Cuando el gran escritor portugués Fernando Pessoa (1888-1935) decide en 1918 publicar 35 sonetos ingleses (“35 Sonnets”), uno de sus libros de versos en lengua inglesa (su primera lengua literaria), ya era un poeta consciente de su oficio, tenía treinta años de vida y desarrollado toda una estética basada en la despersonalización del arte. Había, por lo tanto, transitado por un amplio arco de escuelas y movimientos posibles: paulismo, interseccionismo, sensacionismo, neopaganismo, neoclasicismo… El soneto en cuanto forma lírica, es uno de los más tradicionalistas de la historia de la poesía. Y Pessoa veía en él, un nuevo (casi inevitable) desafío por conquistar. Pues es una forma conservadora, que exige un trabajo meticuloso con la palabra. Pessoa necesitaba incorporar esa pulsión isabelina para continuar estructurando ideas y sensaciones a su vasto proyecto literario. Un acontecimiento imprescindible para la evolución de su notable programa. No iba a ser tarea fácil. Felizmente (para nosotros, sus agradecidos lectores), lo hizo.

Las variables del soneto son numerosas. Soneto redoublé (serie continuada de quince sonetos, en los que a partir del segundo se retoma al comenzar cada línea el primero), double sonnet (confeccionado sobre siete rimas pareadas), soneto a lo Pushkin (de doble lectura, como forma italiana o inglesa), soneto con estrambote, soneto rinterzatto, sonetto doppio (que se expande hasta veinte o veintidós versos, por inserción en cada estrofa, de líneas heptasílabas), el soneto continuo (impulsado por apenas dos rimas)…, la lista es extensa. Esta composición poética tiene un formato que sigue insistiendo en el tiempo y en los lenguajes; y no muere con el transcurso de los siglos y modas. Fue cristiano, renacentista, barroco, romántico, simbolista: una forma de formas. Pessoa sabía esto, y lo pudo ensayar con idéntica ejemplaridad en 35 oportunidades, como bien se corrobora en la presente edición bilingüe del libro.

Los 35 sonetos ingleses fueron redactados entre 1908 y 1914. Tras su aparición en 1918, la publicación tuvo prensa, aunque bastante fría, puesto que celebraban la fuerza dramática y discursiva de cada pieza, pero le recriminaban al autor su afán por recrear, con demasiada exactitud, el genio de Shakespeare, el escritor isabelino por excelencia. En absoluto debemos desestimar estos poemas, como tampoco considerar la obra inglesa de Pessoa como una mera faceta de su poesía juvenil. Acaso lo más admirable y representativo que este autor escribió en inglés sean, precisamente, los 35 Sonnets, ya que articulan la expresión lírica más acabada de su sensibilidad analítica, penetrante y sagaz. En estas piezas lo que excede lo necesario, es impiadosamente descartado -razón por la cual toda expresión de exagerada pasionalidad está ausente. Tenemos sí, por momentos, un léxico que se ajusta a la sutíl melancolía, a la armoniosa elegancia de la melancolía. Pero Pessoa no mitifica su angustia. En 35 sonetos ingleses no roza el cliché del pathos. Lo racional halla un cauce a través de su equilibrado pensamiento sintáctico. Me refiero a la exacta conexión gramatical en el ajuste oracional; la cadencia justa de su atemporalidad. Esos sonetos son artefactos calibrados con una precisión idiomática sin precedentes. Pessoa es un hombre que vio en el soneto lo que el soneto vio en él, es decir, una oportunidad para ser libre. Entre otras cualidades, le otorgó un curso y rima más amplios, por ejemplo, a los realizados por Dante y Guido Cavalcanti. Para el autor de Mensagem, el soneto fue un artefacto perfecto. Hizo de él un cuerpo, una entidad sensible hecha de melodía y razonamiento.

El libro tuvo su primera traducción completa al portugués recién en 1974, reeditándose en 1982. Hacia 1988, como homenaje al poeta en el centenario del nacimiento, el Centro de Estudos Lusíadas y la Universidade do Minho, de Braga, patrocinaron la edición bilingüe –original inglés y versión española- de los sonetos. Es esta la misma que recupera hoy el sello argentino, la notable traducción realizada por Esteban Torre. La presente edición crítica bellamente ilustrada, rescata tanto los textos españoles como los ingleses. Asimismo incluye una extensa y escrupulosa cronología del poeta y fundador de la revista Orpheu que se complementa con una amplia selección de fotografías de época, jamás vistas, y que sitúan a Pessoa en su contexto histórico. En ese sentido, el acervo pictórico que ofrece este libro generoso en su delicado diseño, es único. Como corolario incorpora un mapa explicativo de Lisboa con todos los sitios que Pessoa solía recorrer y frecuentar a diario. No hay que subestimar un texto breve e intrigante que se incluye en su integridad, me refiero a “Hacia una teoría de la heteronimia”, con ilustraciones de su querido amigo, Álvaro Negreiros. Este texto es particularmente inquietante puesto que Pessoa hace referencia al procedimiento que lo haría alcanzar, acaso, su mayor fama, los heterónimos. Curioso método en el que desdobló, una y otra vez, su personalidad múltiple, dando origen a un total de 72 vidas apócrifas, siendo las más recordadas: Alexander Search, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y el inolvidable Bernardo Soares, autor del Libro del desasosiego (Livro do Desassossego). Una pequeña humanidad en una sola persona.

Respecto a la traducción en particular, punto áureo del libro, si bien los sonetos de Pessoa se adaptan al modelo shakespeariano, con rimas del tipo histórico ABAB CDCD EFEF GG, Torre introduce una variante en el esquema de las rimas: ABAB CDCD EFG EFG, con el fin de evitar el “latiguillo del pareado final”. El efecto del verso endecasílabo es grato ya que Torre entiende, antes que nada, que el soneto es una política de la forma. La traducción conserva el equilibrio clásico de las 14 líneas, jamás quebrando el ADN de esta celebérrima composición poética ideada en Sicilia, allá por el siglo XIII por Jacopo da Lentini. De este modo Torre hace honor al preservar las características melódicas (el ritmo, la sintaxis) en su sobrio esplendor, lo cual no es poca cosa. Esa sobriedad extrema –que mucho recuerda a Borges–, con un ritmo apenas acentuado, su desnudez expresiva y universal.

Los 35 Sonnets son de los mejores que ha dado el poeta en esa lengua extranjera asimilada durante su adolescencia en Durban, Sudáfrica, con una creatividad idiomática que asombra. Análoga, respetando las distancias, claro, a los metafísicos de Inglaterra (Andrew Marvell y John Donne a la cabeza). Su temblorosa fe, casi escéptica, brilla en algunos versos. Esa música de la razón lúcida, atraviesa el libro. “Yo quiero amar,/ odiar; pero, alejada/ del sentimiento, la razón pretende/ pensar en un sentir a su medida;// como la natación mal ensayada/ fuera del agua: mientras más se aprende,/ más aleja del mar y antes se olvida.”. Con destreza que solo Pessoa supo tener, sus sonetos vuelven llano lo abstracto, vívidas las alegorías. Sus piezas dan cause a un equilibrio dinámico único.

No está demás afirmar que estos 35 sonetos ingleses perfectamente entrelazados, de alguna forma representan y condensan buena parte del arte poético de Pessoa, prefigurando su honroso destino. Su estética ensoñadora, lúcida, impersonal, profundamente emotiva, y sin dejar de ser nunca racional. La dialéctica de la desazón y de las otredades, de los heterónimos, y de los desdoblamientos. Fluctuante, especular, infinita. Una poesía en estado de apertura permanente hacia esa misteriosa e insondable ficción: la vida.