Aunque la orden fue dada unas horas antes nomás, las familias victoreñas ya se enteraron que deben retirar la comida en recipientes propios. Ollas, platos, cacerolas, tuppers, recipientes de helado que son reutilizados, y hasta baldes y lavadores. Algunos de los chicos van con el tenedor en mano. Otros, mientras llevan la comida, van sacando con la mano. Similares escenas se observan en las escuelas de Santa Victoria Este, en Rivadavia, este lunes, el primer día de la suspensión de clases desde que los gobiernos nacional y provincial anunciaron las medidas preventivas contra el coronavirus.

Las maestras y directoras decidieron que la porción que le corresponde a cada chico se va a servir en viandas. Pero como suele suceder cuando el comedor está abierto, cada alumno va con uno de sus hermanitos más chicos y su madre.

“Los chicos vienen y no se les puede decir que no, más en una zona como esta”, dice una de las docentes. No se menciona aquí su nombre porque las críticas a las políticas públicas muchas veces involucran sanciones en lugar de soluciones.

La preocupación no es menor. Pese a las promesas que se hicieron cuando se declaró la emergencia socio sanitaria en enero, las partidas de comedores no fueron actualizadas. El pago sigue siendo de 27.07 pesos por chico para que desayunen y almuercen, o almuercen y merienden, según el turno al que asistan.

Salta/12 estuvo en el momento en que se servía el almuerzo en una escuela del municipio de Santa Victoria Este. Observar cómo se las arreglan las docentes para alimentar a los chicos con tan poca plata remite al dicho “hacer piruetas en el aire”. Las maestras hacen gestos de asentimiento.

No es lejana esa expresión. En muchos casos las directivas gestionan los precios ante los proveedores. “Les pedimos que nos bajen un poquito el precio”, dice una.

“Yo voy y compro las cosas y entonces les digo ‘doname una bolsita más de lenteja, doname un poquito más de arroz… y bueno, así le voy aumentando”, cuenta una segunda mientras controla que todos los chicos y chicas retiren su comida.

En la cocina los cálculos terminan por confirmar lo esperado. Se ha brindado más del doble de raciones que reciben los alumnos normalmente.

El PAS, suspendido

Otro de los compromisos asumidos por el gobierno de Gustavo Sáenz fue reinstalar el Plan Alimentario Salteño (PAS). Dentro de esta política, anunciada por el ex gobernador Juan Manuel Urtubey antes de concluir su mandato, se dispuso la apertura de los comedores escolares sábados y domingos. Pero esto se suspendió durante las vacaciones, ya con el gobierno de Sáenz, y no se re instrumentó con el inicio del ciclo lectivo.

Las docentes dijeron que durante el funcionamiento del PAS más de la mitad de los chicos asistía a comer. Algunos lo hacían por la recreación que acompañaba al comedor. Pero la mayoría iba por la necesidad de tener su ración de comida. En los comedores de aquellas escuelas ubicadas en zonas aún más vulnerables fue el 100 por ciento de los chicos, y sus hermanitos.

“Usted no sabe cómo vienen algunos de estos chicos. No tienen nada para comer en su casa el fin de semana. Entonces lo primero que esperan el lunes es que se les sirva el mate cocido”, cuenta una de las docentes a Salta/12.

Una reflexión que hace respecto de las medidas preventivas por el coronavirus es que “quizás nadie tendría que venir a la escuela. Ni nosotros. Pero si los dejamos sin comida, entonces los ponemos en un mayor riesgo. Y no solo por el coronavirus”.

Sin comedor

Un encuentro con médicas del Hospital Posadas (de Buenos Aires), en Santa Victoria Este es el primer aviso: en la Vertiente Chica, donde se inauguró una escuela el año pasado, el comedor no funciona. La situación les preocupa, pues, como en todas las comunidades, ven un gran número de niños en riesgo por bajo peso.

El cacique Eliberto Frías y su hijo Fernando llegaron ayer al pueblo de Santa Victoria Este, iban a reclamar por la falta del comedor y porque los paneles solares familiares no se instalan en las viviendas de comuneros indígenas.

Con el día lluvioso, llegaron con los pantalones hasta la rodilla de barro por atravesar en moto los caminos de tierra. Fueron a hacer las gestiones en Santa Victoria para pedir de nuevo que les den un comedor. “El año pasado se nos murieron cuatro chicos, de entre dos y tres años”, contó Fernando. La preocupación es que más de un niño de la comunidad sigue en riesgo nutricional. Son 56 chicos “y por eso pedimos al gobierno que nos ponga el comedor”.