La rebelión de las máquinas trasciende las fronteras del parque de diversiones. Tal es la gran apuesta de la tercera temporada de Westworld que este domingo volvió a la pantalla de HBO. El primer arco –allá por el 2016- supuso una adaptación modernizada del relato de Michael Crichton y de aquel film de culto setentoso transmitido a rabiar en Sábados de Superacción. Un resort temático, dividido por períodos históricos, en el que los humanos abusaban de “replicantes” que despertaban de su pesadilla. Hace dos años, Jonathan Nolan y Lisa Joy –sus showrunners-, reforzaron los arietes narrativos con más escenarios, jugando con flashbacks, flashforwards y a los droides ya emancipados. El caos culminaba con Dolores Abernathy (Evan Rachel Wood), cruzando la frontera hacia lo real. “Parce Domine”, el capítulo estrenado ayer, exhibió el nuevo hábitat e indicios de una temporada menos encriptada desde lo narrativo. ¿Westworld lejos de Westworld? Sólo en apariencia.
Es 2058. El planeta ha tenido que acostumbrarse a una serie de eventos críticos como colapsos tecnológicos, magnicidios y la “divergencia” del levantamiento en el parque robótico. Aunque por fuera de las instalaciones de la empresa Delos todo luzca ascético, anguloso e hiperestimulado, también hay un orden y subespecies entre los humanos. Nadie puede vivir sin la ayuda de alguna app, inteligencia artificial o tecnología incorporada. El mensaje es claro. Este entorno también tiene su jerarquía maldita y personas sin capacidad de elección. Es una realidad aumentada donde manda la meritocracia y los algoritmos toman grandes decisiones. Se trata del otro lado del espejo. El futuro de esta metrópolis global es una versión más actual del viejo oeste con anfitriones mecánicos.
Entre las novedades del relato aparece una nueva compañía –Incite- en plan de lucha megalómana contra Delos. El plan de la protagonista, sin embargo, es inquebrantable. La cowgirl quiere vengarse de cada uno de los que la sometió. “Quisieron dominar al mundo pero construyeron un montón de cosas parecidas a mí”, lanza Dolores cual versión superadora de Terminator. Por su parte, Bernard Lowe (Jeffrey Wright) busca camuflarse entre los humanos. ¿Y que hay Maeve (Thandie Newton)? ¿Noticias del hombre de negro (Ed Harris)? La primera tuvo su gran aparición en una escena postcréditos y para que asome el segundo habrá que esperar. La mayor incorporación en el elenco es, sin dudas, la de Aaron Paul. El ex Breaking Bad encarna a un ex soldado que la tiene difícil en eso de escalar en el sistema, un humano sí, pero descartable. Sobrevive haciendo changas en la Deep Web y terminará liado con Dolores.
El primero de los ocho nuevos episodios, claramente, ofreció una narrativa más amigable y menos laberíntica que lo usual. En la segunda temporada mandaba el extrañamiento, ahora cada personaje tiene su propio microrelato. Aunque Nolan y Joy son de esos realizadores que presentan la ficción como un juego de ajedrez, siempre están un par de movimientos adelante, y es posible que pateen el tablero cuando menos se lo espere. Otro punto de atracción es la imaginería de una L.A. tan pulcra como arenosa. Son días venideros que invitan a la inmersión desde lo visual pero también en lo sonoro (la música es un elemento esencial para la construcción cinemática). Westworld, entonces, se mantiene son su relojería de preguntas existenciales, persecuciones, adrenalina y tiros. Ahora es en el futuro, ¿o el futuro será apenas otro parque temático?
Westworld irá los domingos a las 22 y también se podrá seguir por la plataforma HBO GO