Sábado 29 de febrero, el reloj marca los 76 minutos de juego en Hoffenheim, donde el local cae por 6-0 ante Bayern Munich. De pronto, el partido se detiene por lo que sucede en las tribunas. Pero en las visitantes, desde donde aparecen banderas contra el dueño del club anfitrión y llueven los cánticos. A la reanudación, los jugadores de ambos equipos toquetean la pelota sin otro objetivo que hacer pasar el tiempo en forma de protesta por la actitud de la parcialidad bávara, para luego hacerse viral en las redes sociales.
El presidente y principal accionista del 1896 Hoffenheim es Dietmar Hopp, una de las voces cantantes en la Bundesliga a la hora de alentar el avance de los inversores privados sobre los clubes, e, inesperadamente, uno de los probables desarrolladores de la vacuna contra el coronavirus. Es que este magnate multimillonario es dueño de la empresa CureVac, que anunció que podría tener lista la cura en los próximos meses, dando una verdadera vuelta de tuerca al clásico papel de villano que le cabe a Hopp.
La Budesliga se encuentra detenida provisoriamente hasta el 2 de abril ante el brutal avance europeo de la pandemia, al igual que muchos otros torneos de ese continente. "La pausa es necesaria porque la salud de la gente tiene que tener prioridad, a ese respecto no puede haber discusión. El fútbol no se pueda aislar de la sociedad y hace bien en no reclamar un papel especial está situación excepcional de crisis absoluta", dijo Hopp, en respuesta a la resistencia de muchos dirigentes a parar la pelota, ya que la mayoría de los clubes dependen de la venta de entradas, los ingresos de televisión y los sponsors.
"Es la hora de la solidaridad. Los fuertes tienen que ayudar a los débiles. Desearía que esta idea de solidaridad fue consenso en toda la Bundesliga. Tenemos que darle a la idea de solidaridad también una base financiera y encontrar una solución para los clubes que se ven más golpeados por las pérdidas", agregó quien hiciera su fortuna en el sector informático.
Y entre los fuertes sin dudas está Hoffenheim, que desde la llegada de Hopp subió de la octava división a la máxima categoría en tiempo récord. Y no sería de extrañar que, ante río revuelto, saque su ganancia. Su carácter de enemigo público número uno de los hinchas alemanes se debe su oposición al artículo 16 de los estatutos de la Federación Alemana de Fútbol, donde la regla conocida como "50+1" permite a los clubes mantener la mayoría decisoria cuando ingresan capitales privados al mismo.
Tal es el caso de Borussia Dortmund, de renovado protagonismo en los últimos años tras caer en bancarrota en 2005. El equipo que lanzó al estrellato a Jürgen Klopp y Robert Lewandowski, entre otros, sólo tiene el 5,5 por ciento de las acciones, pero es socio mayoritario a la hora de tomar las decisiones deportivas. Diferente es la situación del todopoderoso Bayern Munich, otro que también aboga por mantener el statu quo y que conserva el 75% de sus acciones mientras que resto se reparten entre Adidas, Audi y la financiera Allianz.
Claro que existen excepciones a la regla del "50+1", como las de Bayer Leverkusen (propiedad del gigante químico del que lleva su nombre), Wolfsburgo (de Volkswagen) o la del propio Hoffenheim, donde Hopp tiene el 96 por ciento de las acciones. Esto se debe a que los estatutos permiten a los privados hacerse de la mayoría accionaria en los órganos de decisión tras dos décadas de participación continua y comprobada en las actividades del club.
En definitiva, entre la privatización futbolera y la búsqueda de la vacuna del coronavirus, que podría decirse que el de Hopp es un verdadero caso de dos caras de la moneda. Algo que sin dudas no le falta a este magnate, con una fortuna valuada en 10 mil millones de euros.