Pablo Goldschmidt es un científico argentino que trabaja hace más de tres décadas en el Hospital de París. Estuvo en Rosario en los 90, cuando la epidemia del cólera sacudió a esta parte del continente, y el entonces secretario de Salud Pública, Hermes Binner, recibió sus sugerencias y viajó a Perú antes del brote en la ciudad para interiorizarse de la situación. Recuerdo que aquel hombre de abundante cabellera rubia y gafas circulares llegó a LT8 acompañado del doctor Oscar Fay. Lo recibió mi padre, además de dirigir el programa de radio "Los mejores" era médico. Como suele suceder, después de la nota siguió la charla e hizo una serie de consideraciones que trasponían los limites de la ciencia bioquímica --su reconocida especialidad-- y lo revelaban como un hombre con un pensamiento en torno a la salud pública claro y definido.

Esta semana, desde su residencia en Mónaco, el científico concedió varias entrevistas a medios argentinos, después de publicar una columna en un diario porteño que despertó interés y polémica. Allí Goldschmidt sostenía que "más que el virus, el problema es la manera de enfrentarlo" y arremetió contra el desmantelamiento del sistema de salud pública --en la época de Silvio Berlusconi, aunque él no mencionó a "il cavalieri"-- como principal explicación al número de muertos en la península en contraposición con lo que viene ocurriendo en países cercanos, como Suiza o Francia.

Consultados por este cronista prominentes científicos de la ciudad, coincidieron ellos en decir que su colega formado en la Universidad de Buenos Aires y de gran prestigio internacional, tenía "una visión política" del tema, aunque ninguno dijo que estaban equivocadas sus afirmaciones sobre el asunto.

Es probable que un momento de temor generalizado, rayano en el pánico, sea más "adecuado" hablar del virus, no "bajarle el precio" y dejar para otro momento ese debate que Goldschmidt --y este cronista-- consideran central.

El reportaje que acompaña esta nota, fue realizado hace algunas horas al Secretario de Salud Publica de Rosario, Leonardo Caruana, quien continúa la misma línea de aquel longilíneo funcionario que a partir del gobierno municipal del Tigre Cavallero cambió la Salud Pública de esta ciudad.

Por entonces, Caruana era delegado de los médicos residentes, y recuerdo haberlo entrevistado en ese carácter en los 90, por la misma época en que vino Goldschmidt a la ciudad.

Lo que dice Caruana es el producto de la convicción y el sostenimiento de una política de estado en el área que hoy muestra a Rosario en condiciones de afrontar la pandemia como no están otras ciudades de su porte. Hay 270 "camas críticas" (ver cuadro) equipadas para atender a eventuales enfermos con toda la tecnología y el recurso humano formado al efecto. Hay además una coordinación con la Provincia que garantiza especialmente el ministro Carlos Parola, y un trabajo articulado con PAMI, cuyos nuevos directivos comparten los criterios de salud pública que rigen la de Rosario desde hace décadas. además, el sector privado, representado por la Asociación de clínicas y Sanatorios está a la altura de las circunstancias, el propio Caruana ha dicho que se puede contar con ellos, y el compromiso de Roberto Villavicencio, su principal referente, de convocar a los directores de los sanatorios privados a un encuentro al que asistirá el secretario de Salud es una muestra de ese compromiso. Sobre todo porque ese sector "aporta" 200 de las llamadas "camas críticas" con que cuenta la ciudad.

Nadie puede decir que va a pasar con el Coronavirus en Rosario. Su poder letal, su velocidad de transmisión, son cuestiones biológicas de momento incontrolables. Lo que sí podemos decir es que Rosario esta preparada --y no desde hace algunos días-- para afrontar el desafío en las mejores condiciones que pueden ofrecerse en la Argentina, que a pesar de los pesares recuperó el Ministerio de Salud, que tiene Ginés Gonzalez García al frente, en lugar de la degradada Secretaria durante el gobierno de Mauricio Macri.

Si le preguntara al doctor Goldschmidt sobre la reaparición de ciertas enfermedades en la Argentina, seguramente diría que "el problema, más que el sarampión, es que no distribuyeron las vacunas".