Ningún régimen totalitario es indestructible, siempre circula agua subterránea debajo de la superficie, parece decir la escritora canadiense Margaret Atwood en Los Testamentos, la esperadísima continuación de la novela El Cuento de la Criada.
Lo dice con un lenguaje poético, lleno de acción y reflexiones aparentemente sencillas, en las que los mecanismos de lo oculto se develan transparentes.
Así como la suerte de Defred, la criada de la novela publicada originalmente en 1985, y que está inspirada -según contó la misma autora- en régimenes autoritarios que sí existieron, entre ellos, en el robo el robo de bebés a mujeres detenidas-desaparecidas durante la última dictadura cívico militar de Argentina.
En ese mundo creado por Atwood, las mujeres son categorizadas según su capacidad reproductiva, en medio de una crisis de fertilidad. Las que pueden concebir, son utilizadas como incubadoras al servicio de los Comandantes.
En la segunda parte, la opresión no se vive del mismo modo después de algunos años de estado terrorista: las niñas que no han conocido otra cosa, no imaginan siquiera lo que sería saber leer y escribir.
Construido a partir de tres relatos que de algún modo sobrevivieron: el de una temible Tía; el de una joven que creció lejos de Gilead pero está ligada a su historia y el de otra adolescente que nació y creció en el régimen. La trama suma fascinación y suspenso.
Los testamentos, de Margaret Atwood. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Ediciones Salamandra, 2019.