*El mediático coronavirus es un viejo adversario que convive con nosotros desde hace cientos de años. Como todo rival cruento se viene disfrazando, mutando su forma para perturbarnos. En 1937 un primo lejano suyo fue descubierto pero no era tan letal. El actual, rencoroso con saña, sí lo es. Como se ignora su legítimo origen, se atribuye su resurrección en el mercado de Wuhan, China. Allí se comercializaban animales exóticos para alimento o cría. El pangolín, un mamífero escamado, es el acusado principal que como a un Frankenstein hay que erradicar. Lo significativo y lo paradójico es que es un bicho en peligro de extinción; por ende se suspende su caza y su explotación como producto de cuatro patas. El pangolín, a quien nada le importa lo que le suceda a sus captores, sonríe feliz en los bosques porque ya nadie lo mata, tortura o come.
*El día 9 de marzo caminaron las calles del mundo millones de mujeres para hacernos saber que los que mandan en la Tierra les han declarado la guerra y las casan, las cazan, las encarcelan, las torturan, y las matan desde tiempos seculares. Una mujer es asesinada cada 2 horas en América Latina. Mientras confeccioné esta nota y usted termina de leerla, habrá crecido la lista. Nosotros, los machos criollos, habremos de estar más preocupados por el promedio del descenso de nuestros equipos que el descenso a ultratumba de miles de ellas. “En mi país, se grita más un gol que un pedido de justicia”, rezaba un cartel llevado por una mujer ese día.
*La peste negra o bubónica, allá por el 1300, diezmó millones de personas, fundamentalmente en Europa. Los historiadores situaron el origen de la pandemia en Asia, donde ya sabemos, es un sitio plagado de extremistas, morochos barbudos e infectos que pretenden destruir nuestro credo, nuestro dios, nuestros mercados. Del mismo modo, se acusó y se incriminó a los judíos, gitanos, trashumantes, artistas de los caminos, buhoneros, de ser causantes del mal. Fueron los chinos de esa época.
*Al bar donde difunden el partido de Boca codificado, arriba toda clase de gentuza: el solitario solterón, el gordo que huye de la dieta devorando un sándwich monstruoso, el viejo agreste que ya no cree en nada, el protestón que jamás pateó una pelota, la pareja fanática y arrabalera. El mozo, en el entretiempo, mirando la pantalla donde se distingue la foto de una señorita tetas al aire, marchando por el Día de la Mujer, exclama por lo bajo con voz de trueno – “¡Ésta sí que no tiene nada que hacer..! ¡Se pone en bolas para reclamar no sé qué cosas y encima es fea.”
*Aquella peste negra de la cual nada se sabía a qué atribuírsela, vivió entre las tinieblas de la mortaja y la poética oscura por la brutalidad de quienes intentaban encontrarle un origen. El solo pensar que una simple cirugía no requería que se limpiase el cuchillo y que con éste aún con la sangre seca del infortunado se atendiera a otro paciente con total normalidad. Así actuaban los preclaros científicos europeos. Por ello, la pandemia se propagó con ligereza estragante. No supieron determinar a tiempo que la enfermedad era transmitida por las pulgas de las ratas. La literatura negra generó canciones de sepulcros, amores inconclusos por la intromisión de la Parca, grabados mortuorios, es decir que la incultura produce como un oxímoron perfecto, algo que denominamos con mayúsculas Cultura.
*En las fiestas “cool” las chicas preciosas, con sus atavíos todos iguales, en perfecta formación militarista a la moda, como si fuese un ejército modelado por un sastre aburrido, se hamacan, se balancean, sonríen, beben tragos, y son extremadamente cándidas, misteriosas, atractivas y previsibles. Las otras, las salvajes que pintan paredes, no se depilan y trabajan por un puchero no tienen tiempo de pelotudeces, ni del tránsito lento, ni de ser las mamás sumisas que esperan al macho proveedor en un jardín limpio de mosquitos, con jugo de naranjas sintéticas y una mesa tendida para la familia feliz. Pienso en mi mamá cuando una de las “patronas” de mi papá le hizo llegar una invitación a una fiesta y ella comentó por lo bajo en el silencio de la habitación: --No voy a ir, no es para mi eso y además no tengo que ponerme. Ella, que cosía ropa fina para las féminas de alcurnia rosarina nunca pudo tener un vestido a su medida.
*Macri, el segador, la carta de la Muerte, rebajó el ministerio de Salud a Secretaría, abandonó y dejó herrumbrar miles de cunitas que hubiesen salvado la vida a bebes sucumbidos por “muerte súbita”, medicamentos apilados en el Pami ya vencidos y así. La Salud para el que no gozaba de una prepaga para rubios constituía una cima inalcanzable. Y creció el dengue, la pulmonía, la tuberculosis, la viruela en todo el país. Lo imagino vestido de inquisidor con toga al tono, en aquel Medioevo oscuro y feroz donde se asesinaban búhos y gatos por creerlos vinculados a la brujería. Justamente ellos, quienes devorarían las ratas por ser sus enemigos naturales. Las mismas ratas que propagaban la peste bubónica. Casualidad o certezas de una de las caras terribles del fascismo y de la ignorancia. Poe habló de la peste en La Máscara de la Muerte roja aduciendo que hasta los más ricos eran alcanzados por ella. Será justicia.
*La foto es hermosamente elocuente. Se ve a una chica torso descubierto y de frente, las manos abiertas, una semisonrisa y en el pecho escrito con fibrón “Soy la bruja que quemaron y estoy viva”. Tiene la piel quemada y se sonríe exponiéndose como un cuadro vivo a la paradoja de reclamar por tanta carne consumida entre las llamas, por tanta inteligencia acabada en las brasas, de tanto odio y misoginia criminal. Se sabe: los machos del poder actúan con rencor por la envidia que genera que alguien, considerado inferior los supere y brille en el firmamento con luz propia.
*Hay múltiples envíos y réplicas vía wasap sobre la enfermedad mundial. En uno se ven distintas banderas del mundo y a su lado una leyenda que aclara: Preocupados por el Coronavirus. Cuando uno llega a la de Argentina dice” Preocupados por componer rápidamente la Cumbia del Coronavirus”. Otro: “Si me muero por dengue digan que fue por Coronavirus. Que piensen que me fui a Europa y no por limpiar la zanja. Gracias”.
Y otro más, el más denso por su carga discriminatoria:
--Doctor, creo que tengo coronavirus.
--¿Ah, si? ¿Como se llama?
--Brian doctor.-Tranquilo, lo suyo es dengue.
Fin de los cuentos de terror.