Una vieja computadora 486, cajas de música a cuerda, conversaciones familiares, el ulular de un búho, un coro de niñas campesinas avistado en un sueño, las primeras luces del día sobre las plantas de un jardín o las sutiles diferencias de textura en los sonidos de un micrófono de contacto sobre madera o cartón: la dispar enumeración da cuenta tan solo de una mínima parte del dedicado trabajo artesanal y conceptual que desde hace dos décadas viene llevando adelante Federico Durand, el talentoso músico ambient bonaerense que, desde la edición de un primer disco que se hizo esperar (el fantástico La siesta del ciprés, de 2010), viene cosechando un reconocimiento internacional digno de destacar. Y merecido: tanto en las inspiradas melodías de fábula infantil grabadas en dos días de La niña junco (2017) como en los collages oníricos de El idioma de las luciérnagas (2013) o A través del espejo (2016), elaborados a partir de sintes, grabaciones de campo, objetos cotidianos, computadoras antiguas, instrumentos tradicionales o de juguete y cintas cortadas y pegadas a mano, su música posee la mágica particularidad de suspender el espacio en el que comienza a sonar, cualidad que no pasó desapercibida para discográficas como la norteamericana Drag City (Scott Walker, Stereolab, Joanna Newsom o Bill Callahan) y otros reconocidos sellos de la escena ambient como 12k de Nueva York, Own Records de Luxemburgo o Spekk de Tokio. Sus piezas fueron también incluidas en compilados desde Siberia a Corea del Sur, tiene un dúo llamado Melodía con tres discos editados junto al músico brasileño-japonés Tomoyoshi Date, participó como invitado en trabajos de artistas estadounidenses, alemanes y japoneses, fue reseñado y entrevistado en prestigiosas revistas como la británica The Wire o la española Rockdelux y sus discos son exhibidos en estantes destacados en la gigante Tower Records de Tokio. Durand, sin embargo, lo toma con la misma sencillez con que crea su música: “La primera vez que edité afuera fue toda una sorpresa, antes de eso grababa discos que subía a la red y repartía entre amigos. En 2010 me llegó un mail desde Japón de Nao Sugimoto, que tiene un sello increíble que se llama Spekk, del que soy muy admirador, y me ofrecía editarme. Por supuesto le dije inmediatamente que sí”, recuerda al teléfono desde su hogar en La Cumbre, Córdoba, donde se mudó en 2015 junto a su hija y su mujer, la ilustradora Lucía Mancilla Prieto.
Nacido en 1976 en Muñiz, localidad al noroeste del Gran Buenos Aires, Durand se trasladó a las sierras tras varios años trabajando en colegios de Buenos Aires como profesor de literatura. “El otro día mi hija volvió feliz del jardín porque habían estado tirando piedras al río”, cuenta, dando a entender sin necesidad de más los motivos de la decisión familiar. A punto de editar por 12k un nuevo disco, Alba (masterizado por el músico electrónico y creador del sello Taylor Deupree, quien en 2012 grabó un disco en colaboración junto a Ryuichi Sakamoto), por las mañanas Federico trabaja en la biblioteca del colegio de un pueblo vecino y por las tardes en una pequeña librería familiar que maneja su esposa. “La verdad es que me la paso trabajando, hago música por la noche o en los cinco o diez minutos que tengo libres durante el día”, ríe, y continúa: “Me levanto temprano y antes de prepararme para salir a trabajar escucho las mezclas que hice antes de dormir. Alba es un disco de ese momento en que no es de día ni de noche, cuando en el jardín aparecen unos colores fantásticos sobre las plantas. Siempre me interesó mucho ese estado casi de duermevela, donde hay muchas ideas recurrentes o recordás de a poco los sueños que tuviste. Y me gusta mucho trabajar con repeticiones, donde hay mucho azar también, improvisando melodías que se sostengan y resuenen en el ambiente”.
Músico autodidacta, la influencia de su formación literaria también está muy presente en su música: además de su admiración por poetas orientales y occidentales como Matsuo Bashō o Friedrich Hölderlin (“Una guía en mis años de juventud como estudiante, siempre sentí cerca ese amor no idealizado por la naturaleza en sus poemas”), su última presentación en Buenos Aires fue en las jornadas de música y literatura organizadas en la casa de Victoria Ocampo por el Fondo Nacional de las Artes, donde improvisó una pieza basada en un poema de Juan L. Ortiz, “Delicias Últimas”. “Juan L. me parece uno de los grandes tesoros que tenemos en nuestro país”, señala. “Me siento muy cerca sobre todo de sus primeros poemas, los más breves, aunque también me encantan esos poemas río maravillosos que hizo después. De alguna manera la experiencia musical tiene algo del sumergirse en ese río misterioso donde te dejás llevar por el tiempo”.
Entre los músicos contemporáneos del ambient internacional destaca a Stephan Mathieu, Andrew Chalk, Illuha o Marcus Fischer. “De acá me encanta lo que hacen Pablo Reche, Paula Acuña, Juan José Calarco, Alma Laprida, Pablo Picco, América Analógica y Joa Joys, entre muchos otros”, cuenta, y agrega que el disco que lo tiene hechizado por estos días es Nuestra Soledad (1969), debut de la cantante uruguaya Vera Sienra producido por Eduardo Mateo, mientras que uno de los recuerdos que atesora de un viaje reciente al Brasil fue el haber conocido el lugar donde tocaba en sus comienzos Milton Nascimento con su Clube da Esquina. Suárez, Cocteau Twins, Harold Budd y Brian Eno son otras de las influencias desde su juventud. Y además de la flamante edición de Alba, Federico es uno de los músicos que el montegrandense Adrián Paoletti eligió para las reversiones a cargo de otros artistas de las canciones del mítico En la ruta del árbol, en busca de la canción perfecta, editado originalmente en 1998 y de inminente reedición.
El próximo fin de semana Durand regresará a Buenos Aires para presentarse en dos conciertos: el domingo en un festival en el jardín de la casa en Burzaco del fotógrafo Guillermo Ueno y la artista plástica Lola Goldstein y el lunes en la disquería Velazco en Villa Crespo. “Creo que la música tiene una especie de poder sanador”, concluye. “Algo cercano a esa magia que ocurre cuando se acaban las palabras y se abre la puerta a algo indescifrable. Y a la vez lo que hago ahora no es muy diferente a lo que siempre hice desde chico, esto de grabar y jugar con sonidos. Es la música que me sale, y me siento de verdad honrado cuando alguien más la disfruta”.
Federico Durand se presenta el domingo 22 en el Festival Equinoccio, en Burzaco, de 14 a 22.30 (gratis, pedir dirección por email a [email protected]) y el lunes 23 en Velazco Disquería & Bar, Juan Ramírez de Velasco 492. A las 18. Gratis.