"Che, ¿qué evaluación hacen del paro?", llamó anoche el ministro de Agricultura, Luis Basterra, a la Casa Rosada. "¿De qué paro me hablás?", lo atendió un funcionario muy cercano a Alberto Fernández que tuvo que ponerse a pensar unos segundos acerca de qué lo consultaban. La medida de las entidades rurales, que en el inicio de la semana aparecía como uno de los principales temas de la agenda, pasó al olvido arrasada por el coronavirus y sus consecuencias. Entre el lunes negro y el martes que se hizo la primera reunión interministerial, cuando se verificó un crecimiento del número de infectados, fue que se resolvió que el presidente Alberto Fernández se ponga al frente de la estrategia oficial de contención de la epidemia. Otros temas importantes como el proyecto de legalización del aborto que se iba a presentar ayer quedó, en principio, para la semana que viene, si es que ven que la situación se calma un poco. Si no sucede, se hará más adelante.
En el lunes negro, bajó espectacularmente el precio del petróleo y Wall Street tuvo que cancelar operaciones para que no sigan cayendo las acciones. La reacción mundial ante la epidemia ya no admitía indiferentes. En Argentina, no sólo cayeron las acciones y subió el riesgo país, sino que también se siguieron sumando casos de infectados, aunque todos importados. La reunión interministerial que coordina el jefe de Gabinete Santiago Cafiero en donde se venía tratando el tema, que hasta ahí se desarrollaban con poca trascendencia, de repente conccitó todo el interés y Fernández resolvió participar. Escuchó con atención las recomendaciones que ofrecieron los especialistas infectólogos y dispuso un fondo extra de 1.700 millones de pesos para atender la urgencia.
En el Ejecutivo tomaron nota de cómo en el resto del mundo los gobiernos estaban siendo juzgados por cómo habían enfrentado la epidemia, que ese martes se convirtió oficialmente en pandemia de acuerdo a la declaración de la OMS. En la Casa Rosada aseguran que fue un tema al que nunca le quitaron el ojo. Monitoreaban los casos que se habían reportado en la Antártida y seguían con atención lo ocurrido en China y el traslado del problema a Europa. Un dato que marcaron con énfasis los especialistas fue que los países que minimizaron el problema después se habían encontrado con una crisis de alcances aún desconocidos.
El jueves se llegó a la conclusión que no se estaba comunicando bien. El Presidente dio dos entrevistas en las que se había referido a la epidemia pero lo que percibían era que el mensaje que transmitían era poco claro. "Había mucho desorden informativo, no se terminaban de entender cuáles eran las recomendaciones y lo que estábamos haciendo para controlar la situación", explicaban en la Casa Rosada. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le habló a los norteamericanos y anunció la suspensión de los vuelos desde Europa. Fernández resolvió entonces hacer una cadena nacional que sirviera para ordenar el mensaje que se buscaba dar, más efectivo que una entrevista que en la que se abarcan varios temas.
Por un lado, apuntó a llevar tranquilidad acerca de que se estaban tomando todas las medidas necesarias para controlar la situación, incluso suspendiendo los vuelos de Europa, una decisión sin antecedentes. Además, detallar cuáles eran las precauciones que se debían tomar para evitar el contagio. Por último, adelantar cómo se seguiría hacia adelante. Quedaron muy conformes acerca de cómo salió el mensaje y por cómo fue recibido. Definitivamente, Fernández apareció manejando una situación complicada y tomando todas las decisiones que se requerían.
En el medio, el resto de la agenda oficial quedó en la banquina. El plan Argentina Hace, una propuesta de pequeña obra pública para municipios al que se destinarán 8.500 millones de pesos, que se lanzaría con cientos de intendentes de todos los partidos políticos en el Museo del Bicentenario, terminó convertido en una foto de Fernández en su despacho con el ministro Gabriel Katopodis. Hacer otra cosa, imaginaron, quedaría desubicado.
El proyecto de interrupción legal del embarazo, la gran apuesta del Gobierno en el inicio del año parlamentario, quedó en suspenso. La iniciativa, que ya está lista, se presentaría ayer pero se pasó para la semana que viene. Eso en principio. Habrá que ver cómo evoluciona la epidemia de coronavirus, si deja lugar para otros temas en la agenda. El Gobierno no quiere que la legalización del aborto, a la que dan gran importancia y suponen que cuenta con el respaldo de la mayoría de la población, pase desapercibida. La reforma judicial, en consecuencia, seguirá la misma suerte. La secuencia imaginada es primero el aborto y luego la reforma judicial.
Hasta la crucial reestructuración de la deuda que prepara el ministro de Economía, Martín Guzmán, pasó esta semana a un segundo plano. En Gobierno aseguraban que la debacle financiera no modificó los planes y los tiempos son los mismos. Quieren oficializar su propuesta en los próximos días y esperan tener la reestructuración lista para fin de mes. El tendal que dejará a su paso el coronavirus, con sus consecuencias recesivas para la economía mundial, ya se empezó a evaluar en la reunión del gabinete económico del miércoles pasado. La idea es inyectar recursos.
Mientras tanto, todo el esfuerzo está puesto en contener la epidemia y mostrar un gobierno muy activo. El ministro del Interior, Eduardo de Pedro, y la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, se trasladaron ayer al paso fronterizo de Iguazú, para exhibir el control limítrofe que prometió el Presidente. La de Iguazú, donde circulan 11 millones de personas al año, está entre las fronteras más calientes (ver recuadro). Una prueba para los próximos días será el traslado de todos los residentes argentinos que se encuentran en Europa, una tarea que exige una coordinación importante entre distintas áreas oficiales. La Cancillería anunció que para atender la demanda, los consulados de los países afectados trabajarán las 24 horas, incluyendo atención telefónica y whatsapp.