces senador haya querido mostrar su poder y su influencia, revelando información valiosa.
Villosio caracterizó a Emilio Cantarero como “un tipo callado, que daba la imagen de bonachón o campechano. Y un tipo que tenía poder. Era un tipo con poder pero de perfil bajo”.
Consultada sobre la impunidad en torno al caso, Villosio se lamentó la falta de condenas: “no tengo ninguna duda de que allí funcionó la corporación política. Fue el único caso en que un arrepentido se dice culpable y la Justicia se lo niega”.