Dos hermanas de 22 y 23 años fueron abusadas desde pequeñas por el mismo hombre: Juan Antonio E., su padre. El jueves pasado, el fiscal Federico Rébola ordenó la detención del acusado, de 53 años, en barrio La Lagunita, luego de una investigación que comenzó en diciembre. En apenas horas, R. y L. comenzaron a sentir que se acercaban a la puerta de salida del infierno que las atrapó por tanto tiempo. Ahora, quedaron a resguardo en un refugio municipal, con la pequeña hija de una de ellas. El agresor fue imputado el viernes en el Centro de Justicia Penal, donde el juez Hernán Postma ordenó la prisión preventiva sin plazo y habló de un hecho gravísimo, en el que "no hay por qué dudar del relato de las víctimas". En la audiencia se expuso parte de una historia cargada de violencia familiar y machismo.  

Años atrás, el acusado formó familia con dos mujeres, hermanas entre sí. Con una de ellas tuvo cinco hijos, y con la otra, siete. Últimamente estuvo viviendo con la madre de los últimos. Según detalló el fiscal en la audiencia de ayer, los abusos comenzaron contra L., cuando tenía 13 años, "mediante tocamientos en distintas partes del cuerpo", pero rápidamente empeoró. En 2014, quedó embarazada y actualmente tiene una nena, por lo que el fiscal solicitó que se hagan pruebas de ADN para determinar la paternidad de la niña. Con R. comenzó de la misma manera, cuando tenía 12. Ella le contó a su hermana y así se enteraron que las dos eran víctimas del agresor. La chica pudo relatar el modus operandi del agresor, que la tomaba de las muñecas luego de tirarla en la cama. Ambas aseguraron que eran sometimientos "múltiples y periódicos".

El fiscal imputó al acusado los delitos de "abuso sexual con acceso carnal agravado por ascendiente, contra menores de 18 años, aprovechando la situación de convivencia; y abuso sexual gravemente ultrajante agravado", delitos que tienen pena de prisión efectiva.  

Entre la evidencia, Rébola mencionó que la denuncia fue presentada en diciembre pasado por Nora Giacometto, de la ONG Ampliando Derechos, quien venía siguiendo el caso desde hacía tiempo, cuando se enteró de la violencia que sufría la familia, por dichos de vecinos y personas cercanas. Con esos datos y varios testimonios recabados del entorno, se ordenó el allanamiento, incluso con intervención del área de trata de personas, y se pudo entrevistar a las víctimas que instaron la acción penal contra su padre.

Un hermano de las jóvenes declaró que ellas le relataron los maltratos y abusos que sufrieron y habló de hechos padecidos por otras dos hermanas mayores, hace unos 15 años, quienes lograron irse de la casa donde convivían con el acusado, por los abusos y malos tratos cotidianos. También la cuñada de las víctimas habló del calvario que estas vivían. 

Dos hijas más grandes -de la otra relación- dieron su testimonio. Una de ellas dijo que se fue de la casa cuando tenía 12 años, porque su padre la llevó a la cama del brazo y la tocó bajo la ropa. También relató que E. violentaba a toda la familia. La otra mujer aseguró que sufrió un intento de abuso a los 11, por lo que también se fue de la casa. 

La expareja del acusado, hermana de la esposa actual del agresor, refirió hechos de violencia física y económica por parte del agresor, por lo que logró alejarse, con sus hijos. 

En tanto, una trabajadora social manifestó que las víctimas estaban en una situación de total "control" por parte del acusado y dijo haber atendido a un hijo del imputado por peleas con su padre, lo que da cuenta de la violencia extendida hacia toda la familia. 

Las mismas víctimas pudieron ser escuchadas tras la detención del agresor. L. relató que "siempre vivieron violencia, estaban controladas por su padre, que no las dejaba salir a la calle, excepto momentos en los que iban acompañadas o tenían que volver a los cinco minutos". Al mismo tiempo, manifestó que el padre aprovechaba los momentos en que su madre no estaba para someterlas, que la regularidad de los abusos era constantes: "Llegó a pasar casi todos los días, alternando entre una hermana y otra", relató el fiscal. Además, las amenazaba para que no dijeran nada. En 2015, L. se enteró que estaba embarazada y si bien ella estaba con un chico, asegura que los abusos de su padre eran permanentes, por lo que no tiene clara la paternidad de la niña. Si bien se animó a contarle a su madre, ésta no le creyó. Cuando fue entrevistada, la mujer pidió que si es cierto, el acusado pague por lo que hizo.

R. relató situaciones similares. "La primera vez que pasó, no entendía nada, se lo conté a mi hermana y ahí supe que a ella también se lo venía haciendo", leyó el fiscal. Frente a la situación de evidente vulnerabilidad de ambas víctimas, el fiscal apuntó a que presten testimonio judicial en Cámara Gesell. 

Giacometto presenció la audiencia de la semana pasada y lamentó: "El Estado no podía estar ciego frente a esto", frente al conocimiento de la situación que tenían los vecinos, sobre todo de los malos tratos. Según las conversaciones que mantuvo con personas cercanas a la familia, estas refirieron al imputado como una "bestia".