La memoria colectiva está hecha de fragmentos, un fragmento más otro fragmento más otro. Los testimonios son fragmentos. Y cuando los escuchás, notás que, con diferentes palabras, todos dicen lo mismo”, reflexiona Julieta Colomer, comunicadora, fotógrafa, hija de desaparecidos e impulsora del libro Dibujos urgentes. Testimonios en juicios de lesa humanidad, una publicación que reúne retratos a mano alzada que las ilustradoras Eugenia Bekeris y Paula Doberti realizaron de genocidas pero, sobre todo, de las y los testigos de juicios de lesa humanidad: sobrevivientes, compañeres, padres, madres e hijes de víctimas que ofrecieron su testimonio a lo largo de una década de debates orales y empalmaron un fragmento más otro fragmento, más otro de la memoria colectiva. Ilustradoras, editores y autores de una decena de textos que acompañan los dibujos compartieron el lanzamiento del trabajo, que tuvo lugar en el Centro Cultural de la Cooperación este miércoles por la tarde.

Colomer y Hernán Cardinale son fundadores de la editorial Mónadanomada, responsable de la edición del trabajo que compila los dibujos que Bekeris y Doberti realizaron impulsadas por una iniciativa que H.I.J.O.S. y que la Universidad Nacional de las Artes (UNA) lanzó en la década pasada. En 2010, la idea de la agrupación era contrarrestar la decisión de la Corte Suprema de prohibir registrar con fotos y videos los juicios tras la desaparición de Jorge Julio López, “una medida que terminó beneficiando a los genocidas porque los invisibilizó”, apuntó Colomer. Doberti es docente de la UNA y se sumó a la convocatoria de inmediato. En las salas de audiencias conoció a Bekeris, una artista a la que la propuesta la sensibilizaba tanto colectiva como personalmente, ya que andaba en plena reconstrucción de la memoria familiar, afectada por el holocausto.


Son innumerables los retratos que fueron elaborando, primero en audiencias de juicios celebrados en Comodoro Py, luego en algunas otras jurisdicciones como San Martín, La Plata o Mar del Plata. Dibujos urgentes reunió cien obras en lo que les editores definieron como un “libro-archivo”, una idea que plasmaron incluso en el diseño del objeto: un centenar de retratos de testigos, que en su mayoría prestaron testimonio en ocho causas a lo largo de los últimos diez años.

Es que si bien la iniciativa original apuntaba a registrar a genocidas, el trabajo fue virando hacia les sobrevivientes y familiares, referentes de organismos y todes aquellos que se esforzaron y esfuerzan por sostener el proceso de memoria, verdad y justicia vivo y activo. “El genocida es siempre genocida, siempre habla desde ahí. En cambio, hay muchísimos tipos de víctimas y testimonios”, aclaró Cardinale.

“Nos propusimos hacer este libro junto a las ilustradoras motivados por que entendemos y confirmamos a lo largo del proceso de producción --unos dos años--: devolverle el protagonismo al testimonio y a las y los testigos que los encarnan”, puntualizó Colomer, cuyo retrato integra la publicación. Desde el libro, les editores insisten en “la escucha que todos debemos a las y los testigos”, quienes se brindan desde su experiencia para remontar una memoria histórica que, como señala uno de tantos testimonios recogidos, “es de todos, porque todos tenemos que ver con esto”.
En ese sentido, postularon: “La justicia, que cuenta con la capacidad simbólica y a la vez real de legitimar la verdad y punir lo que no debió haber sido, adolece de poder comunicar a la sociedad la inmensidad de experiencias, recuerdos, sensaciones, pérdidas, dolor, horror y muerte que debió escuchar para dar sentencia. Aquí, entonces este libro se conjura a una experiencia más allá de la justicia, invitando a la escucha urgente del pasado que tristemente hace a nuestra identidad y nuestro presente”.

Los retratos están acompañados por fragmentos de testimonios. E hilados, a lo largo del libro, por un conjunto de textos que los atraviesa, los analiza, los complementa. Escriben el ex juez Carlos Rozanski, la referente de familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz Ana María Careaga, la sobreviviente Graciela Daleo, la periodista, docente e investigadora de la Secretaría de Derechos Humanos María Rosa Gómez, la psicoanalista y fundadora del centro de asistencia a las víctimas Ulloa, Fabiana Rousseaux y la fiscal Gabriela Sosti, además de les editores, cada uno desde su práctica. “Son textos que dialogan con los dibujos, con la importancia del testimonio, de las personas testimoniando”, completa la fotógrafa.

La selección de autores fue “regida por la amistad y las personas con las que nos íbamos cruzando en los juicios o actividades” vinculadas al proceso de memoria, verdad y justicia, señaló el fundador de Mónadanomada. Editores, ilustradoras, autores, participaron de la presentación colectiva. Hablaron todes, como para desde allí también “reflejar la producción colectiva no solo del objeto sino de la memoria de la que es testigo”. Mientras se oían las voces, los dibujos urgentes fueron proyectados en el fondo.