Emilio García Wehbi cuenta que no tiene insomnio, pero sí “un sueño muy liviano”, entonces suele soñar "muchísimo". En todos sus espectáculos hay algún sueño; la actividad onírica le interesa porque "el inconsciente es un territorio fértil para los artistas” y porque es "una puerta sin cerradura entre el inconsciente y la realidad”. Entonces, va de la mano con su búsqueda estética. García Wehbi y Maricel Alvarez presentan 65 sueños sobre Kafka, instalación performativo teatral que tiene su germen en México unos años atrás y que estrenó renovada en Buenos Aires. Se la puede ver esta semana y la próxima de jueves a domingos a las 20.30 en la Fundación Cazadores (Villarroel 1438).
En 2016 la dupla artística realizó una residencia invitada por el Museo Universitario del Chopo, en Ciudad de México. Fue en ese contexto que montó la pieza 65 sueños de Kafka según Guattari, que respondió a una línea temática propuesta por la curadora de Artes Vivas de aquella institución: “¿de qué forma hacemos de este presente un lugar más habitable?” La puesta tomó su nombre de un libro de Félix Guattari, en el que el psicoanalista y filósofo revisa sueños recopilados de las correspondencias de Franz Kafka. En diálogo con Página/12, Alvarez cuenta que la invitación les llegó en un momento en que había “recrudecido” la violencia en México y la comunidad artística estaba muy “movilizada”. “En términos poéticos y metafóricos nos parecía interesante plantear al sueño como un espacio posible de resistencia, en el que el individuo puede volver a ser soberano, un librepensador”, define.
Mudada de contexto, la puesta tiene “vestigios” de la original pero exhibe una “evolución” en el proceso creativo. Por ejemplo, la cantidad de intérpretes se elevó al doble. Provienen de las artes escénicas –tanto de la danza como del teatro- y sus personajes habitan un espacio en el que están atrapados del mismo modo que el campesino de “Ante la ley”, de Kafka. O condenados a descifrar su culpa como los sentenciados de En la colonia penitenciaria, otro relato del autor checo. “No tiene argumento la pieza. Ubica en un espacio habitado por seres atrapados. Tampoco remite a un lugar que podamos reconocer. Podría ser un hogar, una sala de espera, una oficina pública, un hospicio, el purgatorio… espacios presentes en la obra de Kafka. Nos interesaba el aspecto onírico y pesadillesco como material de trabajo”, detalla Alvarez. “No utilizamos textos del autor ni en su trama se hace referencia a su vida y obra; lo que queríamos recuperar es el universo que cruza su legado literario”, añade la actriz.
Wehbi plantea que le interesa la “dualidad” que encuentra en el escritor: “Por un lado está la cosa oscura, ominosa y laberíntica, que parece sin salida; por el otro está el humor. Lo kafkiano es una condición inherente a determinadas situaciones del hombre, en relación al mundo y a sí mismo”. En términos estéticos, el dispositivo escénico –inspirado en la obra de la artista libanesa Mona Hatoum- cumple un rol fundamental en la puesta. Reacios a las etiquetas, la pensaron como una instalación performativo teatral que abreva en distintas disciplinas. Una premisa que es la columna vertebral del arte de Wehbi y Alvarez: “El apoyo visual es importante, y los intérpretes cumplen los roles de bailarines y actores. El dispositivo interdisciplinario es muy importante. Para nosotros, si un texto y un actor no están acompañados por un dispositivo, la teatralidad no se da. La visualidad y la sonoridad reescriben la dramaturgia”, desliza el régisseur, performer, actor, artista visual y docente.
La primera novela
García Wehbi halló en un periódico español una noticia de un maratonista no vidente, llamado Emilio García, ilustrada con un retrato suyo. Fue el puntapié de Maratonista ciego, su primera novela, el resultado del desafío de escribir un texto "que no dependiese de otra cosa que de sí mismo". Fue publicada recientemente, de la mano de Ediciones DocumentA/Escénicas. "Publiqué seis libros de dramaturgia y uno con Nora Lezano. Una novela era algo que me debía. Lo venía ejercitando hace dos años. Fue interesante. Da cuenta de lo que es mi estética en la escena; toma un cuerpo que me representa como artista en general", dice. "Es difícil determinar de qué habla, pero tiene que ver con el yo, el sujeto, en un cruce entre la realidad y la ficción. Presenta un yo escrito en tercera persona. Es difícil de explicar", agrega.