“La cosa se dividió. Muchos entendieron que las medidas los benefician. Ya no es como en 2008”, sostiene Osvaldo “Kike” Lovey. El legendario dirigente de las Ligas Agrarias del Chaco reflexiona sobre el nuevo mapa agropecuario, el que surge tras la propuesta de retenciones que se impuso al fallido lockout de la última semana, y logró romper la otrora compacta Mesa de Enlace. El paro dividió las aguas y Lovey lo celebra: “¡Se puso linda la cosa!”, festeja.
Lovey conoce la tensión histórica impuesta sobre el sector. Viene de la renta extraordinaria de la exportación. Y define: “Están los productores genuinos que entendieron las medidas y se corrieron del paro, y los que no quieren dejar de ganar porque viven del alquiler de sus campos a los fondos de inversión”. El proceso se inicia cuando cae la producción diversificada por el aumento de los costos, a mediados de los ‘70. La maniobra concentra la tierra. El monocultivo de soja se pone de moda en los ’90. Las ganancias quedan asociadas al capital internacional.
De paso por Buenos Aires donde gestiona por su provincia proyectos para pequeños agricultores, Lovey explica en la entrevista con Página/12: “Los gringos ya no están en el campo, están en las confiterías, toman whisky y esperan cobrar su alquiler. Ya no son productores. Son arrendatarios ¡y no quieren dejar de ganar! Federación Agraria nació al calor de las luchas por el precio de los arrendamientos y ahora funciona al revés: ellos alquilan y defienden al capital concentrado. No por ideología sino por interés económico. Son patéticos”, se lamenta. El interés de los productores de la zona núcleo primó en 2008. “Ellos viven de una renta extraordinaria por alquilar sus campos, pero ante la segmentación el interior se abre, no acompaña el paro porque ahora tienen mucho para ganar”, señala.
La producción regional es revalorizada en las últimas décadas a nivel mundial. Pero el ámbito no es nuevo. Él lo conoce bien desde que en los ’70 eligió el activismo campesino. Lovey fundó junto a cooperativistas y grupos juveniles de la Iglesia el movimiento de Ligas Agrarias del NEA. Con grandes movilizaciones y autogestión impulsaron la unidad de productores y trabajadores del campo. Agruparon a treinta mil familias y a unos cincuenta mil jóvenes. Fueron eficaces para producir y comercializar solidariamente y lograron imponerse a las corporaciones rurales.
“Pero en los Operativos Toba I y II se detuvo a más de quinientas personas, militantes liguistas” recuerda. Fue en octubre de 1976, en Chaco, Corrientes, Misiones, Formosa y el norte de Santa Fe. Un año antes el movimiento de Ligas había llegado a Córdoba, sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires. Sus dirigentes comenzaron a ser detenidos. Muchos están desaparecidos. Otros, como Lovey, sobrevivieron en el monte hasta que logran exilarse. Hoy, los juicios por causas de Lesa Humanidad revisan los hechos. Ya se condenó a cuatro militares en el TOF Resistencia en 2019, durante el proceso denominado Juicio Ligas Agrarias I.
“La cosa se define por si van a perder o ganar plata los sectores involucrados. Siempre fue así”, reflexiona. Y apunta “a la falta de solidaridad de los grandes que se oponen a las retenciones aunque ese dinero se destine a la inversión productiva regional”.
-¿Considera que hay manera de resolver estas diferencias?
-Reconocer al campo como un escenario muy diversificado apunta a esto. A poner con absoluta claridad sobre la mesa a cada uno de los actores. Cada economía regional tiene sus características y condiciones de producción. Como política de Estado establecer las diferencias es un gran avance, y lo demostró el fracaso del paro. Y hay que trabajar en la estructura de costos de producción, porque esa es la leche que te esconden. La que no quieren mostrar.
-¿Qué significa esto: “la leche que no quieren mostrar”?
-Que producen más de lo que declaran, sobre todo en zona núcleo. Hay que evaluar costos reales y en un esquema solidario, procurar que nadie pierda plata. Porque un productor que quiebra se va del campo. No queremos eso. Hay que asegurar una rentabilidad justa y adecuada, establecer la renta extraordinaria y determinar qué se hace con ese dinero, como política de Estado.
-¿Cuáles serían para usted los procesos mas urgentes a revisar?
-Por un lado determinar quiénes producen y cómo lo hacen, y quiénes comercializan en el mercado interno y para la exportación, y revisar también cómo lo hacen. Porque por ahí se fugan los dólares, en las ventas ficticias y en negro.
-¿Cree que las medidas del gobierno van en este sentido?
-Claro. Nosotros como peronistas tenemos que defender la economía mixta por la que bregó Perón, con las Juntas de Granos, del Algodón, de Carnes. Las cooperativas son políticas participativas donde el Estado junto a los privados, cogobierna. De otra forma vamos a tener respiros en coyunturas políticas favorables pero nada más, porque los grandes grupos tienen los modos de producción están en sus manos. Se puede revertir. Con políticas cambiarias, controles comerciales, con el cuidado de recursos naturales como la tierra, que debe cumplir una función social.
En estos días Lovey tramita un molino harinero y una fábrica de aceite, para pequeños y medianos productores del Chaco. En línea con la matriz gestada desde las Ligas Agrarias, que junto a la Unión de Cooperativas Agropecuarias Argentinas Limitada (UCAL), modifica la distribución de la renta a favor de los productores y trabajadores del algodón, el tabaco, la yerba mate y el té. En Chaco contaban con una fábrica de algodón hidrófilo, una súper usina desmontadora, hilanderías, una fábrica de camisas, otra de alpargatas. Promovían el intercambio con cooperativas de todo el país. Y marcaban records: “En la campaña 75/76, llegamos a acopiar ¡el 75 por ciento de la fibra de algodón, del país!” se admira.
-¿Qué estructura permitió en los ‘70, desarrollar a ese nivel las economías del NEA?
-Una alianza estratégica entre las Ligas Agrarias que eran la expresión gremial de los productores, con las cooperativas de la UCAL, que comercializaban y agregaban valor en origen. Sumado a eso, las grandes movilizaciones. Juntábamos quince mil productores en Chaco, cinco mil en Formosa, tres mil en Misiones. Esa era la dimensión de las concentraciones.
-Propiciaron protestas resonantes, como la “huelga del girasol”…
-En el mes de enero del ‘75, durante 45 días no se entregó girasol al mercado. El girasol del Chaco era el primero del país. Teníamos acopio. Negociamos esa huelga y conseguimos un aumento del 35 por ciento del precio. ¡Todo eso, nos estaban robando!
-¿Cree que se puede recuperar ese camino productivo?
-El complejo productivo en el NEA no se ha podido recuperar. Aún con incentivos productivos como los consorcios que logramos en Chaco en los años de kichnerismo. No se pudo recuperar la producción de pequeña y mediana escala. Son proceso que se perdieron. Pero nos queda la experiencia y cada día surgen nuevas oportunidades. Ahora necesitamos generar PyMES para diversificar. En nuestra provincia estamos trabajando para armar con medianos productores asociados, un molino harinero y una fábrica de aceite. Cómo sea, hay que arrancar. Y mostrar que se puede.