A casi dos décadas de su muerte, Miles Davis perdura. Su pensamiento musical, que podría resumirse en un “vanguardia o muerte” exento de dramatismo y solemnidad, conserva todavía la insolencia necesaria para inspirar otros pensamientos. Su trayectoria artística, que ignorante de la nostalgia atravesó el Siglo XX por los laberintos del amor y el odio, la convicción y la incertidumbre y el continuo impulso hacia adelante, resulta siempre estimulante. Su vida, por todo eso, no deja de ser material atractivo para una película. La más reciente la hizo Stanley Nelson. Desde el 6 de marzo está en la plataforma Netflix Birth of the Cool. La historia de Miles Davis y su música, una biografía del gran trompetista afroamericano, contada con las herramientas del documental, con buen material fotográfico, algunas filmaciones de época y una cantidad aceptable de música.
Nelson, experimentado documentalista afroamericano, autor entre otras cosas de The Black Press: Soldiers Without Swords (1999), The Black Panthers: Vanguard of the Revolution (2015), Tell Them We Are Rising: The Story of Black Colleges and Universities (2017), Boss: The Black Experience in Business (2019), afina el ojo para encuadrar la vida de Miles, artista único, que además de su obra es una manera de relacionarse con el mundo. El documental se estructura a partir del transitado esquema del coro de testigos, en este caso particularmente nutrido, hablando del ausente. Su hijo Erin, su amigo Cortez McCoy, la escritora Farah Griffin, el escritor Ashley Kahn, la musicóloga Tammy Kernodle, además de los músicos Herbie Hancock, Ron Carter y Wayne Shorter, Marcus Miller, Gil Evans, Carlos Santana, Mike Stern y Quincy Jones, son algunas de las presencias que desde distintas perspectivas van articulado el relato con sus testimonios. También el mismo Miles y aquella voz carrasposa por el tumor benigno que le extirparon de la laringe en febrero de 1956, participa de la narración, a través de textos extraídos de su autobiografía, dichos por el actor Carl Lumby.
Dentro de un relato cronológico que va desde el hijo de la clase media negra de Illinois, zona rural de blancos “racistas hasta la médula”, hasta el rejuvenecido que de vuelta de todo a los sesenta años todavía es capaz de escuchar el futuro, Nelson mantiene la tensión narrativa con algunos contrastes interesantes. Entre los comienzos en la orquesta de Billy Eckstine, el estudiante de la Julliard, el encuentro con Charlie Parker, el noneto de Birth of the Cool, el sexteto de Kind of Blue, el primer quinteto, las colaboraciones con Gil Evans y el peso de no saber quedarse quieto, se van desplegando las sucesivas muertes de Miles y sus respectivos renacimientos. Sin embargo, el genio del sonido sedoso y penetrante, el cautivante personaje mundano con ropa a medida y autos de lujo, fue también una persona atormentada por la segregación y extraviada por las adicciones, el golpeado por la policía que golpeaba a sus esposas. En esos claroscuros, el documental busca definir la imagen del artista, haciendo pesar más las virtudes que los defectos, según la lógica de la biopic como género.
En ese recorrido que conjuga los elementos de una vida, el relato logra momentos intensos. Por ejemplo cuando una Juliette Greco en su otoño cuenta la anécdota de cuando en París Jean-Paul Sartre le preguntó a Miles ‘¿Por qué no te casas con Greco?, a lo que el trompetista respondió “Porque estoy enamorado de ella”. También resulta impactante el pasaje en el que Hancock, Carter y Shorter reverencian los métodos espontáneos del “jefe químico” de aquel inigualable quinteto de mediados de la década del ‘60 en el que también estaba Tony Williams, para después contar cómo se grabó “Footprints”. Más impactante aún resulta Frances Taylor, segunda esposa de Miles, contando cuando Miles la golpeó después de escucharle decir que Quincy Jones era un hombre apuesto. “Esa fue la primera. Y desafortunadamente no iba a ser la última”, dice Frances, que dejó al músico en 1966.
En casi dos horas de película, Birth of the Cool. La historia de Miles Davis y su música, sugiere la idea que, aun tambaleándose entre lo bueno y lo malo, Miles es más que sus vicios y sus debilidades y no menos que sus logros. En el documental Nelson refleja con abundante material y buen sentido del ritmo narrativo esa mística del claroscuro que puso al músico en los umbrales del mito. Aunque, como pasa con Miles y los de su raza, y también por eso perduran, las partes nunca alcanzarán a recomponer el todo.