El mundo adulto –y sus miserias– se transformó en un ámbito de exploración y en un motor creativo para Victoria Hladilo, quien insistió en observar y analizar ese terreno para luego convertir su trabajo de campo en una pieza teatral. De esa manera, surgió La culpa de nada, obra a la que la actriz, directora y dramaturga define como un material “primo hermano” de otra de sus creaciones: La sala roja, un éxito del teatro off que este año concretará su quinta temporada.
En La sala roja, un grupo de padres exaltados asiste a una reunión en el jardín de infantes de sus hijos, y lo que comienza siendo un encuentro formal entre adultos, en apariencia comprometidos y responsables, termina en una situación de conflictos varios y acusaciones cruzadas. La culpa de nada, por su parte, también se desarrolla en torno a una reunión entre adultos a quienes une un vínculo de amistad, mientras la acción ya no se desarrolla en una salita de una escuela privada, sino en el living de un departamento con estética palermitana.
La historia comienza cuando Andrea decide sorprender a Mariano, su marido, con un festejo de cumpleaños, y para ello invita a sus amigos de la infancia a su casa. En la espera interminable del agasajado, la tensión entre la anfitriona y el círculo íntimo de Mariano aumenta hasta estallar en una serie de escenas que oscilan entre lo bizarro y lo tragicómico.
“Cuando escribo, me gusta observar funcionamientos, y en este caso me interesó preguntarme acerca del funcionamiento de grupos de amigos que se conocen desde pequeños, que arman roles y que con el tiempo comienzan a madurar, a crecer y a mutar, y eso genera que aquellos vínculos que entablaron ya no funcionen de la misma manera, –revela Hladilo–. La obra habla de un grupo de amigos que es especialmente machista y que considera que la amistad es una cosa de hombres y que las mujeres son sólo las que tienen que acompañarlos”.
El conflicto entre ambos sexos adquiere una centralidad en la puesta, y los estereotipos de género se exhiben en la ficción de un modo que permite pensar que no están tan alejados de lo que ocurre en cualquier ámbito social. “Lo que se retrata, de una forma un poco cruel o extrema, es muy vivido en la cotidianidad. Por un lado, los hombres siendo déspotas y considerando que sus propias compañeras de vida están un paso detrás de ellos, y por otro lado las mujeres también aceptando ese lugar, porque el machismo está también en algunas de nosotras. Andrea elige a su marido porque se enamora, pero no acepta el modo de funcionar de su grupo de amigos, entonces ahí se produce un choque entre sus mundos y costumbres. La puesta trabaja, además, sobre el mundo de las apariencias, sobre qué se puede decir y qué no, qué va a sostenerse para el afuera, y qué pasa puertas adentro”, asegura la directora y autora, que interpreta a la “Tana”, una mujer seductora y lanzada, nueva en el grupo, que aparece para terminar de echarle leña al fuego a una noche ya fallida.
El paradigma de la adultez se asume como hilo conductor de la dramaturgia de Hladilo. Sus propias vivencias, según cuenta, la llevaron a indagar en los vínculos entre personas maduras y sujetas a compromisos sociales, muchas veces elegidos y tantas otras veces impuestos por el tiempo biológico y la cultura. “El recorte del mundo que hago tiene que ver con un momento de la vida donde aparecen la adultez y ciertas funciones sociales que estamos supuestamente obligados a cumplir, como casarnos y tener hijos. Los personajes de mis obras atraviesan ese momento. El matrimonio, la escuela -como aparece en La sala roja- y los roles sociales de los amigos, son instituciones que están muy arraigadas en nuestra sociedad. Por más que todos deseemos la libertad, de un modo utópico, todavía estamos muy atados a estas situaciones de conformar una familia, estar bien y sostenerla, o aceptar la monogamia como una forma de vida”, reflexiona.
La universalidad de la temática elegida, sumada al trabajo de Hladilo y de su equipo de actores, motivó una gira por Barcelona, en febrero, durante la cual presentaron La sala roja, que convenció al público catalán y cosechó buenas críticas. “Lo vivimos como un premio, y como una experiencia de mucho aprendizaje, porque llevar una obra al exterior es mucha intensidad de trabajo y adrenalina. Además, era una incógnita saber si en otro lugar, y en otra cultura, iba a funcionar o no, y la verdad es que la recepción fue buenísima”, cuenta la autora, quien además vendió los derechos del texto a Panamá, Brasil y Paraguay.
Con este éxito teatral, que ha pasado a integrar la nómina de fenómenos del teatro off, y con una segunda temporada de su nueva obra en curso, Hladilo entiende que la repercusión de sus creaciones es un poco producto del azar. “Hay algo que es inexplicable, y que le pertenece a la suerte del material. Si hubiese una fórmula, todos la aplicaríamos y tendríamos materiales exitosos, pero eso no existe. Creo también que La sala roja, en particular, tiene algunos condimentos como el humor, que colaboran para que sea un éxito, y tiene mucho trabajo, lo que generó que a lo largo de sus temporadas se fuera transformando en un material más rico y consistente. Si La culpa de nada tiene ese tiempo, también va a tener esa posibilidad”.
* La culpa de nada puede verse en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960), los viernes, a las 21.